Mujer rica sigue a su hija y descubre que visita un viejo garaje todos los días - Historia del día
Una mujer nota que su hija de 10 años regresaba tarde de la escuela con la ropa sucia y decide seguirla. Cinco años después, recibe una nota sobre cómo ese acto cambió la vida de alguien para siempre.
Cuando Sharon Bandri decidió criar sola a su hija Karen, sabía que las cosas no iban a ser fáciles. Ella era una huérfana sin parientes vivos y su esposo Kike, resultó ser un mujeriego, a pesar de haberle jurado amarla hasta el final de su vida.
En el momento en que Sharon descubrió que estaba casada con un infiel, no dudó en confrontarlo y echarlo de su casa. No quería estar con un traicionero como Kike y decidió que criaría sola a su hija. Era una mujer independiente y le dio una buena educación a Karen.
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Así que Karen creció y se convirtió en una niña dulce y cariñosa que ayudaría a cualquiera que lo necesitara. Sharon se sintió orgullosa de que, a pesar de ser madre soltera, había criado bien a su hija. Pero su percepción cambió el día que notó que su retoño comenzaba a llegar tarde de la escuela...
"¿Un parque?". Sharon preguntó sospechosamente. Karen había llegado tarde a casa de la escuela ese día, y Sharon se quedó perpleja cuando vio a su hija cubierta de polvo con algunas ramitas de hierba seca en el cabello.
"Sí, mami. Fui a un parque a jugar con mis amigos, y así fue como se ensució mi ropa. Iré a cambiarme primero", respondió la niña, sonriendo mientras corría a su habitación.
Sin saber bien por qué, Sharon tenía problemas para creer que Karen estuviera diciendo la verdad. Las madres tienen un instinto que las alerta de inmediato si su hijo está mintiendo o no. Y el corazón de Sharon tenía la sospecha de que la niña le estaba ocultando algo. Y resultó que tenía razón...
Durante tres días seguidos, Karen regresaba tarde de la escuela y todos los días su uniforme estaba sucio y cubierto de polvo.
Sharon trabajaba como doctora en un hospital y, como su turno solía ser durante el día, le había pedido a la vecina de al lado, la Sra. Blanca, que cuidara a su hija hasta que llegara a casa.
Su turno se había cambiado recientemente a la noche, por lo que salía de casa después del almuerzo. Fue entonces cuando notó que Karen llegaba tarde de la escuela. Cada vez que le preguntaba por qué, la niña le respondía que estaba jugando con otros niños y que por eso su ropa estaba a menudo sucia.
Cuando le preguntó al respecto a la Sra. Blanca, pensando que podría saber algo, se enteró de que Karen nunca había regresado tarde de la escuela mientras estaba bajo su cuidado.
Sharon se asustó aún más, por lo que solicitó un permiso de ausencia al día siguiente y decidió recoger a Karen de la escuela. Sin embargo, cuando llegó allí, supo que su hija ya se había ido.
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"¿Ella se fue?", preguntó.
"Sí, señora Bandri. Karen se va inmediatamente después de que terminan las clases. ¿Hay algún problema?".
"Oh, no... yo... yo solo quería sorprenderla, así que decidí venir a buscarla hoy", mintió Sharon, quien agradeció al personal de la escuela y luego se fue.
Sin embargo, cuando regresó a casa, Karen todavía no estaba allí. Se preocupó porque había revisado los parques cercanos e incluso les había preguntado a algunos de sus amigos que conoció durante la salida.
Todos le dijeron que Kathy se había ido poco después de las clases y nunca se reunían después del horario escolar. “¿A dónde ha estado yendo? ¿Está haciendo algo malo?”, pensó Sharon con preocupación.
De repente, la puerta principal se abrió y la niña entró. "¡Karen!", gritó Sharon preocupada. "¿Dónde estabas? ¿Y qué es esa herida en tus rodillas?".
"Ay, mami..." Karen vaciló. "No es nada. Solo me tropecé mientras jugaba con los niños".
"Cariño, tienes que decirme..." Sharon apenas había comenzado a hablar cuando sonó su teléfono. "Sí, sí, está bien, allí estaré".
Desafortunadamente, su permiso laboral fue cancelado debido a una emergencia y su jefe le había pedido que se presentara en el hospital de inmediato.
No quería irse y quería enfrentarse a Karen, pero no podía. Le pidió a la Sra. Blanca que la cuidara mientras estaba fuera y le indicó que no debía dejar sola a su hija.
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Sin embargo, había decidido que averiguaría adónde iba su la niña todos los días después de la escuela, así que al día siguiente llegó a la escuela media hora antes de la salida para buscarla.
Poco después de que sonara la campana de la escuela para la salida, vio a Karen en la puerta de la escuela, pero en lugar de dirigirse a su casa, la niña corrió hacia una calle vecina paralela a la institución.
Sharon la siguió en silencio, temblando de asombro porque su hija había mentido y probablemente estaba haciendo algo malo, y se encontró en un viejo garaje abandonado.
Estaba ubicado en un área remota, y no había una sola alma a la vista. Sharon no pudo seguir con su auto, así que lo estacionó y siguió a Karen adentro a pie.
Unos segundos más tarde, la puerta principal del garaje se abrió y Karen sonrió al entrar. "¡Karen! ¡Detente ahí mismo!", gritó su mamá mientras corría al garaje antes de que la puerta se cerrara.
