Mamá solitaria con tres hijos va a dar de comer a su bebés por la mañana y ve que ya fueron alimentados - Historia del día
Una madre soltera de trillizos entró en pánico al descubrir que alguien había atendido a sus niños mientras ella dormía. Llena de agradecimiento, quiso saber quien había sido.
Joanna era madre soltera con tres niños; su esposo la había abandonado y no pagaba la manutención infantil. Por eso se vio obligada a vivir en una pequeña casa en ruinas que una vez había pertenecido a su abuela.
Todas las mañanas, Joanna se despertaba con los llantos de sus bebés hambrientos. Solía trabajar como peluquera en un salón, pero como no tenía a quién dejar a sus hijos, tuvo que renunciar.
Ahora, luchaba por comprar la fórmula, pañales y otras necesidades, como un cochecito decente para sacarlos a todos al mismo tiempo. Su única fuente de ingresos eran los escasos clientes que llegaban a su casa para cortarse el cabello.
Constantemente, Joanna se sentía muy cansada. Resultaba agotador cuidar a tres bebés de la misma edad sin ayuda y cada noche caía agotada en su cama, sabiendo que el llanto de sus hijos la levantaría en pocas horas.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Una mañana, Joanna se despertó en silencio. Entró en pánico y saltó de la cama para ver cómo estaban sus bebés. Para su sorpresa, los bebés dormían plácidamente en la pequeña cuna que compartían.
Sus biberones estaban cerca y vacíos, pero calientes. Se dio cuenta de que alguien había alimentado a los niños mientras ella dormía. Revisó la puerta principal y estaba cerrada con llave.
Al día siguiente, ocurrió otro incidente extraño. En la puerta de su casa había una caja de pañales nuevos para los bebés. No podía creer lo que veía y pensó que era la misma persona que había alimentado a sus bebés el día anterior. “¿Quién podrá ser?”, pensó.
Joanna recordó al padre de los niños y se preguntó si podría ser él. Eso no le resultaba algo típico de él, por lo que decidió llamarlo.
“¿Fuiste tú?”, preguntó ella tan pronto como él contestó.
“¿Fui yo qué?”, respondió, salgo irritado.
“¿Viniste a alimentar a los niños y trajiste pañales nuevos?”, preguntó ella.
El hombre se burló desde el otro lado de la línea. “¿De qué estás hablando? ¿Por qué te ayudaría? Deja de llamarme y borra mi número. Mi nueva esposa podría atraparme y me metería en problemas”, le dijo.
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“Es que pensé…”.
“Bueno, pensaste mal. Borra mi número y no vuelvas a llamarme. ¡Déjame en paz!”, dijo el hombre y colgó.
Joanna suspiró. Él la había dejado, apenas supo que estaba embarazada de trillizos, para casarse con una mujer rica. Eso le permitió vivir la vida que siempre había querido. La había dejado sola y sin apoyo para criar a tres hijos.
Joanna decidió dejar una nota junto a la cuna de los bebés. “Quiero agradecerte por lo que hiciste, pero no sé quién eres. ¿Quién eres?”, escribió.
A la mañana siguiente, se desconcertó al ver un cochecito grande para los tres bebés junto a la puerta principal. “¡Oh, Dios mío!”, exclamó con sorpresa.
En la caja del cochecito, vio una nota que decía: “Quiero agradecerte porque una vez me ayudaste. Mi nombre es Sam”.
Joanna estaba llorando. Tenía un portabebés improvisado, pero temía que se rompiera, así que nunca salía con ellos. Este cochecito era algo que siempre había soñado tener, pero no había forma de que pudiera pagarlo.
“¿Sam?”, preguntó en voz alta. “¿Quién es Sam?”.
Joanna trató de recordar si alguna vez había conocido a alguien llamado Sam, pero no pudo. Esa noche, se escondió en la habitación de los niños. Cuando sus bebés estaban profundamente dormidos alrededor de la medianoche, escuchó un ruido: alguien acababa de abrir la ventana grande de la cocina.
