Anciana desconocida le da un piano viejo a niña pobre: sus padres la regañan hasta que encuentra un cofre adentro - Historia del día
Los padres de Adela estaban furiosos con ella por traer a casa un viejo piano que le había regalado una desconocida. Decidieron venderlo en una tienda de segunda mano, pero en su interior encontraron una misteriosa caja de madera atascada y su contenido cambió sus vidas.
Adela, de 12 años, era la mayor de cinco hijos y eran muy pobres. Su padre, José Varela, trabajaba como carpintero, mientras que su madre, Lily, se ocupaba de la casa.
Al ser la mayor, a Adela tenía más libertad que sus hermanos menores. Pero eso también significaba que tenía que ayudar en casa con tareas menores cuando era necesario.
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Su infancia no era color de rosa y, a menudo, y deseaba vivir una vida hermosa como sus amigos. Sus padres luchaban para llegar a fin de mes, por lo que era afortunada de que la enviaran a la escuela. Un día, de camino a casa, Adela aminoró la marcha al escuchar una preciosa melodía en la esquina de la calle...
“¡Guau! ¡Es encantador!”, murmuró mientras se acercaba a una pequeña escuela de arte que enseñaba a niños y aspirantes a músicos. Adela se asomó por la ventana de vidrio, y vio a varias personas que tocaban diferentes instrumentos.
Una melodía en particular llamó su atención. Venía de un extremo de la sala de conciertos. Se puso de puntillas y vio que era el piano. Por alguna razón, sus ojos se llenaron de lágrimas.
“¡ES BONITO!”, susurró. Deseaba poder simplemente entrar allí y tocar el instrumento, pero necesitaba ser estudiante de música y sus padres no podían permitirse el lujo de pagar por esas clases.
Adela regresó a casa con el corazón apesadumbrado y no veía la hora de volver a pasar por la escuela de música. Dibujó las teclas del piano en la pared junto a su cama y comenzó a tocarlas como si fuesen teclas de verdad. A sus padres les dolía verla hacer esto, pero lo ignoraban porque no podían hacer nada al respecto.
Una tarde, después de clase, Adela se deslizó en silencio hasta la escuela de música y pegó la oreja a la ventana. Se sintió molesta porque no lograba captar el sonido del piano.
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Entristecida, se alejó, pero escuchó una hermosa melodía de piano mientras cruzaba la calle. Curiosa, siguió el agradable sonido y pronto llegó a la puerta de una casa antigua.
Adela estaba impaciente por saber quien estaba tocando. La puerta estaba abierta, así que se invitó a sí misma a entrar en la casa. “Hola… ¿Hay alguien ahí?”, dijo en voz alta.
La melodía se detuvo al instante. Adela estaba en la sala de estar, que olía a muebles viejos de madera y aceite de palo de rosa. Decidió irse, pero una voz desde atrás la llamó. Se quedó helada de miedo y se dio la vuelta.
Una mujer mayor estaba allí sonriendo. Su piel arrugada y su cabello gris no podían opacar su belleza. “¡Ven aquí, cariño! ¿En qué puedo ayudarte?”, le preguntó.
La niña estaba asustada, pero se acercó a la mujer y se presentó después de ver su cálida sonrisa. “Soy Adela, y estaba caminando por aquí cuando escuché que alguien tocaba el piano... ¡Es hermoso!”, dijo.
La mujer miró a Adela y luego la llevó a un pequeño salón que se extendía desde la sala de estar. La niña quedó atónita cuando vio un viejo piano clásico en la esquina. Sintió curiosidad y le preguntó a la mujer quién lo había estado tocando tan dulcemente…
“¡La señora Lorena Cáceres estaba tocando este piano hace un rato, cariño!”, respondió la mujer. Adela quiso conocer a la pianista y le preguntó si podía conocerla. En ese momento, la anciana se sentó en el taburete y comenzó a tocar.
“¡Yo soy Lorena Cáceres!”, le dijo a Adela, quien se quedó sorprendida al ver que a su edad, la mujer podía tocar las notas con una perfección alucinante.
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Pronto, la niña se vio inmersa en las diferentes melodías clásicas que la señora Cáceres tocó para ella esa tarde. En un momento, comenzó a llorar y la mujer preguntó. “¿Qué pasa, mi niña? ¿Por qué estás llorando?”, preguntó.
Adela abrazó a la anciana y le reveló su pasión por la música. “Haría cualquier cosa por tener un piano como este, pero mis padres tardarían toda su vida en traer uno a casa”, sollozó la niña.
