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Una mujer sentada sola en la calle | Foto: Shutterstock
Una mujer sentada sola en la calle | Foto: Shutterstock

Niño ofrece sopa a señora que vende flores y recibe $350.000 de ella para el tratamiento de su mamá días después - Historia del día

Mayra Pérez
22 abr 2022
16:30

Un niño decide ayudar a una anciana que vende flores en un día helado y le ofrece una sopa caliente que había hecho. Días después, recibe una recompensa inesperada por su amabilidad.

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Eugenio Ibáñez tenía solo 12 años cuando se vio obligado a asumir responsabilidades de adulto. Se había quedado huérfano de padre algunos años antes.

Aunque él les dejó en herencia algunos ahorros, su madre Gina tuvo que conseguir un trabajo para poder mantenerse. Ambos se esforzaban en seguir adelante juntos y en armonía.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Sin embargo, Gina tuvo un terrible accidente automovilístico, y sufrió graves lesiones en sus piernas que la dejaron confinada a una cama de hospital. Los médicos les informaron que necesitaba cirugía lo antes posible para que pudiera volver a caminar.

Los ahorros que tenían no eran suficientes para cubrir el procedimiento. Quedó hospitalizada mientras se recuperaba y en ese tiempo su hijo tuvo que salir adelante solo. Eugenio la visitaba a diario y a veces le llevaba alguna comida especial hecha por él.

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Un día, mientras iba de camino, observó a una frágil anciana que vendía flores en la calle. Sostenía un ramo de margaritas, y llevaba un pañuelo morado alrededor de la cabeza.

Eugenio decidió comprarle unas flores a Gina y se acercó a ella. “Hola. ¿Puedo comprarle uno de estos ramos?”, preguntó, señalando las flores que ella sostenía.

“Claro que sí”, respondió la anciana. Sus manos temblaban de frío, mientras le entregaba a Eugenio un ramo de cinco margaritas blancas. “Toma. Son 5 dólares”.

Eugenio le entregó el dinero en efectivo y se quedó pensativo por unos momentos. “¡Puedes comer esto! Hace frío”, dijo, ofreciéndole el recipiente que llevaba guardado.

“Es sopa de pollo. La receta secreta de mi mamá. No sabrá tan bien como la de ella porque esta la hice yo, pero no está tan mala”.

La anciana se rio con los ojos llorosos mientras tomaba la sopa. “¡Dios te bendiga, cariño! Eres muy considerado. Dime, ¿Cómo te llamas?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Eugenio”, dijo el jovencito, con una sonrisa sincera. "Está bien. Es un gusto ayudarte. Mamá dice que es genial hacerlo”.

La anciana sonrió. “Tu madre te crio bien, Eugenio. Yo también tengo un hijo, pero vive en otro pueblo. Su esposa dio a luz mellizos recientemente, y no he podido ir a conocerlos”.

“Vendo flores todos los días para ahorrar lo suficiente y poder comprar un boleto. Quiero visitarlos y abrazar a mis nietos”, dijo con nostalgia.

“Espero que puedas viajar pronto y darles ese abrazo. Mi mamá tuvo un accidente y está hospitalizada. Los médicos dicen que necesita cirugía, pero no tenemos los suficientes ahorros para pagarla”, expresó con tristeza.

“Oh, querido, eso es terrible”, respondió la anciana. “Espero que tu madre se recupere, Eugenio. Rezaré por ella”.

“¡Gracias! Tengo algo más para ti”, dijo, sacando varios billetes de dólar y monedas arrugados de su bolsillo y entregándoselos. “Son 100 dólares en total. Los ahorré para comprarme un PlayStation, pero tú los necesitas más. Así podrás conocer a tus nietos”.

“¡No, no! No puedo aceptar esto, cariño”, dijo la anciana.

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“Por favor, ¡acéptalo! Puedo comprar un PlayStation más adelante”, insistió Eugenio.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“Es que no me siento cómoda tomando tus ahorros. Lo siento, no puedo”. La anciana negó con su cabeza.

“Bueno, está bien”. Eugenio hizo una pausa por un momento. “¿Qué tal si te compro 20 ramos más? Si mis matemáticas están bien, tendría que pagarte 100 dólares”.

