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Una cigüeña de peluche en la entrada de una casa. | Foto: Shutterstock
Una cigüeña de peluche en la entrada de una casa. | Foto: Shutterstock

Mujer solitaria instala cámara para ver quién ha estado dejando cosas de bebé en su puerta cada día - Historia del día

Mayra Pérez
21 mar 2022
14:50

Una mujer que está viviendo un doloroso luto instala una cámara de video para descubrir quién deja ropa de bebé y juguetes en la puerta de su casa todos los días y eso cambia su vida para siempre.

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Marianne Reinoso respondió a la llamada a su puerta, sin darse cuenta de que dejaría entrar a su vida la angustia y la desesperación. Los dos hombres que esperaban en su puerta vestían uniformes de gala de la Fuerza Aérea y tenían una expresión triste.

Antes de que hablaran, Marianne sabía lo que iban a decir y sintió que sus rodillas se doblaban debajo de ella y que el bebé en su vientre pateaba en señal de protesta. Su marido había muerto. No volvería a casa y nunca abrazaría a su hijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Los días siguientes fueron borrosos para ella. El funeral, los militares presentando armas y el ataúd de Jorge cubierto con la bandera. No podía orar ni hablar, todo lo que podía hacer era mirarlo todo con ojos tristes.

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Le dieron la bandera doblada en un pequeño triángulo y se preguntó qué debía hacer con ella. ¿Se suponía que debía sustituir a su esposo o era una especie de premio de consolación?

Esa noche, Marianne arrojó la bandera a un rincón, se acurrucó en su cama y lloró. Soñó que su esposo estaba a su lado abrazándola, besando sus lágrimas, diciéndole que todo había sido un mal sueño. Y por un breve momento después de despertarse, creyó en el sueño.

Pero su cama estaba vacía y la bandera estaba en el suelo. Esta era una nueva realidad. Hasta se olvidó del bebé que llevaba dentro; todo en lo que podía pensar era en su dolor por la pérdida del único hombre que había amado.

Marianne y Jorge habían sido mejores amigos en la escuela primaria y, de alguna manera, cuando tenían dieciséis años, esa amistad se había convertido en algo más, un amor para toda la vida. Él había sido su alma gemela, su mejor amigo.

Y ella sentía que algo dentro de ella había muerto y estaba enterrado con su esposo, y todo lo que quedaba era una mujer amargada que resentía cada amanecer. Una vez que terminó su licencia, volvió al trabajo y fue un desastre.

Siempre había sido una terapeuta dedicada, pero ahora era indiferente al dolor de los demás y sus pacientes lo sentían. Eventualmente, remitió sus pacientes a un colega y renunció a su trabajo en la clínica de salud mental.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Después de eso, se quedó en la casa con las cortinas corridas. Las únicas veces que se aventuraba a salir era para comprar comida en el supermercado local, a una cuadra de la casa que había compartido con Jorge en su antiguo vecindario.

Todo le recordaba a Jorge, dentro y fuera de la casa. Incluso las personas que veía en su calle y que eran viejos vecinos, algunos de ellos amigos, otros eran personas que los habían visto crecer y asentarse.

Odiaba todo, y sobre todo odiaba a los amigos que la saludaban. ¿Cómo se atrevían a estar vivos cuando Jorge había muerto? Entonces, un día, cuando salió a sacar la basura, encontró algo inesperado en su puerta.

Era una cigüeña de peluche con una sonrisa tonta y que sostenía un pequeño bulto. Junto a la cigüeña había un diminuto suéter tejido a mano en color amarillo pálido. Agarró el juguete y el suéter y miró a su alrededor. ¡Alguien había invadido su propiedad!

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Miró los obsequios. Obviamente era para su bebé... Ella no quería pensar en el bebé. Pensar en el bebé significaba pensar en una vida sin Jorge.

Marianne quería tirar el peluche y el suéter, pero no se atrevía a hacerlo, así que lo dejó en un sillón de la sala de estar donde, con suerte, quedaría enterrado bajo una capa de polvo y olvidado.

