Mamá solitaria reza por su bebé enfermo en la cuna cuando un hombre toca su puerta - Historia del día
Un médico perdido en un camino solitario llama a la puerta de una pequeña casa en busca de ayuda y descubre que, de alguna manera, la familia lo esperaba con mucha fe.
Los ojos de Sandy Campos se llenaron de lágrimas mientras escuchaba a su médico. “Señora”, dijo suavemente. “No hay nada más que podamos hacer por Jimmy aquí. Debe llevarlo a un especialista”.
“Puedo escribirle una recomendación para tres médicos, son los únicos en el país que podrían ayudarlo, pero tendrá que llevar a Jimmy a ellos”.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Pero Sandy había negado con la cabeza. “No puedo hacer eso. Mi madre está muy mal y simplemente no tengo el dinero”. El médico sacudió la cabeza con tristeza. Sin un especialista, no había esperanza para Jimmy...
¡El Dr. Demetrio Moreno no podía creerlo! En este momento debería estar descansando en su hotel, tomando un trago y hablando con algunos de sus colegas, no atrapado en un aeropuerto de pueblo en medio de la nada.
Demetrio había viajado muchos kilómetros para asistir a una ceremonia especial en la que sería el orador invitado y recibiría un premio por sus logros en la investigación pediátrica, pero algo salió mal.
A mitad camino, el avión había presentado problemas en el motor y se vio obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en un pequeño aeropuerto. El capitán y la tripulación se disculparon y prometieron que al día siguiente reanudarían el vuelo.
Mientras tanto, los pasajeros serían alojados en un motel local, dos por habitación. Demetrio había echado un vistazo al motel y había vuelto al aeropuerto donde alquiló un coche.
Su plan era conducir unas cuatro horas hasta la ciudad más cercana y tomar un vuelo corto a su destino. ¡Él no iba a perderse su propia ceremonia de premiación! El coche que la empresa de alquiler le dio no era muy lujoso, pero tendría que servir.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
El hombre que le estaba alquilando el auto dijo: “Escuche, señor, si yo fuera usted no emprendería ese viaje aún. Viene mal tiempo”.
Demetrio miró el cielo azul claro y sonrió. “Estoy seguro de que estaré bien”, dijo alegremente y se fue. Una hora más tarde, admitía su error: lluvia a cántaros como una cortina espesa e impenetrable.
No podía ver a dónde iba, pero estaba seguro de que era el camino equivocado. No había ni rastro de las luces de los pequeños pueblos que deberían estar en el horizonte, y el GPS seguía alentándolo.
Finalmente, vislumbró una luz a través de la lluvia implacable. Era una casa pequeña con techo de zinc, y cuando se acercó, vio que necesitaba reparaciones desesperadamente.
Esperaba que los habitantes tuvieran la amabilidad de darle algo caliente para comer y señalarle la dirección correcta. Salió del coche, corrió como un loco hacia el porche y llamó a la desvencijada puerta.
Minutos antes, Sandy había susurrado una oración, acostado a su bebé y estaba a punto de poner la cena en la mesa cuando escuchó que llamaron a la puerta.
“¡Dios mío!”, le dijo a su madre. “¿Quién será a esta hora, en medio de esta tormenta?”.
Se limpió las manos en el delantal, y se apresuró a abrir la puerta.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Allí, en la entrada, estaba parado un hombre de unos cuarenta años que estaba muy mojado y desaliñado.
“Por favor”, dijo, “he estado manejando bajo la lluvia toda la tarde, estoy perdido y me estoy congelando…”
“Bueno, ¡entra!”, dijo Sandy inmediatamente. “¡Te traeré una toalla, una manta y un poco de estofado caliente, y te sentirás mejor en poco tiempo!”.
Acompañó a Demetrio a la pequeña y acogedora cocina y le presentó a su madre, Helen, que había sufrido un derrame cerebral unos años antes. Estaba confinada a una silla de ruedas.
