Niña le agarra la mano a un indigente sucio y lo lleva a su casa - Historia del día
Una niña lleva a casa a un indigente sin decirle a su madre y le proporciona refugio y comida. Muy pronto, se descubre la verdad, y los acontecimientos que siguen cambian drásticamente sus vidas.
Jacky Vásquez era una madre soltera que estaba criando sola a su hija Clarissa, después de que su esposo Andrés muriera de leucemia hace seis años.
Después de la partida de su pareja y padre de su hija, varios de sus amigos le aconsejaron que se casara de nuevo. Argumentaron que Clarissa era muy pequeña y necesitaba de un padre; Jacky decidió criarla sola.
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Por supuesto, hacer malabares con las tareas del hogar y criar sola a una niña de 9 años no era fácil, pero Jacky se aseguraba de que a Clarissa no le faltara nada. Se levantaba a las 5 a. m., para hacerle el desayuno, la dejaba en la escuela y luego se iba a trabajar.
En las noches, sin importar lo cansada que estuviera, pasaba tiempo con su niña, jugaba con ella, revisaba sus tareas y le leía algunos cuentos.
Clarissa era el mundo entero de Jacky, y no se sentía capaz de negarle nada. Lamentablemente, fue descuidada con su propia salud, y un domingo, se desmayó en la cocina mientras horneaba galletas.
“¡Mami! ¡Despierta, mami!”, gritó la niña, apenas llegó a la cocina tras escuchar un fuerte ruido. De inmediato, marcó el número de emergencias y llevaron a Jacky al hospital.
La vecina de al lado, la Sra. Salcedo, aceptó cuidar a Clarissa durante la ausencia de Jacky, pero la niña extrañaba terriblemente a su madre.
“¿Cuándo volverá mamá, señora Salcedo? ¿Puedo ir a verla?”, le preguntaba todos los días.
“Pronto llegará a casa, cariño”, le aseguraba la vecina con una sonrisa. “Tu mami es fuerte, pero los médicos dicen que debería quedarse en el hospital un poco más. No te preocupes, hablo con ellos todos los días y dicen que tu madre está muy bien”.
“Está bien…”, respondía Clarissa, abatida, y luego regresaba a su habitación.
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No tenía idea de que Jacky estaba muy estresada y exhausta, y como resultado, su presión arterial se había disparado. La habían puesto bajo observación durante una semana.
Jacky le había dicho a la Sra. Salcedo que no preocupara a Clarissa con esa información, por lo que no le dijo la verdad.
“Regresaré en una semana”, le había dicho por teléfono. “No hay motivo para preocuparse. Por favor, cuida a mi hija hasta entonces”. Sin embargo, ninguna de las dos pudo imaginar lo que ocurriría a continuación...
Clarissa regresaba de la escuela una tarde cuando vio a un vagabundo que pedía limosna. Notó que la gente pasaba junto a él, pero nadie se molestaba en ayudarlo. “Mami siempre dice que debemos ayudar a los demás. No puedo dejarlo así”, pensó y corrió hacia él.
“Hola, señor. Mi nombre es Clarissa. ¿Tienes hambre?”.
El hombre que no podía tener menos de 70 años la miró con ojos llorosos. “Sí, mi niña, no he comido en días. Mi nombre es Jesús. La verdad es que no me siento muy bien”.
“Por favor, ven conmigo. ¡Te ayudaré!”, dijo la niña mientras extendía su mano para que el indigente la agarrara.
El pobre mendigo quedó desconcertado. Hacía un buen tiempo que no sentía lo que era la bondad.
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“No, pequeña. Estoy bien. Tus padres no se sentirán bien con un indigente como yo, pero gracias por tu ofrecimiento. Eres muy dulce”.
Al escucharlo, la niña frunció el ceño. “Bueno, papá está en el cielo”, dijo. “Y mi mami no está en casa, y no va a volver pronto. Ven conmigo, en casa hay mucha comida”, insistió ella y tomó su mano.
El hombre la miró, confundido. Le preocupaba que la niña estuviera sola. No pudo resistirse y decidió acompañarla a casa. Le animaba el poder comer algo y no tener que dormirse con hambre esa noche. Pero en el fondo de su mente, se preguntaba por qué la niña parecía tan triste.
“Por favor, espérame en el garaje. Si la señora Salcedo te ve, se enojará. No le gustan los extraños”, le dijo Clarissa una vez que llegaron a casa.
“¿Dónde está tu mami, niña?”.
“Ella está en el hospital. No vendrá pronto en casa. Pero no te preocupes, mi mamá es muy amable. Ella también te habría ayudado”.
Jesús asintió y caminó hacia el garaje detrás de la casa. Clarissa entró corriendo a su casa, tomó algunas galletas, jugo y pasteles de la cocina y se los llevó. El mendigo no podía controlar sus lágrimas en ese momento.
