Hombre vuelve a casa tras largo viaje de negocios y encuentra a una desconocida que afirma ser la dueña - Historia del día
Un hombre de negocios llega a su hogar después de un viaje de tres meses y encuentra a una extraña mujer viviendo en su casa, y su esposa e hijos han desaparecido sin dejar rastro.
Juan Cárdenas había estado en Alemania durante tres meses supervisando la apertura de una nueva sucursal de la empresa para la que trabajaba. Cuando su avión aterrizó, ya se estaba desabrochando el cinturón de seguridad.
¡No podía esperar para ver a su esposa e hijos! Sandra había estado un poco rara las últimas veces que habían hablado y él le había prometido que no volvería a estar lejos de ella tanto tiempo.
Un hombre mira por la ventanilla del avión. | Foto: Unsplash
Juan pensaba que su familia estarían en el aeropuerto para recogerlo, pero no había nadie allí. ¿Se habrían retrasado? Llamó a su teléfono celular y no hubo respuesta. ¿Qué estaba pasando?
Juan tomó un taxi y le dio al conductor la dirección de su casa. Una hora después, subía corriendo las escaleras y ponía las llaves en la cerradura. Para su sorpresa, sus llaves no funcionaron.
Tocó el timbre. “¡Sandra!”, llamó. “¡Niños! ¡Papá está en casa!”.
Una persona desconocida abrió la puerta. Era una mujer alta y esbelta de unos cincuenta años, con una elegante cabellera plateada. “¿Sí?”, preguntó con frialdad.
“¿Dónde está Sandra?”, preguntó Juan, desconcertado. “¿Dónde está mi esposa?”.
“¿Sandra?”, la mujer frunció el ceño. “Lo siento, pero no hay nadie con ese nombre aquí”.
“¡Pero esta es MI CASA!”, gritó Juan. “¿Quién eres tú?”.
“¡Por supuesto que no! ¡Es MI casa!”, dijo la mujer con firmeza.
Hombre hace una llamadad desde su celular. | Foto: Unsplash
Al sonido de los gritos de Juan, apareció un hombre mayor. “¿Qué está pasando Esperanza?”, preguntó.
“Este hombre está insistiendo en que su esposa Sandra vive aquí”, explicó. “He intentado decirle que compramos la casa hace tres meses”.
“¿Tú compraste esta casa?”, preguntó Juan. “¿Quién te la vendió?”.
“Lo compramos a través de un agente de bienes raíces”, dijo el hombre. “Nunca conocimos al dueño anterior”.
Juan se quedó parado en la acera con su maleta en la mano, sintiendo como si su mundo se hubiera puesto de cabeza. Volvió a marcar el número de Sandra y luego llamó a sus suegros.
“¡Por favor, Dana!”, Juan le dijo a su suegra. “¡Solo quiero saber que Sandra y los niños están bien!”.
“¡No gracias a ti!”, respondió Dana con voz llorosa. “¡Cómo pudiste!”.
“¡Pero yo no hice nada!”, exclamó Juan. “¡Amo a Sandra, adoro el suelo que pisa!”.
Un taxi amarillo circulando. | Foto: Unsplash
“¡Tienes una forma extraña de demostrarlo!”, dijo Dana.
Juan comenzó a llorar. “Dana”, dijo. “¿Recuerdas la noche en que nació Rubén? ¡Sabes cuánto amo a Sandra! ¿Cómo puedes pensar que haría algo para lastimarla? ¡Por favor, ha habido un error!”.
Dana se quedó en silencio por un rato. “Mira, no puedo prometerte nada”, dijo. “Pero mañana hablaré con Sandra”.
“Mi casa ya no es mía, Dana”, dijo Juan. “Hay extraños viviendo allí. No tengo adónde ir”.
“Ven, Juan”, dijo Dana. “Puedes dormir en la habitación de invitados”.
Los padres de Sandra no fueron muy amistosos, pero lo recibieron con cortesía. Lo instalaron en la habitación de huéspedes e inmediatamente supo que Sandra y los niños habían estado allí. El perfume de su esposa aún persistía, y encima del escritorio estaba su vieja computadora portátil.
Juan se sentó y encendió la computadora para revisar su correo electrónico y se sorprendió al ver que una cuenta antigua estaba activa. Se percató que se habían compartido docenas de correos electrónicos, entre su dirección anterior y una mujer llamada Linda Duarte.
Fachada de una gran casa. | Foto: Unsplash
Los correos electrónicos eran MUY personales y apasionados, y Juan no podía creer lo que estaba leyendo. Nunca había tenido una aventura con nadie, y mucho menos con Linda, quien había sido su secretaria durante más de cinco años. En un correo electrónico, ella habló sobre ‘nuestro bebé’.
¡Con razón Sandra lo había dejado! Linda obviamente se había tomado la molestia de hacerle creer que él la había engañado y engendrado un hijo ilegítimo.
Debió hacerlo en venganza por haber sido despedida después de que Juan la sorprendiera alterando la cuenta de gastos. Imprimió los correos electrónicos y corrió hacia Dana.
“Esto”, dijo, agitando los correos electrónicos. “¡Es un gran engaño! ¡Y puedo probarlo!”.
Dana lo miró con desconfianza. “¿Puedes?”, preguntó.
“Sí”, dijo Juan. “¡Todo lo que necesito es una oportunidad para hablar con Sandra!”.
Hombre mira con nostalgia por una ventana. | Foto: Unsplash
Minutos más tarde, Dana estaba al teléfono y pronto Sandra estaba entrando por la puerta. Parecía delgada e infeliz. “¡Sandra!”, dijo Juan con emoción y corrió hacia ella, pero la mujer levantó la mano.
“Detente”, dijo ella. “Mamá dijo que podías probar que todo era mentira…”.
Juan asintió. “¡Sí!”, exclamó con seguridad. “Mira aquí, los correos electrónicos parecen provenir de mi correo electrónico, pero si te fijas, notarás que la dirección IP es la misma que la de Linda. ¡Hackeó mi cuenta!”.
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“¡Y pon atención a esto! En varias de las fechas en que supuestamente ella y yo estábamos juntos, tú y yo estábamos en la cabaña, ¿lo recuerdas? ¡Todo son mentiras!”.
Sandra miró los correos electrónicos y sintió que le fallaba la respiración. “¡Es verdad! Pero ¿por qué ella…?”
“Porque quería destruir lo que tengo más preciado en mi vida: mi familia”, respondió con tristeza.
“¡Ay, Juan!”. Sandra sollozó. “¡Y casi lo logra!”.
Al día siguiente, Juan y Sandra fueron a buscar una hermosa casa nueva para su familia, y ella prometió no volver a dudar de él nunca más.
Una familia de cuatro comparte un abrazo frente al mar. | Foto: Unsplash
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Asegúrate de conocer todos los hechos antes de actuar. Sandra vio los correos electrónicos y ni siquiera se tomó el trabajo de hablarlo con su esposo, aunque era su familia la que estaba por ser destruida. Terminó haciéndole el juego a la mujer que quería dañar a Juan.
La confianza es uno de los pilares fundamentales de cualquier relación. A pesar de tener un buen matrimonio y del amor que su esposo le profesaba, Sandra desconfió de él, tan pronto leyó algunos correos malintencionados. Por suerte, Juan encontró la manera de demostrar su inocencia; estuvo a punto de perder a su familia por nada.
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