“Buenas noches”, dijo Demetrio, mientras se secaba el cabello con la toalla. “Lamento haber llegado a su hogar a estas horas...", se disculpó; Helen solo sonrió y asintió.
Sandy explicó: “Mamá no ha hablado desde que sufrió el derrame cerebral, ¡pero entiende todo!”. Mientras hablaba, la mujer revolvía el estofado y servía generosas porciones en tazones grandes.
“¡Siéntate!”, dijo. “Y demos gracias. Tenemos algo especial por lo que orar esta noche…”
Demetrio negó con la cabeza. “Me temo que no rezo, señora, sin intención de faltarle el respeto”, dijo. “Creo en la ciencia, no en Dios”.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash
Helen pareció murmurar decir algo, y su hija habló por ella: “No importa si crees en Dios, Dios cree en ti, dice mamá”.
Demetrio se encontró sonrojándose de vergüenza. Sintió que estaba siendo descortés con estas personas sencillas que lo habían acogido. “Estaré feliz de unirme a ustedes para dar gracias”, dijo. “¿Por qué estás orando exactamente?”.
Sandy dijo en voz baja: “Mi bebé Jimmy está muy enfermo y los médicos aquí y en la capital del estado no pueden ayudarlo. Dijeron que tengo que llevarlo a un especialista, pero en realidad no puedo”.
“No puedo dejar a mamá sola y no tengo seguro. No puedo pagar el viaje ni los hoteles ni nada de eso. Así que he estado orando a Dios para que me envíe el especialista que mi Jimmy necesita”.
Demetrio ocultó una sonrisa. “¿Qué lo envíe a esta casa?”, preguntó.
“Bueno, Dios sabe dónde está ese médico y sabe dónde está Jimmy, ¡así que supongo que estaría bien!”, dijo la mujer con optimismo.
Lee también: Señora nota que su nieto desaparece por las tardes y decide seguirlo - Historia del día
Demetrio estaba a punto de reírse cuando se le ocurrió preguntar: “¿Qué le pasa a tu bebé? ¿A qué médicos se suponía que debías ver?”.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash
“Mi Jimmy nació con una disfunción hepática, no entiendo cómo funciona exactamente, pero lo tengo escrito…”, dijo y sacó el papel del cajón.
Demetrio leyó el diagnóstico y se puso pálido. “¿Recuerdas el nombre de los especialistas que te recomendó tu médico?”, preguntó en un susurro.
“¡Claro que sí!”, dijo con seguridad. “¡Eran el Dr. Tulio Fernández, la Dra. Karina Sánchez y el Dr. Demetrio Moreno!”.
Para sorpresa de Sandy, el visitante se puso de pie, con lágrimas corriendo por su rostro. “¡Soy el Dr. Demetrio Moreno y estoy aquí de la mano de Dios para ayudar a tu bebé!”.
Después de que Demetrio examinara a Jimmy e hiciera varias llamadas telefónicas para organizar el transporte de toda la familia al hospital donde él trabajaba para iniciar el tratamiento del bebé, le hizo una extraña solicitud.
“Sandy”, dijo en voz baja. “¿Me enseñarás a orar?”.
“Eso no es necesario”, respondió ella suavemente. “Simplemente, abre tu corazón y habla con Dios, eso es todo”.
En esa pequeña cocina en medio de la nada, el Dr. Moreno se arrodilló y dijo: “Dios, perdóname todos estos años de orgullo y arrogancia. Ahora sé que no soy más que una herramienta en tus manos, y humildemente me entrego a ellas”.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Ya sea que creamos en Dios o no, debemos respetar las creencias del prójimo, en especial si nos acogen generosamente bajo su techo.
- La fe y el poder de la oración pueden mover montañas. La fe de Sandy y sus oraciones coincidieron con la llegada del especialista que necesitaba para salvar la vida de su hijo a su puerta, y para muchos, eso no fue casualidad.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Te puede interesar: Mujer accidentalmente se encuentra a su hijo biológico de 7 años al que no conocía - Historia del día
Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.