Hijos reciben invitaciones para el funeral de su anciano padre: lo ven en casa dos días después - Historia del día
Cuando Gerardo no pudo hacer que sus hijos vinieran a visitarlo en las vacaciones, se le ocurrió una idea y les envió cartas impactantes. Ellos comparecieron y quedaron sorprendidos.
"Lo siento, papá. No podemos volver al pueblo este verano. Bruno no puede tomarse ningún tiempo libre, y estamos ahorrando para las vacaciones de verano. Los niños quieren ir a Disneylandia", se disculpó Catalina con su padre.
De sus tres hijos, la última que pensaba que le diría que no era ella. Sus hijos, Josué y Daniel, ya se habían excusado.
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Gerardo estaba cansado de vivir solo en su pueblo natal mientras sus hijos llevaban vidas prósperas en ciudades más grandes. La que más cerca vivía era Cata, que vivía en la capital de la provincia, pero Josué vivía en la capital del país, y Daniel se había establecido en Miami.
Su esposa, Candela, había muerto hacía ya varios años, y Gerardo esperaba con impaciencia que sus hijos y nietos lo visitaran durante las vacaciones. Era el único momento en que podía tener a toda la familia cerca.
"Sabes que estoy envejeciendo, Cata", intentó Gerardo, tratando de usar la culpa para influir en su hija.
Ella no se dejó influenciar. "Por favor, papá, estás en perfecto estado. Te veremos en el verano cuando vayamos juntos a Disneylandia. ¿Cómo suena eso?", contestó ella, riéndose de la flagrante manipulación de su padre.
"Bueno, hija, como digas", se resignó Gerardo.
Después de unos minutos más, colgaron su videochat, y él suspiró. Se sentía solo una vez más. Sus llamadas cada semana eran divertidas, y pudo ver a sus nietos, pero no eran suficientes para él.
Era hora de hacer algo, y tenía una idea. Era un poco drástico, y podrían enojarse con él, pero podría funcionar. Poco antes del inicio de las vacaciones, calculadamente antes de la fecha en que sabía que tenían planes, envió tres cartas idénticas a sus hijos. El contenido estaba especialmente diseñado para causar un impacto.
Catalina abrió su carta cuando regresó a casa del supermercado. Lloró toda la noche, pensando en cómo se había perdido las vacaciones con su padre y nunca volvería a tener esos recuerdos.
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La esposa de Josué abrió la suya y lo llamó al trabajo. Corrió a casa, lloró en sus brazos, e hicieron planes de último momento. Mientras tanto, Daniel vio la suya cuando salía a correr y se detuvo en medio de la calle para llorar.
Los tres se llamaron inmediatamente e hicieron planes. Su padre se había ido, y al parecer, había contratado a un abogado para que se encargara de su funeral junto con todo lo demás relativo a su entierro.
Todo lo que tenían que hacer era presentarse para el funeral y el servicio, que ocurriría en su casa. Después, el abogado les leería su testamento.
Josué, Catalina y Daniel hicieron arreglos con sus respectivas familias y viajaron al pueblo para el funeral de su padre. Llegaron el mismo día, se reunieron en la estación de trenes y caminaron juntos hasta la casa de su infancia.
"¿Y dónde está todo el mundo?", se preguntó Daniel, al ver el pueblo y la casa silenciosos y apacibles como cualquier tarde de verano.
"¿Qué quieres decir con todo el mundo?", preguntó Josué, empujando el cochecito de su bebé junto a su esposa.
"Sus amigos. Sus vecinos. Gente del pueblo que no tiene nada mejor que hacer. Vamos, es un funeral de pueblo chico, esperaría que esté todo el mundo".
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"No lo sé. ¿Llegamos temprano?", se preguntó Josué, mirando a su alrededor.
Catalina, que se había retrasado unos pasos para atar los cordones de los zapatos de su hijito, los alcanzó. "¿Qué pasa?", preguntó.
"¿Que no ves que no hay nadie? ¿Vinimos antes de la hora?", insistió Daniel.
"Debe ser. Ya vendrán. Entremos y descansemos un momento antes de irnos al cementerio", sugirió ella, y todos se dirigieron a la puerta principal.
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Pero cuando entraron en la casa, se detuvieron en seco. Había una vasta mesa rectangular nueva en medio de la sala de estar. Estaba puesta para todos, con los cubiertos de plata, la vajilla de fiesta y hasta flores. De repente, Gerardo salió con una bandeja con un pavo gigantesco.
"¡PAPÁ!", gritaron los tres hermanos al unísono.
"¡Hola! ¡Adelante! ¡Adelante!", saludó Gerardo con una gran sonrisa y colocó la bandeja en medio de la mesa.
"¡Papá, por el amor de Dios! ¿Qué es esto?", gritó Josué, rojo de ira y estupor, mientras Catalina se echaba a llorar.
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"Pues un pavo al horno de barro, ¿no lo ves?", replicó Gerardo con naturalidad. Pero vio en los rostros de sus hijos que la cosa no estaba para bromas.
"Perdón, hijos, perdón por asustarlos", se explicó el hombre, "es solo... Bueno, es que quería que celebráramos en vida. Que celebremos que estamos vivos y saludables", dijo con expresión de niño que ha sido descubierto en una travesura.
Daniel se echó a reír. Siempre había tenido más sentido del humor que sus hermanos, que seguían estupefactos.
"Vamos, chicos, papá está sano y bien. ¡Es un milagro! Hay que celebrarlo", dijo, empujando a sus hermanos dentro.
Nueras y yerno parecían no saber cómo reaccionar, pero los niños corrieron hacia su abuelo y lo abrazaron. Catalina, todavía con lágrimas en los ojos, rió al ver eso, y empezó a calmarse. Josué seguía enojado, pero no podía ocultar que también sentía alivio.
Cenaron, se regocijaron de estar juntos y de compartir una celebración en vez de un funeral. Josué, igual, amonestó a su padre y le pidió que prometiera que no lo volvería a hacer.
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"Si no me visitan más a menudo, podría hacerlo de nuevo", bromeó Gerardo.
No fue necesario: a partir de entonces, cada año con el principio de las vacaciones de verano, antes de ir cada quien a sus destinos de paseo y descanso, toda la familia reservó siempre unos días y algo de presupuesto para celebrar en su pueblo natal.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Visita más a tus padres. La vida puede ser ajetreada, pero siempre hay forma de hacerse el tiempo para visitar a los mayores mientras aún están entre nosotros.
- Perdona rápido, que la vida es muy corta. Los hijos de Gerardo eligieron no enojarse con su padre por su travesura. Prefirieron celebrar que él estaba todavía con ellos. Y eso era todo lo que importaba.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.