Hombre abre la puerta y una niña con una nota en la mano le dice: "¡Hola papá! Esto te lo envía mamá" - Historia del día
Un hombre vio a una niña pequeña parada en su porche cuando abrió la puerta por la noche. Ella le dio una nota y él quedó impactado.
“¿Quién será a esta hora?”, murmuró Vicente. Estaba cenando con su esposa, Gisela, y su hija, Miranda, cuando sonó el timbre.
“Ustedes continúen. Veré quién es”, dijo el hombre mientras se ponía de pie. Se dirigió a la puerta y la abrió. Afuera estaba una niña que no parecía tener más de 10 años.
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“Hola papá. Esto te lo envía mamá”, dijo la niña parada en su puerta mientras le extendía una nota.Vicente se rio.
“Mira, niña. Supongo que estás perdida. No soy tu papá”, le dijo.
Pero la pequeña negó con la cabeza. “Sé quién eres. Eres Vicente Sánchez, ¿verdad?”, insistió la chica.
Vicente quedó desconcertado. “¿Cómo sabes mi nombre?”.
“¿Puedo entrar?”, preguntó la niña. “Tengo frío”. Vicente no pudo rechazarla.
“Mamá me dijo que te diera esta carta”, dijo la pequeña después de entrar a la casa. “Por favor, léela”.
Gisela dejó su cena y fue a la sala de estar para comprobar qué le había llevado tanto tiempo a su esposo. Cuando vio a la niña hablando con él, se sintió confundida. “Cariño, ¿quién es ella?”.
“Dame un minuto, cariño”, dijo el hombre mientras abría la nota para leerla.
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“Estimado Vicente,
Nunca hubiera recurrido a ti si no fuera por mi enfermedad. Ya no puedo cuidar a nuestra hija, y ya es hora de que conozca a su padre. Por favor, no la rechaces esta vez. Te lo ruego.
Con amor,
Laura”.
“Vicente, ¿qué pasa?”, le preguntó su esposa cuando lo vio arrugar el papel en sus manos y mirar a la niña con tristeza.
“Bueno, Gisela, parece que ella se quedará con nosotros esta noche. ¿Cómo te llamas, cariño?”, le preguntó el hombre a la niña, notando que se parecía mucho a él.
“Mi nombre es Isabel”, dijo, sonriendo. “Gracias por dejarme quedarme aquí, papá”.
“¿Papá?”, dijo Gisela abriendo los ojos de par en par.
“¿De qué está hablando esta niña? ¿Por qué te llamó papá?”, dijo la mujer lo suficientemente fuerte como para hacer temblar a Isabel.
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De repente, Miranda llegó a la sala de estar. “¿Mami? ¿Por qué estás gritando? ¿Quién es ella?”.
“No pasa nada, cariño. Solo tenemos una visita”, respondió Vicente. “Por favor, ve a cenar, ¿de acuerdo? Mami y yo te acompañaremos en un rato”.
“Está bien, papi”, dijo la pequeña. Luego regresó al comedor.
“Te lo contaré todo, Gisela”, murmuró Vicente mientras Miranda se alejaba. “Pero primero, permíteme acompañar a Isabel a la habitación de invitados. Tú y Miranda pueden continuar cenando”.
El hombre se apresuró a llevar a la niña a la habitación de invitados y le pidió que se sintiera como en casa. “Puedes dormir aquí. Te traeré algo de comida y, por favor, no salgas de la habitación hasta que yo lo diga. Necesito arreglar las cosas con Gisela. ¿Está claro?”.
La niña asintió. “Está bien”.
Vicente le llevó algo de cenar a Isabel como prometió y le pidió a Gisela que llevara a Miranda a acostarse primero. Cuando ambas niñas dormían, el hombre reveló por qué permitió que la pequeña se quedara en la casa.
“¿Te acuerdas de Laura?”, preguntó. “¿Mi exnovia?”.
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“No me digas, Vicente...”.
“Gisela. Isabel es la hija de Laura y yo soy su padre. ¿Recuerdas cuando te dije que Laura y yo habíamos terminado? Nunca te dije ella estaba embarazada en ese momento”.
“Yo no estaba listo para ser padre en aquel entonces, y ella estaba demasiado ansiosa por continuar con el embarazo. Así que básicamente terminé mi relación con ella”.
“Supongo que realmente no puedo evitar mi pasado. Había una tarjeta comercial en el sobre. Ella está en el Hospital Universitario”.
“Mira, Vicente”, gruñó Gisela. “No me importa lo que ocurrió en el pasado, pero no dejaré que esa niña se quede aquí. ¡Ella es tu problema y no pagaré por tus errores!”.
“Por favor, Gisela, no puedo abandonarla... Laura está enferma. ¿Podemos dejar que se quede con nosotros al menos una semana?”.
“¿UNA SEMANA? ¡NO! No puedo...”. Antes de que Gisela pudiera terminar, Vicente la interrumpió.
“Te juro que hablaré con Laura al respecto este fin de semana. Y haré algunos planes para Isabel”.
Gisela lo miró con reproche. “¡Está bien! ¡Pero solo una semana!”.
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“Gracias, cariño”.
Ese día, aunque Gisela accedió a regañadientes a dejar que Isabel se quedara en su casa, en el fondo detestaba la idea. Cuando Vicente regresaba del trabajo, pasaba tiempo con Miranda y su otra hija.
