Mamá con su hija va de casa en casa buscando abrigo, y una señora le cierra la puerta creyendo que hace lo correcto - Historia del día
Una mujer y su hija llegaron a una comunidad local en busca de refugio, pero una anciana las rechazó y les negó la entrada a su casa.
El viaje misionero de Cristina la había llevado a muchos lugares, pero este había sido el más desafiante de todos. Su parroquia la había enviado a un pueblo lejano con pocos habitantes.
Ella, que era madre soltera, siempre llevaba durante sus viajes a su hija, María, de 5 años. Esta vez la mujer había hecho lo mismo.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Sin embargo, apenas dos días después de la misión, se había arrepentido de llevar a María, pues estaban atravesando momentos difíciles y tuvieron que gastar todo su dinero.
“Mamá, ojalá nunca nos hubiéramos embarcado en este viaje misionero”, se quejó la niña con su mamá.
“No deberías hablar así, María”, respondió Cristina. “Dios proveerá para nosotras”.
Durante el desafiante viaje, la madre se preguntó por qué la habían enviado a un lugar así y oró para tener allí una experiencia extraordinaria.
Cuando llegaron a la comunidad, Cristina vio que la mayoría de la gente estaba reunida en el mercado. Así que ella y su hija fueron hasta allí y hablaron con diferentes personas sobre el evangelio.
Muchas de las personas con las que habían conversado estaban intrigadas y querían saber más. Un joven estaba tan interesado en lo que tenían que decir que conversó con ellas durante mucho tiempo.
Después de esa larga conversación con el joven y muchos otros, Cristina descubrió que el sol se estaba poniendo. Además, se dio cuenta de que le quedaba poco dinero.
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El viaje al poblado había costado mucho más de lo que la madre había previsto, y pensaba mucho en cómo pasarían el resto de su tiempo allí y regresarían a su hogar.
“Mamá, tengo mucha hambre”, dijo la pequeña. Eso hizo que Cristina volviera a la realidad. Usó el poco dinero que le quedaba para comprar bocadillos para ella y su hija.
Mientras compraba los alimentos, le preguntó al vendedor si había un lugar donde pudieran pasar la noche. “No hay ninguno. Su única esperanza es preguntarle a la gente de la comunidad”, dijo el vendedor.
Este señaló la dirección del camino principal y les dijo que se apuraran porque pronto oscurecería. Madre e hija hicieron lo que se les dijo. Caminaron unos tres kilómetros antes de encontrar refugio.
Encontraron dos casas en las afueras del poblado y caminaron hasta ellas. Cristina sabía que se cruzaría con más viviendas si se adentraban un poco más en la vecindad. Pero ella y su hija estaban exhaustas.
Por esto, decidieron tocar la puerta de las casas que encontraron y preguntar si podían pasar la noche. Antes de hacerlo, rezaron brevemente y luego procedieron.
Llamaron a la puerta de la primera casa, y una anciana les abrió. Cuando vio a Cristina y a María, se preguntó cuál era el problema.
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“Buenas noches, señora. Siento mucho que debamos incomodarla...”, se disculpó la madre. “Somos misioneras que estamos trabajando en su pueblo, y nos quedamos varadas. ¿Podría usted recibirnos por esta noche? Le estaríamos infinitamente agradecidas”, suplicó Cristina.
La señora las miró y suspiró. Quería ayudar, pero vio a la niña con ella y lo pensó mejor. “No, lo siento, no pueden quedarse aquí esta noche”.
Cristina estaba muy decepcionada por la negativa de la mujer y se preguntó por qué. Salió disgustada de la casa y caminó hacia la segunda vivienda, que era más grande y parecía más estable y fuerte que la primera.
Temiendo lo peor, la madre llamó a la puerta y esperó que las cosas salieran mejor. Esta vez, otra mujer, mucho más joven que la primera, abrió la puerta. Después de escuchar lo que Cristina y su hija dijeron, abrió la puerta y las recibió felizmente.
Incluso les dijo que podían quedarse todo el tiempo que quisieran en su casa. La mujer les preparó una habitación vacía y les dijo que podían ponerse cómodas. También preparó té y les dio de comer.
Cristina y María quedaron encantadas y pasaron algunas noches en la segunda casa. Sin embargo, llegó un tornado y causó estragos en la comunidad en su tercera noche allí. La tempestad fue muy fuerte y destruyó muchas propiedades a su paso.
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Al día siguiente, madre e hija descubrieron que la casa de la anciana se había derrumbado por el tornado. Sin embargo, la vivienda donde se estaban quedando permaneció intacta y no sufrió daños graves.
Cristina sintió que esto era una señal del cielo y decidió ir a ver a la mujer mayor. “Mire”, le dijo la madre a la anciana. “Fue el castigo de Dios porque nos negó refugio”.
La anciana quedó devastada por las palabras de la mujer, pero aun así logró sonreírle como una madre. Finalmente, ella habló.
“Verá, sabía que se avecinaba un tornado. Mi casa era demasiado vieja y frágil. No quería arriesgar su vida ni la de su hija. Por eso me negué a dejar que se quedara en mi vivienda”.
Después de escuchar las palabras de la mujer mayor, Cristina se conmovió hasta las lágrimas. Había elegido juzgar a la señora por haberla rechazado cuando solo había tenido buenas intenciones.
En ese momento, la misionera se dio cuenta de que había aprendido la valiosa lección por la que había orado cuando se dirigía a la comunidad. “Le ayudaré a reparar su casa”, le prometió a la anciana.
Hizo lo que prometió y ayudó a la mujer mayor a reconstruir su hogar. Cuando todo el trabajo estuvo terminado, ella y María se despidieron de los habitantes del poblado, encantadas de haber ido allí.
Una casa en buenas condiciones rodeada de vegetación. | Foto: Pexels
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca juzgues a los demás por negarse a algo. Cristina sintió que la anciana era mala cuando le negó la entrada a su casa y la juzgó por ello. Sin embargo, ella no sabía que la mujer tenía buenas intenciones y solo estaba tratando de salvar su vida y la de su hija.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.