La chica se dio la vuelta y su sonrisa se desvaneció. "¿Mamá?".
"¡Karen! Me dijiste..." Sharon acababa de empezar a hablar cuando un cachorrito corrió hacia ella y empezó a ladrar. Miró alrededor del garaje y notó a una anciana sentada en una luz tenue, rodeada por varios perros.
"¿Qué diablos? ¿Qué es este lugar? ¿Y quién eres tú?", preguntó, aterrorizada, abrazando a Karen mientras la mujer mayor se acercaba. Era frágil, delgada como un palo y ligeramente encorvada.
"¿Eres la madre de Karen?", preguntó la anciana con voz temblorosa.
"¿Por qué te importa?", espetó Sharon. "¡Aléjate de mi hija! ¡Y no te atrevas a seguirnos!", dijo mientras tomaba la mano de Karen y se preparaba para marcharse. Pero las palabras de la mujer la detuvieron.
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"Solo quiero darle las gracias, señora Bandri. Crio bien a su hija. Ella me ayudó cuando mis hijos no lo hicieron".
Sharon se detuvo y se dio la vuelta, perpleja. La mujer le dedicó una sonrisa. "Es gracias a Karen que estoy viva, señora Bandri. Si no le importa, ¿podemos sentarnos y hablar? No puedo estar de pie por mucho más tiempo".
"Sí, mami", intervino Karen. "La señora Gisela está sola. No tiene amigos, pero es muy agradable".
Sharon todavía estaba confundida por la situación, pero siguió a la Sra. Gisela y, mientras se sentaban en un banco, la mujer mayor le contó toda su historia.
Resultó que sus hijos la habían echado de la casa después de la muerte de su esposo, alegando que no querían cuidarla. Deambuló por las calles en busca de trabajo, pero a los 90 años nadie la contrataba, así que empezó a mendigar, a pedir comida, dinero y ropa a los transeúntes.
Se hizo amiga de una perra y sus cachorros mientras deambulaban por las calles. La llevaron al viejo garaje donde viven y ella comenzó a vivir con los canes.
Conoció a Karen mientras pedía comida en las calles un día. Todos la habían ignorado excepto la niña, quien le ofreció el almuerzo escolar.
La Sra. Gisela la llevó al garaje un día porque la niña quería ver dónde vivía. Desde entonces, la visitaba todos los días después de la escuela y le traía comida del comedor escolar para ella y los perros.
"Pero, ¿por qué mentiste, Karen?", preguntó Sharon, preocupada. "Hiciste algo tan bueno al ayudar a alguien que lo necesitaba. Podrías habérmelo dicho, cariño".
"Lo siento, mami", se disculpó Karen. "Pensé que te enfadarías. Pero... ¿podemos llevarla a casa? Por favor, por favor, y a los perros también, mami, ¿por favor?".
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"Ummm..." Sharon vaciló, sonriendo. "Bueno, podemos. Pero tendrás que prometerme que cuidarás bien de los perros. ¿Me lo prometes?".
"¡Sí, mami! ¡Gracias!".
"Por favor, venga con nosotros, señora Gisela. No puedo ayudarla mucho, pero mi hija y yo vivimos solas y nos encantaría tener su compañía".
La mujer mayor no podía dejar de llorar. "No sé cómo pagarte. ¡Gracias!".
Aunque la Sra. Gisela dijo que no podría devolverle el favor a Sharon, finalmente lo hizo. Cinco años después, cuando falleció, Sharon encontró una nota junto a su cama.
La anciana la había dejado debajo de un hermoso anillo, que siempre afirmaba con orgullo que su marido le había regalado en un aniversario de bodas.
Sharon levantó la joya y sacó la nota para leerla.
"Queridas Sharon y Karen, no puedo expresar cuánto significan ambas para mí. Ustedes dos me cuidaron como mi familia cuando no tenía a nadie a mi lado. Soy una mujer pobre y nunca podré devolverles el favor que ustedes dos me hicieron…”
“Pero a cambio de su amabilidad, les he dejado algo que significa mucho para mí. Espero que hayas encontrado mi anillo. Te dije que me lo regaló mi esposo, pero nunca te dije que valía millones”.
“Cuando estaba pasando por un momento difícil, la idea de venderlo pasó por mi mente varias veces. Pero me resistí y no lo vendí porque quería mucho a mi marido…”
“Es un anillo antiguo que le regaló su abuela. Espero que te ayude cuando necesites un auxilio financiero. Cuídense mucho ustedes y a los adorables perros. Con amor, Gisela”.
Sharon agradeció a la Sra. Gisela en sus oraciones por dejarles su posesión más querida a ella y a su hija, pero nunca la vendió.
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En cambio, se lo dio a Karen antes de su boda y le dijo que debería mantener el anillo a salvo y pasárselo a la próxima generación como parte de su herencia familiar. La Sra. Gisela había sido parte de su hogar y la llegaron a amar mucho.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La consideración y amabilidad a menudo son más valiosos que mucho dinero: La Sra. Gisela se sintió conmovida por la generosidad de Karen y Sharon. Su amor significaba tanto para ella que no dudó en darles su posesión más valiosa.
- El amor es lo que hace a una familia: Los hijos de la Sra. Gisela la echaron, pero Karen y Sharon la recibieron como parte de su familia. ¡Todos deberíamos tratar de ser como ellas!
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