Hombre es despedido por entregar comida a mujer discapacitada a deshora: ve su foto en la oficina del jefe al otro día - Historia del día
Un joven repartidor es despedido del restaurante en el que trabaja por preparar y entregar comida para una mujer discapacitada después de la hora de cierre.
Justo Gordon volvió tarde de su última entrega. Para cuando entró al restaurante, todos los demás se habían ido. La cocina estaba limpia y vacía y las luces estaban apagadas.
El joven suspiró. Sabía que el gerente, el señor Celso, se iba a quejar una vez más, y le diría que debió haber sido más rápido en sus entregas.
Este era su primer trabajo y lo estaba haciendo lo mejor que podía. Fue a los casilleros y se estaba cambiando de ropa cuando sonó el teléfono fijo del restaurante.
Justo vaciló. Se suponía que no debía contestar el teléfono, pero podría ser su jefe. Así que tomó el teléfono y dijo: “Restaurante Goulash, ¿Cómo puedo ayudarlo?”.
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“Hola”, dijo una voz de mujer al otro lado. “¡Estoy tan contenta de que todavía esté abierto! Quería pedir algo para cenar”.
“¡Vaya!”, dijo Justo. “Lo siento mucho, señora, pero la cocina está cerrada…”.
“¿No podrías hacer una excepción?”, preguntó la mujer. “Acabo de llegar de un largo viaje y no tengo comida en la casa. ¡Tengo muchas ganas de comer el pollo a la paprika con la ensalada de yogur y cilantro!”.
Justo dudó por un momento y luego dijo: “Señora, ¡estaremos encantados de complacer a una clienta fiel!”. Anotó el nombre y la dirección de la mujer y se dirigió a la cocina.
Afortunadamente, él era un excelente cocinero. De hecho, su sueño siempre había sido convertirse en chef, pero desde que su padre murió, él y su madre habían tenido que luchar para llegar a fin de mes. No podía permitirse el lujo de ingresar a la costosa academia culinaria.
Rápidamente, se puso a preparar el pedido y tan pronto como la comida estuvo lista, la sirvió en los recipientes apropiados. No tuvo tiempo de limpiar la cocina, pero decidió llegar muy temprano a la mañana siguiente y hacerse cargo.
Se subió a su moto y se dirigió a la dirección de la clienta. Cuando tocó el timbre, se sorprendió al ver a una mujer en silla de ruedas en la puerta. “Buenas noches”, dijo Justo. “¡Entrega especial del Restaurante Goulash!”.
La mujer estaba encantada. “¡Gracias!”, dijo con emoción. “Espera un momento y voy a buscar el pago”.
“Está bien, señora, la comida va por la casa”, dijo Justo. “¡Espero que disfrute su comida!”.
Temprano a la mañana siguiente, Justo estaba en el restaurante y lo primero que hizo fue pagar el costo de la comida de la mujer en la caja; luego comenzó a limpiar la cocina.
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Casi había terminado cuando entró el señor Celso. “¿Qué crees que estás haciendo?”, le gritó. “¡No tienes permitido entrar a la cocina a menos que sea para recoger entregas!”.
Justo se sonrojó y comenzó a explicarle: “Una clienta llamó anoche y pidió pollo con paprika, así que preparé algo…”.
“¿Hiciste qué?”, dijo enfurecido. “¡Tú no eres el chef! ¡Violaste todas las reglas! ¡ESTÁS DESPEDIDO! ¡Limpia tu casillero y regresa mañana para recoger tu cheque!”.
Justo estaba al borde de las lágrimas. Necesitaba mucho el trabajo, pero entendía que había roto las reglas. No había nada que pudiera decir. Fue a su casillero y tomó sus cosas personales. Iba a tener que decirle a su mamá que había perdido su trabajo...
A la mañana siguiente, regresó por su paga. Fue a la oficina del señor Celso y llamó a la puerta antes de entrar. Se paró junto al escritorio mientras el gerente terminaba de firmar su cheque.
“¡Ya me puedo imaginar las violaciones al código de salud!”, dijo el hombre enojado. “¡Y la comida probablemente estuvo horrible! Seguro que hemos perdido al cliente…”.
