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Una mujer mayor en una silla de ruedas | Foto: Shutterstock
Una mujer mayor en una silla de ruedas | Foto: Shutterstock

El día de San Valentín, señora que casi no reconoce a sus hijos se encuentra con el hombre que perdió hace 56 años - Historia del día

Mayra Pérez
06 mar 2022
18:20

Una anciana que apenas puede reconocer a sus propios hijos experimentó un verdadero milagro, cuando el amor que perdió hace 53 años la visita en el Día de San Valentín y ella lo reconoce.

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Margarita Hidalgo, de 81 años, estaba confinada a una silla de ruedas, casi inmóvil e inexpresiva. Pero no siempre fue así. Solía ​​ser una mujer vibrante y alegre que no dejaba de sonreír y la muerte de su esposo la dejó devastada y envejeció en poco tiempo.

Seis años atrás, estaba ocupada preparando el almuerzo cuando sonó el timbre. Pensando que era su esposo, Roberto, se apresuró a abrir la puerta, pero cuando vio otra persona en la entrada sintió que algo apretaba corazón.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Un oficial de policía le había notificado que su esposo había muerto en un accidente automovilístico. Dijo que había obtenido la dirección de Roberto de su licencia de conducir y que necesitaba que lo acompañara a identificar el cuerpo.

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“Debe haber cometido un error, oficial”, susurró ella, temblando y a punto de llorar, mientras recuperaba la licencia de conducir de su mano. “Roberto... él... él no puede irse así... Él solo estaba…”, dijo antes de colapsar.

El oficial llamó a una ambulancia y la llevó al hospital. Cuando despertó, él ya estaba sentado junto a su cama. Describió amablemente cómo había llegado al hospital y le preguntó si tenía otros familiares a los que pudiera contactar.

Margarita, con manos temblorosas, anotó los números de contacto y las direcciones de sus hijos y se los dio al oficial. Más tarde esa noche, su hijo Alberto y su hija Clara la visitaron.

“¡Mamá! ¿Estás bien? Ya supimos lo que le pasó a papá”, los ojos de Clara se llenaron de lágrimas mientras la abrazaba. “Está bien, mamá. Todo estará bien”.

“Sí, mamá. Nos quedaremos contigo por un tiempo. No pasarás por esto sola”, agregó Alberto para consolarla. Pero nadie podría haber imaginado que todo empeoraría rápidamente...

Un año después de la muerte de Roberto, Alberto, su esposa y Clara habían visitado a Margarita en Navidad. Cuando fueron a llamar a su madre para cenar, la encontraron sentada en su cama, mirando por la ventana.

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“Mamá, ¿te pasa algo? ¡Te he estado llamando para cenar durante un buen rato!”, dijo Clara, algo preocupada.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“¿Qué hora es?”, preguntó Margarita, dándose la vuelta. “¿Y quién eres tú? ¡Por favor llama a mi esposo Roberto! He estado buscando sus pertenencias, pero no puedo encontrarlas. ¿Por qué su armario está vacío?”.

Clara estaba atónita. “¡Mamá! ¡Soy Clara! ¡Y papá ya no está con nosotros! ¡Lo perdimos hace un año! ¿No lo recuerdas?”.

“¡Cállate!”, arremetió Margarita. “¿Cómo te atreves a decir algo tan horrible sobre mi esposo? ¡Fuera de mi casa!”, añadió mientras arrastraba a Clara fuera de su habitación.

Cuando vio a Alberto allí, se sintió aún más furiosa. “¿También trajiste a tus amigos? ¿Cómo diablos puedes invitar a alguien a mi casa sin mi permiso? ¡Voy a llamar a la policía ahora mismo!”.

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“¡Mamá!”, exclamó Alberto. “¡Por favor, míranos bien! ¡Soy Alberto, tu hijo! Esta es mi esposa, Silvia, y esa es tu hija, Clara”, continuó, señalando algunas fotos que adornaban la sala de estar.

Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Margarita mientras miraba las fotos. “Y Roberto... ¿Adónde ha ido Roberto? Necesito contactarlo. Clara, ¿adónde ha ido tu padre? ¿Por qué no está en casa todavía?”.

Clara se quedó sin palabras. Ella y su hermano lograron persuadirla esa noche de que pronto regresaría a casa; sin embargo, sabían que su madre no estaba bien. Así que la llevaron al médico al día siguiente y sus sospechas se confirmaron.

Margarita sufría de Alzheimer. Estaba en sus primeras etapas, pero podría complicarse mucho si no la cuidaban adecuadamente. Clara y Alberto hicieron todo lo posible para evitar que su condición se deteriorara.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Resolvieron cuidarla durante seis meses cada uno y pasar suficiente tiempo con ella los fines de semana. Pero su deterioro fue galopante, y un año después, apenas lograba reconocerlos.

Un día, Margarita acababa de despertarse y estaba sentada en su cama cuando Clara entró para darle el desayuno. Cuando la vio, entró en pánico. “¡Aléjate de mí! ¡Me quiero ir a mi casa! No podrás mantenerme aquí por mucho tiempo”.