¡Pero alguien parecía estar decidido a hacer que Marianne recordara! Al día siguiente, encontró en la puerta de su casa un pequeño juego de botitas y un gorro tejido en el rosa caramelo más pálido, decorado con suaves conejitos blancos bordados.

Marianne entró en la casa y arrojó todo encima de la cigüeña y el suéter amarillo. Estaba enojada. Alguien estaba entrando en su vida, haciéndola pensar en cosas, ¡y pensar era lo último que quería hacer!

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Los misteriosos regalos seguían llegando a todas horas del día. Marianne se escondía detrás de las cortinas en el dormitorio de arriba y se asomaba por la ventana durante horas, pero nunca vio al responsable.

Decidió que tenía que haber una mejor manera, así que fue al centro de la ciudad y buscó una empresa de seguridad. Pidió que instalaran cámaras de vigilancia en su propiedad. Estaba decidida a atrapar al intruso y hacerle pagar por su generosidad no deseada.

El primer día, revisó las cintas y no vio nada. Ese día no hubo regalo y tuvo que admitir que se sintió decepcionada. Se había acostumbrado a los dulces regalitos para el bebé, su bebé.

¡Pasaron tres días y ningún regalo! ¿Había visto el culpable las cámaras? ¿Era por eso que no había más regalos? El corazón de Marianne se hundió y se dio cuenta de que quería saber quién era la persona, pero en realidad no quería que los regalos dejaran de llegar.

Entonces, justo cuando estaba por darse por vencida, llegó a casa de su cita con el médico y encontró un adorable osito de peluche sosteniendo otro par de delicados botines en la puerta. “¡Te tengo!”, gritó emocionada, sonriendo por primera vez en meses.

Marianne revisó febrilmente las imágenes de vigilancia hasta que vio una figura que se acercaba a la puerta principal. El hombre llevaba una gorra de béisbol, por lo que sus rasgos estaban ocultos, y cargaba el osito de peluche.

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Luego, cuando se dio la vuelta para irse, la cámara captó su perfil. ¡Era Leonardo Flores! Leo había sido amigo de Marianne y Jorge por mucho tiempo, y ahora era el propietario del supermercado donde ella compraba.

¿Fue Leo? ¡Por supuesto que tenía sentido! Él había estado fuera durante una semana para visitar a su madre... Pero, ¿por qué diablos hacía esto? Era un viejo amigo, ¡podría haber tocado el timbre! Y entonces Marianne recordó cómo había estado tratando a los viejos amigos que habían aparecido para ofrecerle consuelo y apoyo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

Está bien... Probablemente ella también hubiera sido muy desagradable con Leo, sin importar los regalos que pudiera haber traído para el bebé. Marianne decidió ir al supermercado y tener una charla con su amigo y aclarar algunas cosas.

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Cuando llegó, Leo estaba afuera hablando con un cliente, y se mostró muy sorprendido cuando vio a Marianne ir hacia él, en lugar de caminar con la cara vuelta hacia otro lado como solía hacer.

“¡Marianne!” dijo. “¿Cómo estás?”.

“¡Te agradecería que no entraras sin autorización en mi propiedad!”, expresó Marianne en tono fuerte.

Leo se sonrojó y se puso muy nervioso. “Lo siento, pero no podíamos hablar contigo…”, explicó.

“¿Quiénes?”, preguntó Marianne. “¿De qué personas hablas?”.

“Todos nosotros, tus amigos y los de Jorge”, explicó Leo. “Nos reunimos y decidimos que la mejor manera de sacarte de tu depresión…”.

“¿QUÉ?”, interrumpió Marianne. “¿Cómo se atreven? ¡Estoy DE DUELO por el amor de mi vida, no soy una adolescente revolcándose en la autocompasión!”.