“Pero señor, solo quería ayudar a esa mujer”, dijo José, intentando explicar. “Dijo que era una clienta habitual... Pensé que era importante”.
“¡No me importa si ella era la presidenta!”, gritó Celso. “Yo pago el alquiler y la luz, ¡soy yo quien decide qué es importante!”.
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Fue entonces cuando Justo notó el retrato de una mujer en el escritorio. ¡Era la mujer a la que le había entregado la cena! ¿Por qué estaba la foto de esa dulce mujer en el escritorio del odioso señor Celso? ¿Cuál podría ser la conexión?
Estaba a punto de decir algo cuando el señor Celso le arrojó el cheque. “Fuera”, dijo. “¡Y no vuelvas nunca más!”.
Axel Celso estaba furioso. En su mente, pululaban las terribles consecuencias que podría haber traído la violación del protocolo por parte de Justo. Esa noche, cuando fue a cenar a casa de su madre, le contó todo.
“Ese niño irresponsable prendió los fogones, manipuló la comida…”, dijo. “¡Él podría haberme ocasionado una docena de problemas, y dejó la cocina hecha un caos!”.
“¡Caramba!”, exclamó su madre. “¿Por qué hizo eso?”.
“Una mujer llamó por teléfono para hacer un pedido fuera del horario de atención y, en lugar de decirle que la cocina estaba cerrada, pensó que en resolverlo por su cuenta. ¿Puedes creerlo?”.
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“Sí”, dijo su madre y se apartó de la mesa. “Por cierto que es un chico muy dulce y encantador”.
“¿Disculpa?”, preguntó Axel, desconcertado.
“Yo hice esa llamada, hijo”, dijo la señora Celso. “Regresé a casa de mi viaje y no había comida en la casa, a pesar de que te pedí que hicieras algunas compras para mí”.
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Axel se sonrojó. “¡Lo siento, mamá!, tuve una cena... lo olvidé”, confesó.
“Bueno, tenía hambre”, dijo la mujer. “Así que hice un pedido a sabiendas de que la cocina estaba cerrada. Quería saber si aún mantenías la misma tradición de servicio al cliente con la que tu padre y yo fundamos el restaurante”.
“El joven que despediste no solo mostró el tipo de espíritu que admiro, sino que la comida que entregó estaba particularmente deliciosa, mucho mejor que la que cocina el chef actual”.
Axel estaba confundido. “¿En serio? ¡No tenía ni idea!”.
“¿Y sabes qué?”, preguntó su madre. “Él no me dejó pagar la cena. Dijo que iba a cuenta de la casa. ¡Creo que deberías traer a ese chico de vuelta, a menos que quieras que YO te despida!”.
Justo se quedó atónito al ver a su antiguo jefe en la puerta de su casa al día siguiente. “Estoy aquí para invitarte a ti y a tu madre a almorzar hoy en Restaurante Goulash, y devolverte tu trabajo”.
Ese día, Axel, la señora Celso, Justo y su madre disfrutaron de un delicioso almuerzo. Luego, la madre del gerente le preguntó al joven: “¿Dónde aprendiste a cocinar así?”.
“Mi padre era chef”, explicó Justo. “Antes de que muriera, yo iba a estudiar para convertirme en uno, pero ahora…”.
La señora Celso sonrió. “Bueno, me encantó la comida que cocinaste para mí, y Restaurante Goulash te acepta como asistente de chef a tiempo parcial los fines de semana”.
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“¿Tiempo parcial?”, preguntó desconcertado. “Pensé…”.
“Tiene que ser medio tiempo, porque estarás demasiado ocupado”, exclamó la señora Celso. “¡Pagaré tu matrícula en la Academia Culinaria a partir del próximo semestre!”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Haz tu trabajo lo mejor que puedas. Justo fue más allá de su deber y lo hizo bien. Terminó abriendo la puerta al futuro con el que había soñado.
- Ponte siempre en el lugar de los demás; la empatía permite que las relaciones fluyan. Axel fue muy radical en la decisión que tomó al saber que Justo había faltado a las reglas, sin escucharlo o saber más acerca de lo ocurrido.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.