Clara hizo un gran esfuerzo por calmar a su madre, e inclusive llamó a su hermano para que la ayudara. Ese día, se dieron cuenta de que no mejoraría. Así que decidieron que era hora de enviarla a un geriátrico, donde recibiría la atención adecuada.

Llamaron al médico y le dijeron que la llevarían a un asilo de ancianos al día siguiente. Clara comenzó a preparar el bolso de Margarita y decidió incluir algunas cosas de Roberto. Fue al depósito y, mientras sacaba algo de un estante alto, una caja de cartón cayó al suelo, dejando a la vista un álbum de fotos y varias cartas.

Clara intentó poner todo en su lugar cuando algo llamó su atención. Abrió las antiguas cartas una por una y para su sorpresa, pertenecían a un tal Andrés Mastrángelo. También pudo encontrar algunas fotos de él.

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Por lo que pudo deducir, cuando su madre tenía 23 años, estaba comprometida con este hombre. Estaban locamente enamorados y eran inseparables, pero él debió partir a la guerra y nunca regresó.

“Regresaré, Margarita. Te lo prometo”, decía en una de ellas, en la que se despedía antes de partir.

Más adelante, él le dijo en cartas que había estado inconsciente durante un año después de la guerra porque lo habían herido de gravedad. Le dijo que sabía que ella se había casado, y que por esa razón no regresaría.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Tras leer la mayor parte de las cartas, Clara tuvo una idea. “¡Alberto!, ¡Encontré estas cartas en el almacén! ¿Sabías que mamá tuvo otro prometido? ¡Nunca lo supe! Incluso tiene unas fotos de él; se llama Andrés Mastrángelo”.

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Alberto se encogió de hombros. “¿Cuál es el punto de todo esto? Hablé con el Dr. Espinoza. Dijo que es posible que necesitemos algunos documentos…”.

“¡Escúchame! ¿Qué pasa si estas cartas y fotos pueden ayudar a mamá a recordar?”.

“Clara, hemos intentado todo. No creo que esto ayude. Le mostramos nuestras fotos de bebé y las cosas de papá, pero apenas reconoció nada. ¡No va a reconocer nada de eso con seguridad!”.

“¿Tal vez si lo hacemos en orden? ¿Comenzamos con estas cartas y fotos, luego mostramos las fotos de papá y finalmente las nuestras?”.

“Haz lo que quieras. Sin embargo, sé que no ayudará”, murmuró Alberto mientras se alejaba. Más tarde esa noche, cuando Clara le mostró las imágenes a su madre, ella comenzó a sollozar después de ver las imágenes de Andrés.

“Él... Él…”, murmuró algo que era difícil de entender, pero Clara tenía la inquietante sensación de que había algo en este hombre que podría ayudar a su madre a mejorar.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Esa noche, entró a Facebook y empezó a buscar al hombre del pasado de su madre. Vio varios perfiles hasta dar con un hombre que se parecía mucho al joven Andrés. En su foto de perfil estaba con una mujer, y su estado civil decía “viudo”.

Decidió contactarlo y enviarle un mensaje. Una semana más tarde, obtuvo una respuesta. Aceptó visitar a Margarita para el día de San Valentín.

Cuando entró en la habitación de Margarita con un ramo de sus flores favoritas, la mujer mayor no podía quitarle los ojos de encima. Sus ojos se llenaron de lágrimas y fue la primera vez en tantos años que finalmente reconoció a alguien. “¿Andrés? Eres tú…”.

“Sí, Margarita”, dijo, cayendo de rodillas y entregando las flores a la primera mujer que amó. “Aún te encantan las flores, ¿cierto?”.

“Oh, si, ¡te acordaste!. Pero, ¿por qué estás llegando tan tarde? Ayer dijiste que me llevarías a cenar y no lo hiciste”.

“Lo siento, llegué tarde, Margarita. Pero ya no me iré, ¿de acuerdo?”. La mujer mayor asintió, con los ojos llorosos, mientras Clara y su hijo Alberto brincaban de emoción al ver a su madre así.

Más tarde se enteraron de que Andrés se había casado con una mujer llamada Diana después de regresar de la guerra, y nunca tuvieron hijos. Él la había perdido por cáncer hace tres años. Además, se había sorprendido cuando recibió el mensaje de Clara, porque no esperaba volver a ver a su novia de antaño nunca más.

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En la actualidad, Margarita sigue teniendo días difíciles en los que se olvida de casi todo, pero son cada vez más escasos. El Dr. Espinoza está bastante perplejo, ¡piensa que es como un milagro! Y todos están muy contentos de que Andrés y Margarita estén juntos y felices.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Los milagros suceden a diario. Increíblemente, Margarita pudo reconocer a su novio de la juventud, Andrés, tras su visita y a partir de ese momento comenzó a mejorar.
  • No pierdas la esperanza. Clara se llenó de fe cuando encontró las cartas y fotos de Andrés, y no dudó en contactarlo confiando en que ayudaría a su madre, y así fue.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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