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Pronto, un extraño, que parecía un vagabundo y vestía un abrigo viejo, entró en la habitación. Tenía el cabello largo y una barba que lucía descuidada. Tenía juguetes en sus manos, que puso en la cama de los niños.
Fue entonces cuando Joanna salió del armario, sorprendiendo al hombre.
“¡Caramba!”, exclamó, al tiempo que pegaba un brinco. “Lamento haber irrumpido. Realmente lo siento. Soy una buena persona; por favor créeme. No estoy aquí para lastimarlos”, dijo. Le preocupaba que ella pensara que era un ladrón.
Ella negó con la cabeza. “Sé que eres tú quien me ha estado ayudando con mis hijos, pero no sé quién eres”, dijo ella.
“Seguro que no me recuerdas, pero yo te recuerdo a ti. Un día, llegaste al parque y alimentaste a tus tres bebés uno por uno. Los pusiste en el pasto”, comenzó a decir el hombre.
“Tenías un sándwich para ti, pero luego me viste. Cortaste tu sándwich por la mitad para compartirlo conmigo”, reveló.
Joanna estaba atónita. Nunca pensó que un acto de bondad volvería a ella de esa manera. “Verás, ese día estaba al borde del colapso; tenía tiempo sin comer. Nunca olvidaré cómo me ayudaste. Mi nombre es Samuel… pero siempre me han dicho Sam”.
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En ese momento, y para evitar despertar a sus trillizos, lo invitó a la cocina e improvisó una comida. Él le contó que había perdido a su esposa e hijos pequeños en un accidente. No pudo hacer frente a la pérdida, por lo que acabó en las calles.
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“A veces canto en el parque, con la esperanza de que la gente me done algo de dinero”, compartió Sam. “Ese día te seguí y vi que vivías aquí. Me di cuenta de que no tenías a nadie más que te ayudara, así que he intentado hacerlo yo. Con el dinero que conseguí estos días, compré un poco de leche, pañales, la carriola y juguetes”, explicó.
Joanna estaba llorando. Si bien la idea de que un extraño entrara fácilmente en su casa era intimidatoria, estaba agradecida de que hubiera sido Sam, una persona amable que solo tenía buenas intenciones. “No sé cómo podré pagarte”, le dijo.
Sam negó con la cabeza y dijo que no quería nada a cambio. Sin embargo, Joanna insistió. Ella se ofreció a cortarle el pelo, ya que era lo único que podía hacer por él.
Sam estuvo de acuerdo y regresó al día siguiente. Le cortó el pelo y le afeitó la barba, y ambos se sorprendieron de la transformación que había ocurrido ante sus propios ojos. Era un hombre guapo.
De a poco, Sam comenzó a entrar en la vida de Joanna, ayudándola con los niños y compartiendo sus días. El amor encontró terreno fértil entre ellos y juntos lograron reconstruir sus vidas.
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Con su nuevo aspecto y una mejor actitud, Sam logró conseguir un trabajo en un restaurante local, donde cantaba por las tardes. Así pudo renovar la pequeña casa de Joanna; habilitaron una de las habitaciones y la convirtieron en un salón de belleza.
Luego de celebrar su boda, Sam adoptó a los trillizos, a quienes amaba como si fuesen sus verdaderos hijos, y todos juntos se convirtieron en una familia feliz.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Ayuda a tu prójimo sin esperar nada a cambio: Aunque Joanna no podía recordar su bondadoso gesto hacia Sam, dejó una marca en él, quien hizo lo posible por ayudarla en uno de los momentos más difíciles de su vida.
- El mejor padre es aquel que ama y cuida a los niños: El verdadero padre de los trillizos se desentendió de ellos desde antes de su nacimiento, a diferencia de Sam, quien al ver los problemas que afrontaba su madre se abocó a cuidarlos con amor.
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