La mujer le dio unas palmaditas en el hombro y le dijo que un viejo amigo se lo había regalado hace varias décadas. “La vejez no ha sido fácil, y me iré a vivir con mi hijo... y estaría feliz de regalarte este piano... con una condición”, le dijo.
La niña no podía creer lo que estaba escuchando. Estaba saltando de alegría, cuando escuchó cuál era la condición para tan valioso obsequio.
“Te lo dejaré tener solo si me prometes mantenerlo sin importar nada”, afirmó. “No importa cuánto tiempo me quede por delante, debes mantenerlo a salvo, ¿está bien para ti?”.
Adela lloró de alegría y se comprometió a hacerlo. “¡LO PROMETO! ¡LO PROMETO! CONFÍA EN MÍ. Haré todo lo necesario para cuidarlo por siempre”, exclamó.
Unos días después, los padres de Adela se sorprendieron al ver a los trabajadores de la mudanza afuera de su casa. “¿Qué está pasando? ¿Por qué están trayendo un piano a casa?”, cuestionó su padre. “Adela, ¿qué está pasando?”.
La niña narró su encuentro con la anciana y su promesa. Pero sus padres estaban furiosos y no estaban dispuestos a aceptar un regalo de un extraño. Regañaron a la niña y le exigieron que lo devolviera, pero ella se negó con fuerza.
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“Haz lo que quieras, pero no cuentes con nosotros si se llega a dañar ese vejestorio”, le gritó José a la pequeña.
Durante los siguientes días, en la casa de la niña resonaron diferentes melodías. Aunque Adela no sabía tocar el piano a la perfección, lo hacía bastante bien.
Un día, la mitad de las teclas de la sección central dejaron de sonar. Estaban atascadas y Adela quería llamar a un especialista para que arreglara el problema.
“¡NO DARÉ UN CENTAVO PARA ARREGLAR ESA BASURA!”, gritó su padre. Estaba furioso y quería deshacerse del instrumento. “Lo venderé en una tienda de segunda mano”, amenazó.
Adela intentó arreglar el problema por su cuenta, y al abrir la cubierta de madera del piano encontró una caja atascada en las teclas. Estaba quedó atónita; se dio cuenta de que al quitarla, el problema quedaba resuelto.
Sentía mucha curiosidad por averiguar el contenido de la cajita, pero estaba cerrada. Abrió de nuevo la tapa del piano y miró en el fondo para ver si encontraba una llave o algo así. Distinguió el brillo de un pequeño objeto puntiagudo y lo sacó con cuidado.
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“¡Encontré la llave!”, exclamó Adela. Abrió el cofre de madera y encontró un broche con incrustaciones de piedra. Parecía precioso y raro. Debajo había una nota que decía:
“¡Este piano trae suerte a su guardián, y ahora te sumergirá en riquezas hasta que cumplas tu promesa!”.
Adela quedó paralizada y sintió que debía devolverlo a la dueña original. Volvió a poner el broche en la caja, la cerró y fue a la casa de la anciana.
“¿CASA EN VENTA?”, murmuró cuando vio el letrero afuera de la casa de la señora Cáceres. Preguntó a los vecinos y descubrió que ya se había mudado a la casa de su hijo en otro país. No había rastros de su paradero.
Adela regresó a casa y reflexionó sobre las palabras de la señora Cáceres y la nota que había encontrado. Se dio cuenta de que todo les iría bien mientras mantuvieran el piano en su casa.
Habló con sus padres, y les permitió que empeñaran el broche y, para su sorpresa, recibieron más de un millón de dólares por él; con eso sus vidas mejoraron en poco tiempo. Restauraron su casa, y su padre pudo comenzar su propio negocio de carpintería.
Varios meses después, la familia ahorró suficiente dinero para recuperar el broche. Adela volvió a guardarlo en el cofre de madera. El piano siguió ocupando un espacio especial en su hogar, y la niña logró convertirse en una gran pianista.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No debemos juzgar por la apariencia. El padre de Adela despreció el viejo piano y estuvo a punto de venderlo en una tienda de segunda mano cuando se dañó. Pero en su interior estaba escondido un valioso broche que cambió sus vidas.
- Siempre debes seguir tus sueños. A pesar de la indiferencia de su familia, Adela albergaba una pasión por la música y aceptó el piano que le regaló una mujer desconocida. Al final, su amor por la música le dio la vida feliz que soñaba.
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