Casero rico echa a pobre anciana de casa alquilada: él va a una cena familiar y la ve allí - Historia del día
Un arrendador sin corazón desaloja a una mujer que no puede pagar a tiempo el alquiler. Cuando va a la casa de su hermana para una cena familiar, se sorprende al encontrarla allí.
La vida de Diana Salas había sido particularmente difícil. A los sesenta y dos años, había visto muchos más días oscuros que soleados y había llorado muchas lágrimas.
Pero Diana no era el tipo de mujer que se da por vencida. Cada vez que la vida la derribaba, se levantaba de nuevo, lista para seguir adelante.
Había perdido a su esposo tres años antes, y luego un tornado arrasó su casa. Lejos de sentarse a llorar, decidió comenzar de nuevo. Tomó sus ahorros y se compró una pequeña tienda de comestibles en un bonito pueblo. Era perfecto para ella.
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Y no solo el lugar era encantador. La comunidad en general era acogedora y cálida, con la excepción de Cristóbal Torres, el arrendador del pequeño apartamento que había alquilado Diana, a poca distancia de la tienda.
Diana era la inquilina perfecta. Era tranquila, no dañaba la propiedad y siempre pagaba el alquiler a tiempo. Y luego, el último mes, las cosas se complicaron. El señor Torres sacó el dinero del sobre de pago y lo agitó frente a su rostro.
“Me faltan $120, señora Salas”, dijo en tono desagradable.
Diana se sonrojó. “Como te estaba explicando, muchos han tenido dificultades con la pandemia, así que extendí el crédito a algunas familias necesitadas... Y este mes estoy un poco corta. Te pagaré los $120 en dos semanas…”.
“¡Yo soy un hombre de negocios, no una organización benéfica! ¡Te quiero fuera para el final de la semana!”, le gritó Cristóbal.
“Pero señor Torres…”, protestó Diana. “¡Es solo por un par de semanas, y no volverá a suceder!”.
“Ya sucedió una vez, y es suficiente para mí. No te quiero aquí”, dijo Cristóbal con frialdad y se fue.
Él había visto la tienda de comestibles de Diana y sabía que le iba muy bien. Siempre había gente entrando y saliendo, con pesadas bolsas de la compra llenas de productos, y su sección de exquisiteces, según había oído, era extremadamente popular.
“¡Corta de dinero!”, se dijo irritado. “¡Es una aprovechada!”.
El hombre se fue a casa y se preparó para ir a cenar a la casa de su hermana menor. Vanessa era su hermana favorita y él se preocupaba por ella. Su matrimonio no había ido bien y se había tenido que divorciar. Tenía dos trabajos para llegar a fin de mes.
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Él le había ofrecido un trabajo de fin de semana a su hijo de 16 años, pero Vanessa siempre se había negado. “Está bien, Cristóbal”, decía ella. “¡Puedo arreglarme sola!”.
Pero Cristóbal había visto las sombras oscuras debajo de sus ojos y lo delgada que se estaba poniendo su cara.
Era el cumpleaños de su sobrino, así que Cristóbal metió algunos billetes en un sobre y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. Luego caminó tres cuadras hasta la casa de Vanessa.
Llamó a la puerta y su hermana lo recibió con una sonrisa feliz. Parecía más relajada y mucho más feliz. Lo que fuera que estaba cocinando para la cena olía delicioso y se le hizo la boca agua.
“¡Hola!”, saludó, dándole un beso en la mejilla. “¿Dónde está el cumpleañero?”.
“¡Jugando videojuegos!”, exclamó su hermana. Vanessa caminó hacia las escaleras y gritó: “¡Joel, Diana, bajen! ¡Es hora de cenar!”.
Para disgusto de Cristóbal, bajó la señora Salas, la inquilina a la que acababa de echar de su propiedad y parecía estar en buenos términos con su sobrino y su hermana. Diana estaba igual de sorprendida de verlo, pero se mantuvo serena.
“Hola”, saludó ella con una discreta sonrisa. “No sabía que eras el hermano de Vanessa…”.
Cristóbal se sonrojó y se aclaró la garganta. “Sí, es mi hermana menor…”.
“¡Vamos!”, gritó Vanessa. “¡El asado se enfriará!”.
“¡Asado!”, exclamó Joel. “Es mi favorito... Pero mamá, ¡te pagan la próxima semana! ¿Cómo pudiste pagarlo?”.
Diana le sonrió a Joel y le dio unas palmaditas en la mano. “No te preocupes por eso”, dijo. “El crédito de tu mamá es muy bueno. ¡Eso huele INCREÍBLE y me muero de hambre!”.
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Cristóbal se inclinó y preguntó en voz baja: “¿Vanessa es la persona a la que estás ayudando?”.
Diana sonrió. "Es una de ellas”, respondió ella. “Tal vez no te lo comentó: perdió uno de sus trabajos, así que la estoy ayudando hasta que se recupere”.
Cristóbal sintió que una oleada de vergüenza le coloreaba las mejillas. “Siento mucho lo de... ya sabes... ¿Pero por qué Vanessa no me pidió ayuda a mí?”.
Diana dijo suavemente: “Vanessa quiere valerse por sí misma y criar a su hijo. La ayuda de una amiga que le da crédito es una cosa, ser un pariente pobre que pide caridad es otra”.
Cristóbal susurró: “Te digo que, de ahora en adelante, tienes el apartamento a mitad de precio. Tómalo como una inversión en el bienestar de la ciudad, ¡y el de mi hermana!”.
Al final de la velada, Cristóbal descubrió que Diana era una mujer encantadora y divertida, con una visión única de la vida. Esa noche, su percepción de su comunidad cambió, y decidió seguir el ejemplo de ella. Iba a ser una mano amiga de ahora en adelante.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Cuando las cosas se ponen difíciles, es importante ayudarnos los unos a los otros. Diana estaba ayudando discretamente a las personas que estaban pasando por un momento difícil, dándoles créditos en sus compras de alimentos.
- Nunca es tarde para admitir los errores y hacer cambios positivos. Cuando Cristóbal supo la razón por la que su inquilina no había pagado completo, entendió que había actuado equivocadamente. No solo permitió que Diana siguiera en su casa, sino que comenzó a ver las cosas desde una nueva perspectiva, mucho más empática.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.