Hijas le prohíben a su viejo padre asistir a boda de su nieta tras descubrir que trabaja como conserje - Historia del día
A un abuelo cariñoso se le prohibió asistir a la boda de su nieta después de que sus hijas descubrieran que trabajaba como conserje.
Eduardo estaba encantado de que su nieta Cynthia finalmente se casara. Siempre quiso ser testigo de la ocasión y darle un regalo único que durara toda la vida.
Desafortunadamente, el hombre mayor solo tenía suficiente para sobrevivir. Pagaba el alquiler y también tenía que comprar costosas medicinas. Darle a su nieta un regalo caro no era posible para él, así que decidió buscar trabajo. El único empleo que había disponible para su edad era el servicio de conserjería de un parque local.
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Al principio, Eduardo no estaba entusiasmado con la idea, pero su determinación de comprarle un regalo a su nieta era más fuerte que sus dudas. Exactamente seis meses antes de la boda, comenzó a trabajar, lo que le dio tiempo suficiente para ahorrar para su regalo e incluso guardar algo de dinero para sus gastos.
Trabajaba todas las tardes y regresaba a casa todas las noches, pensando en lo que podría darle a su amada nieta. No quería darle un regalo cualquiera, sino algo de gran valor que pudiera conservar y transmitir a sus propios hijos.
Después de pensarlo un poco, recordó que Cynthia amaba el collar de su difunta abuela cuando era niña, el cual había heredado su hija mayor.
Pero ese collar era una reliquia, y estaba seguro de que la tía de Cynthia no querría venderla. Entonces decidió comprarle joyas que también podrían convertirse en una reliquia familiar en el futuro.
Eduardo decidió visitar una joyería para ver qué podía adquirir una vez que tuviera el dinero. Creía que sería más fácil para él trabajar si tenía una meta específica que lo motivara.
Calculó que ganaría $15 por hora. Trabajaba siete horas al día, cuatro veces a la semana. Eso le daría $10.080 para cuando su nieta se casara en seis meses.
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Observó un hermoso conjunto de diamantes en la joyería. Este incluía un collar, un brazalete y aretes. Le llamó la atención porque era similar a lo que solía usar su esposa. El conjunto costaba $5000, y estaba contento de poder reunir para pagarlo.
Mientras trabajaba en el parque, a menudo pasaba por la joyería para ver su objetivo. Estaba muy emocionado porque sabía que a Cynthia le encantaría.
Después de cuatro meses, Eduardo ya había reunido suficiente dinero para pagar el conjunto de joyas. Sin embargo, decidió completar su contrato de seis meses para tener más dinero de sobra para pagar sus medicamentos y otras cuentas.
Decidió no comprar el regalo hasta el último minuto para poder saborear realmente los frutos de su trabajo.
Dos semanas antes de la boda, el hombre estaba barriendo el piso del parque cuando su hija mayor, María, pasó y lo vio. Al principio, ella pensó que lo había imaginado, pero se acercó y se dio cuenta de que sí era su padre barriendo el suelo.
Su rostro se puso rojo por la vergüenza, y no podía creer que él hubiera decidido trabajar como conserje. Ella pensó que traía deshonra a su familia. Le contó lo que vio a su hermana Sharon, la mamá de Cynthia, y ambas mujeres compartieron los mismos sentimientos.
Juntas asumieron que muchas personas ya habían visto a su padre en su nuevo trabajo. Pensaban que era un empleo muy vergonzoso, especialmente porque Cynthia estaba a punto de casarse con un hombre de una familia adinerada.
Eduardo no tenía idea de que sus hijas se sintieran así por su empleo y seguía sintiéndose emocionado por la boda de su nieta. En su último día de trabajo, tomó el dinero que tanto le costó ganar y caminó hacia la joyería.
Compró el conjunto de joyas junto con una bonita caja porque realmente quería complacer a su nieta al día siguiente. No pudo dormir bien esa noche, imaginando lo encantada que estaría Cynthia con su regalo.
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Al día siguiente, Eduardo se vistió con un viejo traje y corbata que solía usar para trabajar durante sus días corporativos. Se aseguró de que su cabello estuviera bien peinado hacia un lado y que sus zapatos estuvieran limpios y brillantes.
