Hombre sin hogar finge ser médico para ganarse el corazón de la mujer que ama - Historia del día
Un hombre que sufrió un accidente fue trasladado al hospital, donde se enamoró de la doctora que lo atendió. Para ganarse su corazón, fingió ser algo que no era.
Lo último que recuerda José Rodríguez es el sonido de los frenos de un carro y una luz deslumbrante delante de él. Cuando abrió los ojos, vio un rostro dulce frente a él.
La mujer decía: "¿Me oyes? Estás en el hospital. Has tenido un accidente, pero te vas a poner bien". Entonces una mano suave le acarició la cara. Hacía años que nadie le había tocado con tanta amabilidad.
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Los padres de José habían muerto en un accidente de coche cuando tenía catorce años, y dos años después, se escapó de la casa de acogida para buscar al hermano de su madre.
Encontró a su tío y rápidamente se dio cuenta de que el hombre apenas podía cuidar de sí mismo, y mucho menos asumir la responsabilidad de un adolescente. Así que José empezó a hacer trabajos esporádicos, durmiendo en albergues cuando podía y en la calle cuando no.
No era una vida fácil, especialmente durante el invierno, pero de alguna manera sobrevivió a la despiadada vida en las calles durante casi diez años. José tenía un plan. Había estado ahorrando cada céntimo que ganaba y, costara lo que costara, iba a ir a la universidad.
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Ahora estaba de espaldas en un hospital, y se sentía como si estuviera malherido. Había varias personas a su alrededor, dos de ellas parecían enfermeras, y hablaban con la mujer de rostro dulce, llamándola "doctora".
Entonces alguien inyectó a José y perdió el conocimiento. Cuando se despertó, estaba en una cama de hospital, con una vía intravenosa y rodeado de máquinas que pitaban. Intentó incorporarse.
"¡Por favor!", dijo. "¡Quítenme esto!".
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Una amable mujer mayor se acercó y lo tranquilizó. "Ahora, cálmate. Estás a salvo. La doctora te ha salvado la vida, ¿sabes?"
"¿La doctora?", preguntó José. "¿Cómo se llama?".
"Elizabeth Contreras", dijo la enfermera. "¡Y ahora creo que necesita dormir!".
José estuvo en el hospital unos días más, y vio a Elizabeth varias veces. No podía creer que esta encantadora mujer lo tocara sin aparente repugnancia. Él sabía qué aspecto tenía, con su pelo enmarañado y su larga barba.
Cuando tuvo fuerzas para caminar, José se escapó del hospital. No tenía seguro ni dinero suficiente para pagar el tratamiento que había recibido. Pero durante las siguientes semanas no pudo quitarse de la cabeza a la encantadora doctora.
Tenía que volver a verla, pero ¿cómo? Entonces se le ocurrió una idea. Con sus ahorros compró un pantalón y una camisa. Fue al barbero, se cortó el pelo y se afeitó.
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Esa tarde, José se coló en el hospital y robó una bata. Vio un estetoscopio sobre un escritorio y se lo colgó al cuello.
Entró en Urgencias y vio a Elizabeth allí. Una enfermera que él recordaba la estaba regañando: "¡No ha comido nada en 12 horas, doctora!".
"Está bien, Ana", dijo Elizabeth con una sonrisa cansada. "Bajaré a la cafetería a comer un sándwich". Se dirigió a la puerta y José la siguió hasta la cafetería.
Compró un poco de sopa y se acercó a donde Elizabeth estaba sentada sola. "¡Hola!", dijo con su mejor sonrisa. "¿Te importa si me siento?".
"En absoluto", le respondió Elizabeth con una sonrisa. Así que se sentó y empezó a contarle a Elizabeth de forma casual que era un residente de primer año que trabajaba para convertirse en pediatra. Charló sobre la ciudad y le preguntó sobre ella.
Durante las dos semanas siguientes, se "encontró" con Elizabeth varias veces en la cafetería y se armó de valor para invitarla a salir. Para su sorpresa, ella aceptó. "Espero que te apetezca una hamburguesa con patatas fritas", dijo José sonriendo.
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A Elizabeth le gustó la idea y su primera cita fue rápida, seguida de muchas más. José estaba enamorado, y el hecho de mentirle a Elizabeth empezaba a cansarle. Quería decirle la verdad, pero no quería perderla...
Quedó en reunirse en su restaurante favorito, decidido a contarle todo a Elizabeth, pero cuando miró a la mujer que amaba a través de la mesa, se puso nervioso.
De repente, una voz desesperada gritó: "¡Mi bebé! Se está ahogando".
Elizabeth y José se pusieron de pie rápidamente. En la mesa contigua a la suya, una mujer sostenía a una niña de dos años que tenía la cara roja. José llegó en cuestión de segundos y cargó a la pequeña con cuidado.
Como tenía conocimientos básicos de primeros auxilios, apretó con cuidado el estómago de la niña, quien enseguida tosió un trozo de pan de hamburguesa.
En ese momento, la chiquilla empezó a respirar con normalidad y a llorar, y la madre le dio a José un beso de agradecimiento. Elizabeth le sonrió. "¡Parece que tengo competencia, doctor!".
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José respiró profundamente. Era ahora o nunca. "Elizabeth", dijo, "te he estado mintiendo. No soy quien crees que soy. No soy un médico...".
Elizabeth tomó su perro caliente y le dio un gran bocado. "Lo sé", dijo con calma.
"Cuando sepas lo que soy, no me querrás cerca...", continuó, y entonces se dio cuenta de lo que había dicho Elizabeth. "¿Lo sabes?".
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Elizabeth asintió: "Lo sé. Te reconocí enseguida. Nunca olvidaré al hombre que cosí. He estado esperando a que me lo dijeras".
"¿Lo sabes y aun así saliste conmigo?", le preguntó.
Elizabeth sonrió: "Te quiero por lo que eres, José, no por lo que tienes. Lo que tenemos cambia a lo largo de la vida, pero somos lo que somos no".
Elizabeth y José siguieron juntos. José consiguió un trabajo en el hospital como camillero y empezó a hacer sus exámenes de bachillerato en la escuela nocturna. Tres años después, se matriculó como estudiante de medicina con una beca completa. Su mentira se había convertido en algo tan cierto como su amor por Elizabeth.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Lo que importa es lo que somos, no lo que tenemos: Elizabeth vio lo bueno de José, y eso importaba más que su posición económica.
- Las mentiras son una base inestable sobre la que construir una vida: José se dio cuenta de que amaba demasiado a Elizabeth como para seguir mintiéndole.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.