Empresaria visita a sus abuelos por primera vez en años y encuentra su casa en ruinas - Historia del día
Linda era una mujer profesional a la que no le importaba nada más que el trabajo. Un día, hojeó un álbum de fotos y recordó su infancia con sus abuelos. Entonces decidió visitarlos. Sin embargo, cuando llegó a su barrio, este había sido demolido. Luego, Linda vio algo que la dejó sin palabras.
La mujer bajó el techo de su descapotable y disfrutó por primera vez del aire que corría por su pelo. Hacía tiempo que no disfrutaba de un día libre, pero hoy era especial. Iba a conducir hasta los suburbios para visitar a sus abuelos.
Después de años de construir una carrera y una reputación en el mundo corporativo, estaba lista para un descanso. Además, quería ver la cara de orgullo de su abuelo cuando llegara con su whisky favorito. También iba a llevar flores y la tarta más cara de la pastelería más prestigiosa. Les encantaría.
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Después de un rato conduciendo, por fin se acercó a su barrio, pero pensó que el GPS tenía que estar equivocado. Por alguna razón, todas las casas de la zona estaban demolidas hasta los cimientos. Se detuvo frente a la dirección de sus abuelos y vio el mismo panorama.
Tras aparcar el auto, Linda se bajó, se quitó las gafas de sol y miró a su alrededor confundida. Era la dirección correcta. "¿Qué está pasando?", se preguntó, y empezó a caminar, con sus tacones de aguja haciendo un sonido inconfundible en la grava. De repente, llegó a un cartel en una esquina y se quedó boquiabierta.
Era un anuncio de su empresa. Iban a construir un centro comercial en esa zona, y todas las casas habían sido compradas con ese fin.
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Linda conocía las prácticas de su empresa. No era la propietaria, pero era una de las principales responsables. Estaba al tanto de cómo sus abogados presionaban a la gente para que les vendiera sus casas. Pero nunca había sido testigo de las consecuencias. Ahora que sus abuelos habían pasado por ello, se dio cuenta de lo horrible que era y se comprometió a corregir las prácticas de la empresa tan pronto como pudiera.
Pero aun así, llamó inmediatamente a su asistente y le gritó durante un rato.
"Sra. Bermúdez. Usted firmó el contrato del edificio de los suburbios. Tengo todos los papeles aquí. Esto debe haber sido hace unos seis meses. La empresa compró la última casa hace dos meses y, según tengo entendido, ya hemos empezado a trabajar en la obra", dijo su secretaria, y Linda cerró los ojos, llevándose la mano libre a la frente en señal de frustración.
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"Lo siento, Julia. Gracias", se disculpó ante su secretaria y colgó el teléfono. "Pero, ¿qué ha pasado con mis abuelos?", se preguntó.
Llamó a sus teléfonos móviles, pero ninguno de los dos contestó. Entonces tuvo que llamar a su madre.
"Linda, tus abuelos se mudaron a una residencia de ancianos hace tres meses", le dijo cuando ella le preguntó qué había pasado.
"¿Qué? Mamá. ¿Cómo pudiste dejar que eso sucediera? Yo no deseaba esto", dijo Linda, casi regañando a su madre.
"Cariño, pensamos que, como tu empresa lo hacía, era lo mejor para todos. Por eso tus abuelos no protestaron cuando algunos de los otros vecinos quisieron rebelarse", manifestó su madre.
"Pero deberías haberme llamado", se quejó Linda.
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"¿Pero no deberías haberlo sabido?".
"Sí, pero firmo tantos papeles cada día. No me fijé en la dirección. Pero, ¿cómo pudiste dejar que el abuelo y la abuela fueran a una residencia de ancianos?", exigió saber.
"Linda, ellos querían ir. La verdad es que es muy bonito. Recibieron una gran cantidad de dinero de tu empresa y dijeron que preferían ir allí", explicó la mujer mayor.
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"¡No! Mamá, me dijeron hace años que ir a un asilo sonaba horrible. Por eso trabajaron tanto para conseguir esa casa. Pero no te preocupes. Voy a arreglar esto", dijo Linda y colgó.
Volvió corriendo a su auto, introdujo la dirección de la residencia de ancianos en su GPS y condujo hacía allá. No podía hacer nada con respecto a la construcción, era demasiado tarde. Las casas ya estaban destruidas, pero sus abuelos no tenían por qué vivir en una residencia.
Al principio se resistieron, no querían ser una carga para nadie. "Cariño, estamos bien aquí", le dijo su abuela, pero Linda no lo aceptaba.
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"No, abuela. Se han visto obligados a vender su casa por culpa de mi empresa. Puedo ayudarlos a encontrar otra cosa, o pueden venir a vivir conmigo a la ciudad. ¡Mi apartamento es enorme! Tengo un éxito increíble", le aseguró ella.
Sabía que, aunque estuvieran bien en la residencia de ancianos, probablemente echaban de menos tener un lugar para ellos solos. Por suerte, Linda vivía en un barrio tranquilo, que sería perfecto para ellos. Había muchas habitaciones y no se incomodarían.
Era la única manera de arreglar las cosas. Además, podría pasar más tiempo con la familia, algo que ansiaba últimamente. Afortunadamente, sus abuelos aceptaron y estuvieron encantados de quedarse en su casa.
Desde entonces, Linda examinó más a fondo cada contrato y se implicó más. Esto no volvería a ocurrir mientras ella estuviera en su compañía. Nadie merecía ser desplazado de su hogar, aunque recibiera una gran cantidad de dinero.
También encontró a la mayoría de los vecinos de sus abuelos y les ayudó a hallar una vivienda, lo que alivió su conciencia.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las personas son más importantes que los negocios: Linda no se dio cuenta de que estaba desplazando a familias de sus hogares tras firmar ese contrato. Pero enmendó su error cuando se dio cuenta de que las personas son más importantes que cualquier cantidad de dinero.
- Tu carrera no es la parte más esencial de tu vida: No te centres tanto en tu trabajo porque puede que te olvides de vivir.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.