Pandilla le pide a un anciano que no se meta en sus asuntos: al día siguiente le presentan sus respetos - Historia del día
Una pandilla le pidió a un anciano que se ocupara de sus propios asuntos después de que defendió a un niño. Al día siguiente, se sorprendieron al descubrir quién era realmente el hombre mayor, lo que provocó que comenzaran a mostrarle respeto.
Un pequeño pueblo rural albergaba a muchas personas de mediana edad que trabajaban duro para vivir cómodamente. La mayoría no iba a la universidad porque no podía pagarla. Era normal que al salir la secundaria terminaran de dos maneras: con un buen empleo o derechito a la cárcel.
Bernardo ha vivido en ese pueblo desde su nacimiento. Como ya tenía 86 años, no quedaban muchos de sus compañeros para hacerle compañía. Por eso se consiguió un perro como compañero de todos los días.
Vivía en la zona más concurrida del pueblo, lo que le permitía enterarse de lo que estaba pasando en su comunidad. Se había jubilado hace mucho tiempo y pasaba sus días paseando con su mascota por las calles.
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De vez en cuando, Bernardo hospedaba a sus hijos y nietos en su casa, pero como vivían en un estado diferente, no podían visitarlo tanto como él quisiera. También enviudó hace casi una década, luego de la muerte de su esposa a causa de una enfermedad terminal.
Una noche, mientras Bernardo y su perro caminaban, se encontraron con una mujer que parecía desesperada. "¿Qué pasó? ¿Estás bien?", preguntó el anciano.
La mujer estaba temblando y llorando. "Un grupo de ‘lobos rabiosos’ ofendió a mi hijo y le quitó su bolso mientras caminaba hacia mi lugar de trabajo. Me acaba de llamar desde un teléfono público, necesito ir con él", dijo casi tartamudeando.
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"¿Dónde está tu hijo en este momento?", preguntó Bernardo a la mujer. Señaló hacia el área de la ciudad donde estaban los bares locales. Le pidió a la dama que se quedara en la gasolinera, en caso de que el grupo decidiera regresar.
Bernardo caminó hacia la calle donde estaba el niño y lo vio en un callejón sentado con un estuche de violín en la mano. Él estaba llorando.
"Hijo, ¿estás bien? Tu mamá está preocupada por ti. Te llevaré con ella", dijo Bernardo al chico.
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"Yo no hice nada", admitió el niño. “Estaba caminando por la calle cuando un grupo de hombres llegó en automóvil y comenzaron a burlarse de mí por tocar el violín. Se llevaron mi mochila donde tenía mi teléfono y mi billetera”.
Bernardo negó con la cabeza. Llevó al niño con su madre y les aseguró a ambos que hablaría con los delincuentes para que no los molestaran nunca más.
Cuando escuchó a la madre preocupada decir "lobos rabiosos", Bernardo ya sabía a qué grupo pertenecía. Se dirigió al estacionamiento de un bar local donde habitualmente se reunían esos pandilleros.
Se acercó a los maleantes y les preguntó por qué molestaban a un niño. "¿A quién le importa? Ocúpate de tus propios asuntos o sabrás quiénes somos nosotros, viejo", respondió el líder de la pandilla.
"¿Quién te dio el derecho de lastimar a los niños? Molesta a alguien de tu tamaño", dijo Bernardo de nuevo.
Uno de los pandilleros se acercó a él y lo encontró cara a cara. "Mira, viejo, nuestra pandilla ha estado aquí durante décadas. No tienes que decirnos cómo comportarnos y cómo hablar con la gente. ¿Entiendes eso? Ahora, aléjate antes de que te lastimen".
Bernardo decidió no buscar problemas esa noche, ya que estaba con su perro. Tenía miedo de que le hicieran daño a su amigo peludo y no quería que eso sucediera.
Al día siguiente, Bernardo volvió al estacionamiento sin su perro. Se acercó a la pandilla de nuevo. "¿Quién está a cargo por aquí?", preguntó.
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Los pandilleros se rieron y sacudieron la cabeza. "Este viejo está loco", dijo uno de ellos. Luego, un tipo grande salió del grupo y se acercó a Bernardo.
"Soy el líder aquí. Ahora, ¿no te dije que te perdieras?", expresó el maleante tratando de intimidar a Bernardo.
El anciano negó con la cabeza. "De ahora en adelante, no se les permite meterse con niños inocentes, ni atacar a nadie que no haya hecho nada malo", ordenó.
Los pandilleros no pudieron aguantar la risa y se burlaron del hombre mayor. Se pusieron detrás de su jefe listos para atacar. Cuando Bernardo tuvo la atención de todos, se subió la manda de su camisa.
Todos se quedaron en silencio. Tenía un tatuaje de un lobo descolorido en el brazo, el mismo tatuaje que identificaba a todos los miembros de la pandilla. "¿Eres parte de la pandilla?", preguntó el líder.
"Soy el 'Terrible Bernardo'. No soy parte de la pandilla, formé la pandilla", reveló el anciano. El gran jefe casi pierde el equilibrio al retroceder por estar demasiado cerca de Bernardo.
"Creé a los ‘Lobos rabiosos’ para luchar contra el crimen en el área y para evitar que los forasteros dañaran a nuestros locales. No forme la pandilla para intimidar y acosar a otros sin ningún motivo”.
“Me retiré una vez que crecí y formé una familia, pero por supuesto, todavía recuerdo el código de pandillas que una vez creé con mis compañeros. Ahora parece que TÚ lo estás olvidando", explicó Bernardo.
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El líder de la pandilla miró hacia abajo, avergonzado de que él y sus miembros olvidaron por qué existía su pandilla en primer lugar. "Lo siento", dijo el líder. "Sabemos lo poderosos que son los ‘Lobos rabiosos’ y comenzamos a abusar de ese hecho", admitió.
Desde entonces, los miembros de la pandilla nunca volvieron a molestar a nadie. En cambio, cuidaron de la ciudad y ayudaron a quienes los rodeaban.
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Un día, Bernardo estaba paseando con su perro, cuando se fijó en el niño con el violín. Tenía uno nuevo, pero esta vez, con una pegatina de un lobo, como la del brazo de Bernardo.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Debemos alentar a los niños a perseguir sus pasiones, no molestarlos por eso: El grupo de hombres se metió con el niño porque le gustaba tocar el violín. En lugar de molestar a los chicos por sus pasiones, se les debe alentar a perfeccionar sus talentos y compartirlos con el mundo.
- No juzgues a una persona por su apariencia: Bernardo fue valiente al defender al niño ante el grupo de hombres a pesar de su vejez. El grupo consideró que Bernardo era débil hasta que descubrieron quién era en realidad.
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Este relato está inspirado en la historia de nuestro lector y escrito por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien. Si desea compartir su historia, envíela a info@amomama.com.
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