“Muchas gracias, pequeña. Nunca nadie ha sido tan amable conmigo. ¡Dios te bendiga!”.
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“¡Está bien!”, dijo la niña con una sonrisa. “Ahora me voy o la vecina se enfadará. Está en mi casa hasta que mami regrese del hospital, así que no hagas mucho ruido. Si se entera de que estás aquí, es posible que quiera que te vayas”.
Jesús agradeció nuevamente a la niña y, a partir de ese día, se quedó en secreto en el garaje. La Sra. Salcedo comenzó a notar que las compras se acababan rápidamente. Pero cuando le preguntó a Clarissa al respecto, ella respondió:
“La madre de uno de mis amigos de la escuela estaba enferma, así que llevo comida extra para él”.
Sin embargo, poco tiempo después, el engaño de Clarissa quedó al descubierto. Jacky fue dada de alta del hospital y al llegar a casa descubrió a Jesús en el garaje.
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“¿Quién eres y qué haces aquí?”, preguntó molesta.
Había planeado sorprender a Clarissa y a la amable vecina, por lo que no tenían idea de que regresaría a casa. Sin embargo, las cosas resultaron bastante diferentes.
“Oh, Dios mío”, exclamó la Sra. Salcedo, que apareció en ese momento. “¿Quién es él?”.
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“Por favor, señoras, no es lo que piensan. Puedo explicarlo todo…”, intentó decir el mendigo.
“¿Cómo lograste entrar aquí? ¡Voy a llamar a la policía ahora mismo!”, gritó Jacky.
“Tu hija Clarissa me trajo aquí. Le dije que sus padres se molestarían, pero ella insistió. Dijo que tú habrías hecho lo mismo”.
“¿Entonces estás diciendo que una niña te obligó a venir aquí? ¡Qué tontería! ¡Voy a llamar a la policía!”.
Afortunadamente, Clarissa regresó de la escuela justo en ese momento y lo primero que hizo fue correr a ver a Jesús. “¡Regresé!... ¿Mami? ¿Cuándo llegaste a casa?”.
“Cariño, por favor, aléjate de él. ¡Entra a la casa ahora!”.
“Pero, mamá, ¿por qué? Jesús no es una mala persona. Solo tenía hambre, así que lo traje a casa. Dices que siempre debemos ayudar a los demás”.
“¿Qué dices?”. Jacky estaba sorprendida.
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“Su hija tiene razón, señora. No soy una mala persona”, dijo Jesús. Luego, le contó su historia.
“Mi hijo trabaja en el extranjero y mi nuera me echó, así que tuve que dormir en la calle. Su hija fue muy amable, señora. Me dio comida y refugio. Nunca olvidaré su amabilidad”.
“¡Qué situación tan terrible!”, dijo Jacky. “¿Sabe tu hijo lo que pasó a sus espaldas?”.
“No, señora. No lo creo... ese pobre chico no tiene idea de lo que sucedió mientras no estaba en casa…”.
“Mira, Jesús, aunque no estoy contenta por haberte encontrado en mi propiedad, entiendo que estás en una situación difícil. Conozco a una abogada, así que puedo hablar con ella y podemos llevarte de vuelta a casa”.
“Estoy segura de que tu nuera no puede echarte así. Y Clarissa, es bueno ayudar a los demás, pero podrías haber tenido problemas si Jesús no hubiese sido un buen hombre”.
“Lo siento, mami. Tendré cuidado de ahora en adelante”.
Jacky invitó al buen hombre a entrar a su hogar y se puso en contacto con Sandra, la abogada. Ella sugirió que Jesús debería regresar a casa en su compañía.
Al día siguiente, cuando Jesús regresó a su casa, descubrió que su hijo Marcos estaba de regreso y solo. Se había divorciado de su esposa después de enterarse de que ella había echado a su padre.
“Te he estado buscando durante meses, papá”, explicó. “¡Pero fue imposible encontrarte! Llamé a la policía e intenté todo lo que pude. ¡Estoy tan contento de que hayas regresado!”.
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Jesús abrazó a Marcos y le contó toda la historia, después de lo cual visitaron a Jacky y a su pequeña para agradecerles personalmente. Con el tiempo, las dos familias se hicieron cercanas y comenzaron a verse a menudo.
Eventualmente, Marcos y Jacky se enamoraron y decidieron casarse. Jesús y Clarissa se emocionaron por la boda y un año después, le dieron la bienvenida a la pequeña Sofía.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las personas no llegan a tu vida por casualidad. Clarissa le abrió su hogar y su corazón a Jesús, a pesar de ser un total desconocido. Gracias a eso, él pudo regresar a su hogar y terminaron convirtiéndose en una gran familia.
- Siempre que puedas, sé considerado y servicial con los demás. La forma en que Clarissa ayudó a Jesús cambió la vida de todos para bien.
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