Cajero pobre recibe herencia de un cliente anciano y ciego del supermercado - Historia del día
Un joven pobre que trabajaba como cajero se enriqueció de forma inesperada luego de pasar una curiosa y particular prueba elaborada por un misterioso cliente ciego.
Luis Pargo era un niño promedio que solo intentaba vivir su vida. Sus padres eran agricultores de pueblo, pero se habían mudado a la gran ciudad tras quebrar y tener que vender su tierra.
Tanto Luis como sus padres crecieron en el campo, por lo que sus tierras tenían valor sentimental para la familia. Sin embargo, tuvieron que venderlas al codicioso Sr. Rondón, que las había deseado por años.
Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Shutterstock
Luego de mudarse a la ciudad, sus vidas tranquilas y felices cambiaron de la noche a la mañana. Ahora, todo era desayunos apresurados y disputas por dinero entre los padres de Luis.
Las peleas crecieron con el tiempo y un día los llevaron a la muerte. Regresaban de un día familiar en la playa cuando empezaron a discutir por dinero una vez más.
Se dejaron llevar tanto que no vieron el camión que se dirigía hacia su auto. El único que sobrevivió al accidente fue Luis, en el asiento trasero.
La vida no fue fácil para él, siendo huérfano y sin parientes. Pasó semanas escondido en el pequeño apartamento, pasando su duelo. Eventualmente consiguió trabajo en una tienda de abarrotes como cajero.
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Una mañana, sonó la campana de la puerta de la tienda. Luis levantó la mirada y vio a un par de personas: una niña de unos once años, y un anciano con un bastón.
Llevaba un sombrero de ala ancha y gafas oscuras, y Luis supo que era ciego. La niña saludó a Luis dulcemente, y él le devolvió el saludo con una amable sonrisa.
La chica le devolvió la sonrisa y condujo al hombre ciego hacia los estantes. Poco a poco recorrieron la tienda, y ella fue tomando los artículos que él le pedía y poniéndolos en la cesta.
Luis vio todo el proceso. Cuando la chica llegó a la registradora con el ciego, dijo que debía ir a buscar un taxi para el hombre y salió de la tienda.
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Luis se sintió algo nervioso, y trató de enfocarse en la venta. "¿Me estará mirando?", se preguntó, mirando discretamente al anciano, que estaba quieto como una estatua con el rostro dirigido hacia Luis.
"Pero está ciego, ¿por qué mira hacia acá si no me puede ver?", pensó Luis. Poco a poco empacó todos los artículos que había traído el hombre en la cesta.
"Son 25 euros", dijo el chico al hombre. "Ah... mi asistente salió un momento. ¿Puede usted tomar los 25 euros?", preguntó el anciano y le entregó una paca de billetes. Luis quedó atónito.
Había al menos unos 1.500 euros, quizás más. Su corazón comenzó a latir con fuerza. El hombre ciego estaba inmóvil. Luis podría fácilmente tomar varios billetes y nadie nunca se daría cuenta.
"No. Ese no soy yo. No puedo hacer algo así", se dijo a sí mismo, a pesar de que por dentro, se moría por tomar varios cientos de euros y meterlos en su bolsillo.
Luis tomó exactamente 25 euros y le devolvió el resto al anciano. Trató de disimular el breve momento de tentación, a pesar de que nadie le estaba viendo el rostro.
Poco después volvió la asistente del anciano. El hombre y ella intercambiaron algunas palabras en voz baja, tras lo cual, el anciano se acercó a Luis.
"Es la quinta vez que entro a una tienda y repito ese pequeño ejercicio, pero usted es el primero en pasar la prueba, devolviéndole mi dinero", explicó.
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"Ayer su colega me devolvió la paca que le di, pero cambió los billetes de 100 por billetes de 1. Mi asistente me lo dijo, y él trató de negarlo, pero había un testigo, así que no tuvo otra opción que devolver mi dinero".
Entonces, colocó una llave en el mostrador y sonrió. "Mi chofer está esperando afuera. Le pedí a esta joven que me trajera esto porque sospechaba que usted sería diferente de sus colegas".
"¿Como lo supo?", preguntó Luis. "Te escuché saludar a mi asistente. Los demás nos ignoraron hasta que tuvieron que lidiar con nosotros. Eso es todo", respondió.
El hombre y la chica ya estaban comenzando a irse cuando Luis recordó la llave. "¿Y esto, qué abre?", preguntó el joven. "Hay un vestuario en el gimnasio a la vuelta de la esquina. Hay algo para ti en ese casillero", dijo el hombre.
Luis esperó horas a que terminara su turno. Eventualmente, salió del trabajo y corrió al gimnasio. La llave abrió el casillero y Luis encontró una mochila llena de dinero adentro. También había una nota.
"¡Si encontraste esto, debes ser muy amable y honesto! A diferencia de mis hijos y nietos que siempre me engañaron y usaron. Usa el dinero para ti. Cuando puedas, ayuda a otra persona también. No dejes que el ciclo termine aquí".
Luis no podía creer su buena suerte. Tomó el dinero y lo primero que hizo fue comprar las tierras de sus padres y revitalizarla en su honor.
Vivió el resto de su vida como agricultor en la paz de la vida rural, pero nunca se olvidó del ciego. Más adelante, Luis inició una fundación en su pueblo para ayudar a los agricultores en crisis financiera a obtener préstamos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La bondad hace eco. Hacer una buena acción tiene un gran impacto en la persona que la recibe, y esa persona probablemente tendrá un impacto similar en otra persona que necesite ayuda, porque la bondad es contagiosa.
- Reprime la codicia. Luis estuvo tentado a ceder ante su codicia, sin embargo, con fuerza de voluntad, pudo reprimir ese deseo. Al final, fue recompensado por ello, y eso fue suficiente para cambiar su vida.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.