Veían películas y salían a cenar. Todos esos momentos le recordaban a Gisela cuánto odiaba a la niña y el pasado de su esposo.
Entonces, un día, cuando su esposo estaba trabajando, la mujer llevó a Isabel en secreto al hospital y la dejó allí. Cuando Vicente regresó a casa y no encontró a la niña, se puso furioso. “¿Qué le hiciste, Gisela? ¿Dónde está mi hija?”.
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"Está en su habitación, Vicente. No sé de qué estás hablando."
“No estoy hablando de Miranda. ¿A dónde diablos llevaste a Isabel? ¿Dónde está?”.
“¿A qué te refieres con dónde está? Esa basura está justo donde debería estar... ¡al lado de la cama de su moribunda madre destructora de hogares!”.
“¿QUÉ? ¿Cómo pudiste dejarla allí sola? ¡Es una niña, por el amor de Dios, Gisela! Ya habíamos decidido que se quedaría con nosotros por una semana. ¿Cómo pudiste?”.
“No me importa”, murmuró enojada entre dientes.
“Voy a buscarla, y no la vas llevar a ninguna otra parte de nuevo. ¡Me aseguraré de ello!”, dijo el hombre.
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Vicente condujo hasta el hospital, donde encontró a Isabel con Laura. “¡Ay, Laura!”, gritó. “Lo siento mucho. No fue mi intención”.
“¿Vicente?”, comenzó a llorar la mujer. “Prométeme que cuidarás a Isabel cuando ya no esté. Por favor. ¿Por qué tu esposa la dejó aquí?”.
“Estaba planeando venir a verte este fin de semana, Laura. Lamento mucho lo que hizo Gisela. Pero, ¿qué te pasó? ¿Cómo terminaste aquí?”.
“No me queda mucho tiempo, Vicente. Sé que me estoy muriendo, pero no puedo pagar el tratamiento. Necesito una cirugía cardíaca y mis probabilidades de sobrevivir son escasas. Así que por favor, llévate a Isabel contigo. Es una petición”.
“Laura”, dijo Vicente, tomando las manos de la mujer entre las suyas. “No voy a volver a cometer el mismo error. No voy a abandonar a Isabel, así que no tienes que preocuparte. Y también pagaré tu tratamiento. Te prometo que no te pasará nada malo”.
El hombre llevó a Isabel a casa y le dijo a Gisela que cuidaría a la niña de la misma forma en que cuidaba a Miranda. También le dijo que pagaría el tratamiento de Laura porque se sentía horrible por haberla dejado sola cuando lo necesitaba.
Pero Gisela estaba furiosa. “Si haces eso, cuidarás a Miranda solo. ¡Me largaré de esta casa!”.
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“¿Qué? ¿Estás loca? Piensa en Miranda, al menos. Mira, pagaré el tratamiento de Laura, y pronto estará bien, y podrá cuidar a Isabel una vez que se recupere”.
“Te juro que no te molestaré con eso de nuevo. Ningún hombre quiere ver a su familia destrozada de esta manera, Gisela. Por favor, ten paciencia conmigo”.
“¡Sí, mami, por favor no te vayas!”, dijo Miranda llorando. “Isabel y yo somos hermanas. Papá nos quiere a las dos”.
Pero Gisela no se conmovió. “¡Agradece a tu papá por hacer de nuestra casa un completo desastre, Miranda! ¡Lo odio, y ahora él será el responsable de que me vaya!”. Empacó sus pertenencias y se fue, prometiendo no volver jamás.
Una semana después, la mujer envió los papeles de divorcio y no exigió la custodia de Miranda, pero sí pidió una parte igual de los bienes conyugales.
Vicente no dudó en firmar los papeles porque sabía que, si Gisela realmente se preocupara por su familia, no los habría abandonado a él ni a su hija. Estuvo de acuerdo con todas sus demandas y se alegró de que ella no exigiera la custodia de Miranda.
Mientras tanto, la operación de Laura salió bien y se estaba recuperando. Durante este período, Vicente tuvo que cuidar solo a Miranda e Isabel, pero estaba contento de tener a sus hijas con él.
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Afortunadamente, seis meses después, Laura se recuperó por completo. En ese momento, los sentimientos de ella y Vicente se habían reavivado, y se acercaron tanto como en la universidad.
“Vamos a casa, Laura”, dijo él cuando fue a buscarla al hospital.
“¿A casa? Pero, ¿dónde está Isabel?”.
“¡En el lugar donde todos te hemos estado esperando! Nuestra casa... donde están nuestras hijas”.
El hombre llevó a Laura a casa y le contó todo lo que había sucedido mientras estuvo en el hospital.
A Miranda le tomó un tiempo adaptarse. Pero gracias a Laura, quien la trataba como si fuera su propia hija, la pequeña logró aceptar las cosas con facilidad.
Y cuando Vicente y Laura estuvieron seguros de que las niñas estaban listas para aceptarlos como padres, se casaron. Los dos estaban contentos con su nueva familia y estaban satisfechos con el hecho de que Gisela nunca interfiriera en sus vidas.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor es la base de una familia. Laura aceptó a Miranda y la crio como una madre amorosa.
- El hogar es donde está el amor. Laura, Vicente y sus hijas encontraron un hogar amoroso en la casa que Gisela había abandonado porque pensó que era un “desastre”.
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