Era el gran día de su nieta y no veía la hora de ver la sonrisa en su rostro cuando le diera su regalo. Se fue a la iglesia con la caja del regalo en su mano. Tenía una gran sonrisa en su rostro. Desafortunadamente, se llevó una sorpresa decepcionante.
“No puedes estar aquí, papá”, le dijo su hija, Sharon, afuera de la iglesia.
“¿Por qué no? Mi nieta me invitó. ¿Qué pasa?”, preguntó el hombre, sintiéndose repentinamente desconsolado.
“Papá, ¿cómo pudiste haber trabajado como conserje estos últimos meses? ¿Te imaginas cuántas personas te han visto? La gente aquí no puede saber que el abuelo de Cynthia es conserje en un parque local. ¡Eso va a avergonzar a toda la familia!”, respondió la mujer.
Eduardo no pudo evitar llorar al escuchar esto. Nunca creyó que sus hijas le darían la espalda por un trabajo, especialmente sin saber la razón por la que lo había tomado.
“¿Sabes por qué acepté el trabajo?”, preguntó en voz baja.
Sharon negó con la cabeza. “No tengo ningún interés en saber la razón, papá. Por favor, vete antes de que más personas te vean”, dijo con severidad.
Derrotado, el hombre mayor simplemente le entregó la caja de regalo a su hija y se alejó. Lloró mientras caminaba hacia la parada del autobús. No podía creer que sus propias hijas pudieran prohibirle la entrada a la boda de su nieta.
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Asumió que Cynthia también lo sabía, y pensar en eso lo hacía sentir peor, pues había tomado el trabajo por ella. Cuando llegó a casa, se quitó el traje y se sentó en su sofá.
Había estado esperando este día durante meses y le rompía el corazón no poder presenciar el momento especial de su nieta. Siguió llorando hasta que escuchó el timbre.
Se limpió las lágrimas y caminó hacia la puerta. La abrió de mala gana y vio a Cynthia y a su prometido. “¡Abuelo!”, gritó la joven. “¿Cómo no ibas a estar en mi boda?”, dijo ella, corriendo hacia él para abrazarlo.
“Cynthia, cariño, ¿por qué estás aquí? Tienes una ceremonia a la que asistir. No te preocupes por tu viejo. Estaré bien”, dijo él, todavía con lágrimas en los ojos.
“Te busqué entre la multitud, pero no estabas allí. Le pregunté a mamá por ti, pero ella mintió y dijo que no te sentías bien. ¡Me entregó el regalo que me diste y quedé atónita! Abuelo, debes haber pasado por mucho para comprármelo”, le dijo Cynthia.
“Mientras miraba las joyas, mamá soltó que trabajabas como conserje y deshonraste a nuestra familia. Me enojé mucho con ella, abuelo. Nunca podrías deshonrar a la familia. De hecho, ¡esta familia no estaría aquí sin ti!”, aseguró la joven, sosteniendo la mano de Eduardo.
El hombre no pudo evitar llorar de nuevo, pero esta vez, Cynthia lo consoló. “Abuelo, me di cuenta de que mamá y la tía María estaban siendo egoístas y elitistas”.
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“Les dije que no celebraría la ceremonia hasta que estuvieras allí, así que aquí estamos. Mi viejo, te amo y estoy orgullosa de ti y de todo lo que has hecho en la vida”.
El prometido de Cynthia, Javier, ayudó a Eduardo a vestirse nuevamente para su boda. Una vez que terminaron, regresaron juntos a la iglesia. Allí, el abuelo acompañó a su nieta al altar junto a su padre. La joven lucía con orgullo las joyas que Eduardo le había regalado.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los trabajos manuales no deben menospreciarse. Eduardo trabajó duro para ganar el dinero que usó para el regalo de Cynthia. No debemos menospreciar a las personas con trabajos de cuello azul, pues permiten que la sociedad siga en funcionamiento. Los trabajadores manuales se aseguran de que todo funcione sin problemas y de manera ordenada en la vida cotidiana de cada persona.
- Siempre debemos respetar a nuestros mayores. Sharon y María ni siquiera intentaron hablar con Eduardo sobre por qué había decidido trabajar como conserje. Ellas simplemente pensaron lo peor de él. No mostraron ningún respeto por su padre y no les importó por qué había comenzado a trabajar de nuevo.
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