Las lágrimas de la anciana comenzaron a correr por su rostro. “¿Cómo podré agradecértelo? Eres un chico tan dulce. Gracias, ¡muchas gracias!”, dijo ella y rápidamente preparó los ramos para él.

"Soy Betania Jaén. Y esta anciana te estará agradecida por siempre, Eugenio. ¡Mil gracias!”.

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“¡Nos vemos, señora Jaén! ¡Adiós!”, dijo Eugenio, mientras corría hacia el hospital.

Le contó a su madre sobre su encuentro con la anciana de las flores y cómo ella anhelaba ver a su hijo y conocer a sus nietos. Gina estaba increíblemente orgullosa de Eugenio. Le pidió que le diera las gracias por las flores la próxima vez que la viera.

Al día siguiente, de camino a ver a su mamá en el hospital, no vio a la anciana. Fue igual durante los siguientes días, y Eugenio comenzó a preguntarse si la volvería a ver alguna vez.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Entonces, un día, la vio mientras cruzaba la calle. Ella estaba allí, vendiendo sus flores. Corrió hacia ella.

“¡Señora Jaén! ¡Pensé que nunca te volvería a ver!”, gritó.

“¡Eugenio!”. La anciana sonrió. “¿Cómo estás? ¿Cómo sigue tu mamá?”

“¡Estamos bien! ¿Pudiste ir a visitar a tu hijo?”.

“Sí”, respondió ella alegremente. “Gracias a ti, lo hice. Y te traje un pequeño regalo. Mi hijo me pidió que te lo diera después de escuchar cuánto me ayudaste”.

La anciana le entregó un sobre a Eugenio.

El chico estaba confundido. “¿Una carta para mí?”.

“No es solo una carta”, respondió ella.

Eugenio abrió el sobre y encontró una carta dirigida a él.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Estimado Eugenio,

Gracias por convertirte en un hijo para mi madre mientras yo estaba ausente. Eres muy joven, pero eres una inspiración para todos, especialmente para los hijos imprudentes como yo, que se olvidan de cuidar a sus padres.

Durante más de un año, nunca visité a mi madre y eso estuvo muy mal. Soy un hombre de negocios; he dejado que el trabajo consuma mi vida, y me olvidé de ella por completo.

Gracias por recordarme esto y ayudarme a convertirme en un mejor hijo. Mi madre estaba encantada de estar en casa y conocer a sus nietos. Nunca olvidaré la alegría que le diste.

Hay un regalo dentro del sobre para ti. Espero que te ayude a ti y a tu madre. Me dijeron que necesita cirugía. Espero que esto ayude.

Con amor,

Luis Fernando Jaén”.

Eugenio metió la mano en el sobre y sacó un cheque por 350 mil dólares para la cirugía de su madre. Los ojos de Eugenio se abrieron desmesuradamente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Sra. Jaén, ¡esto es mucho dinero! No estoy seguro de poder aceptarlo”.

La anciana sonrió. “Te lo has ganado, Eugenio. Ayudaste a una extraña como yo sin pensarlo dos veces. Escucha, sé lo difícil que debió ser a tu edad renunciar al PlayStation por mí. Así que, acéptalo, insisto”.

Eugenio no estaba seguro de si aceptarlo era lo correcto, pero lo hizo de todos modos. Cuando fue a encontrarse con Gina, le contó toda la historia y ella estaba muy agradecida con la anciana y su hijo por su ayuda.

Pudo someterse a la cirugía, y cuando la dieron de alta del hospital, lo primero que hizo fue ir a ver a la Sra. Jaén. Desde entonces, se han vuelto cercanos, y hasta tuvieron la oportunidad de conocer a Luis Fernando, que ahora visita con frecuencia a su madre.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La amabilidad es contagiosa. Eugenio ayudó a la Sra. Jaén y, en agradecimiento, Luis Fernando ayudó económicamente a Gina, pagando su cirugía.
  • Trata a tus padres con amor y amabilidad. Luis Fernando se dio cuenta de que estaba abandonando a su madre, tras saber el hermoso gesto que había tenido Eugenio con ella. Eso le dio la oportunidad de rectificar.
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