Entonces Leo realmente sorprendió a Marianne. “En realidad, si lo estás. Sí, Jorge se ha ido, pero aún estás viva, y lo mejor de todo es que tienes a tu bebé en camino: el bebé de Jorge”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Un bebé que Jorge nunca verá ni tendrá en sus brazos”, lloró Marianne. “¡Un bebé que nunca conocerá a su padre!”.

“Escúchame, Marianne, porque te quiero, tal como quise a Jorge”, dijo Leo. “Sé que tu corazón está roto, pero tienes un milagro dentro de ti. Ese bebé es tu amor y el amor de Jorge, es un regalo de él para el mundo”.

“Es por eso que comencé a dejar los regalos. Pude ver que te habías olvidado de eso, y quería que recordaras exactamente qué es ese bebé: tu amor por Jorge y el amor de Jorge por ti”.

Cuando escuchó eso, Marianne comenzó a llorar, con abundantes lágrimas curativas, y Leo la abrazó con dulzura.

A partir de ese día, ella dejó de rechazar a todos los amigos que la visitaban o se interesaban por ella. Poco a poco fue recogiendo los hilos de su vida.

También comenzó a armar un álbum de recortes en el que escribió historias sobre Jorge y las pegó en fotos. Cuando sus amigos se enteraron, también comenzaron a traer fotos y a escribir historias. Su bebé iba a conocer al gracioso, amoroso y travieso Jorge a través de sus ojos y los de las personas que lo habían amado.

Leo ayudó a Marianne a pintar la habitación del bebé, a armar su cuna. Con amor, Marianne guardó todos los lindos obsequios en la cómoda y sentó a la cigüeña de aspecto tonto en la cuna.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Estaba lista para recibir a su hija en un hogar donde Jorge fuera recordado con alegría y no con dolor. Dos semanas después, Marianne llamó a Leo y le pidió que la llevara al hospital. Su parto fue largo, pero él estuvo a su lado durante todo el proceso.

Cuando los médicos pusieron a su bebé en sus brazos, Marianne se olvidó por completo del dolor. ¡Su pequeña niña tenía un mechón de cabello negro como la brea y ojos azules brumosos como los de Jorge!

“Mira, Leo”, dijo Marianne. “¡Ella es como Jorge! ¡La llamaré Jorgina!”.

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Leo estaba sonriendo y tomando fotos de Marianne y la bebé. “¡Es tan linda!”, dijo. “¡Jorge nunca fue tan lindo!”.

Marianne estalló en risas. “¡Sí que lo era!”, dijo con algunas lágrimas en los ojos, y su hija frunció el ceño y comenzó a llorar.

“¡Oh, mira!”, dijo Leo. “Ella tiene tu voz y tu temperamento…”.

No fue fácil, por supuesto, hubo días difíciles en los que Marianne estaba segura de que no podría superarlo, pero lo hizo, y Leo siempre estuvo ahí para echar una mano.

Cuando Jorgina tenía dos años, Marianne encontró un ramo de rosas rojas en la puerta de su casa. No necesitaba mirar las imágenes de vigilancia para saber quién lo había dejado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Esa noche, Leo vino a ver a Jorgina y tenía una confesión que hacer: “Marianne, te amo, siempre te he amado. Sé que no soy Jorge, pero ¿podrías amarme un poco? Te lo prometo. Seré un buen esposo para ti y un padre para tu preciosa niña…”.

Marianne lloró un poco porque sabía que finalmente tendría que despedirse de Jorge y comenzar una nueva vida, pero aceptó y seis meses después, se casó con Leo y comenzó a trabajar en su final feliz.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Cuando sufrimos, es difícil recordar todas las cosas positivas de nuestra vida. Leo se dio cuenta de que Marianne estaba de duelo y había olvidado que todavía tenía una parte de Jorge con ella: su bebé.
  • No importa lo oscuras que se vuelvan nuestras vidas, siempre hay un momento en el que tenemos que elegir buscar la luz. Marianne tuvo que dejar de lado su dolor para poder darle a su hija una vida feliz.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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