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Grupo de adolescentes | Foto: Flickr.com/daveynin
Grupo de adolescentes | Foto: Flickr.com/daveynin

Chico se burla de madre de 62 años frente a sus amigos: al otro día un vecino se presenta para hablar de ello - Historia del día

Mayra Pérez
24 jun 2022
22:30

El corazón de una pobre madre de 62 años se rompió cuando su pequeño hijo se burló de ella frente a sus amigos. Al día siguiente, un vecino enojado lo agarró por el cuello y le reveló una verdad desgarradora que lo dejó atónito.

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Tomás estaba molesto, como siempre. La reunión de padres y maestros se llevaría a cabo en breve y él no quería que su madre, Sylvia, asistiera. Él la había convencido de que las reuniones no eran obligatorias para evitar que se presentara.

Estaba perdido en sus pensamientos acerca de que mentira inventaría esta vez, cuando su maestra lo interrumpió. “Entonces, ¿tu mamá viene a esta reunión, Tomás?”, preguntó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

El salón de clases se llenó de risas y algunos murmullos a espaldas de Tom. Hasta ahora, el jovencito de 14 años nunca había invitado a su madre a ninguno de sus eventos escolares.

Y es que, para él, era humillante la enorme diferencia de edad entre él y su madre, quien ya tenía 62 años cumplidos. Así que evadió la pregunta de su maestra, nuevamente.

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“¿Por qué no viene tu mamá? Durante la última reunión de padres y maestros dijiste que estaba fuera de la ciudad... ¿Va a venir este viernes?”, le preguntó uno de sus amigos a la salida.

Tom estaba ansioso. Dijo que su madre se había ido a la casa de un pariente durante dos semanas. Luego se alejó rápidamente para evitar más preguntas.

Sus amigos sabían que algo no estaba bien. Uno de ellos lo agarró del brazo y le dijo: “¡Genial! Si estás solo, ¿por qué no nos reunimos todos en tu casa para un juego de mesa, música... y pizza?”.

Tom comenzó a sudar. Podía sentir su temperatura subiendo por la ansiedad. “Esta vez no. Estoy ocupado. ¡Tal vez en otro momento, chicos!”, dijo y se apresuró a pasar junto a ellos. Estaba molesto y enojado, pensando en todo lo que debía renunciar por culpa de su madre.

“No puedo soportar que se enteren de que ella es una anciana”, murmuró de camino a casa.

“¿Dónde has estado? Estaba preocupada”, le preguntó Sylvia a su hijo, al verlo entrar a su casa. “Recibí un correo electrónico sobre una conferencia de padres y maestros. ¡Estoy emocionada por ir!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Pero Tom no sentía lo mismo. “Mejor te quedas en casa. Sabes que no es necesario que vayas”, replicó con evidente molestia.

Su reacción la sorprendió. Trató de hablarle, pero Tom subió corriendo las escaleras y cerró la puerta de un golpe.

Sylvia se sentía desconcertada; era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el resentimiento que carcomía a su hijo. Más tarde, él estaba a punto de salir de la casa cuando ella lo detuvo con una extraña petición.

“¡Tommy! Oye, para... para”, dijo tímidamente. Pero este ya no era el mismo niño adorable de un par de años antes. Él se enfureció con ella. “¿AHORA QUE?”, gritó en respuesta.

La mujer hizo una pausa, llenándose de valor. Luego se levantó del sofá y caminó hacia él. “¿Vendrás conmigo al médico? Tengo una cita hoy y necesito a alguien a mi lado”.

Tom estaba molesto. “Tú siempre vas sola... ¿Por qué quieres que te acompañe ahora?”, preguntó. Pero Silvia insistió. Se había caído recientemente y debía usar un bastón para apoyarse, así que prefería que él la acompañara.

El chico aceptó a regañadientes. Temía que ella no pagara su excursión el próximo mes si no la acompañaba. Incómodo, fue con ella al hospital.

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Cuando terminó con su cita, Sylvia quiso relajarse un poco en el parque local. Le indicó al conductor que se detuviera allí de camino a casa. Tom se sintió nervioso porque sabía que sus amigos estarían en ese lugar a esa hora.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“Oh no... ¡MAMÁ! ¿Qué diablos estás haciendo? Vayamos a casa ahora, ¿de acuerdo?”, le dijo en mal tono.

Pero su madre estaba decidida. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visitado ese parque y hoy quería hacerlo. Además, quería revivir aquellos días en que iba con su hijo, cuando él era un adorable pequeñito.

“Compláceme, por favor, ven conmigo”, pidió.

Tom estaba frustrado. Se bajó del coche sin siquiera intentar ayudar a su madre. “Escucha, caminaré frente a ti... NO CONTIGO... ¿De acuerdo?”, dijo con frialdad.

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Sylvia le sonrió tímidamente y asintió. Unos minutos más tarde, Tom se encontró con sus amigos. Se sorprendió y miró hacia atrás, esperando que su madre no lo llamara ni revelara su relación.

“¡Oye! ¿Qué haces aquí? ¿Y quién es ella? ¿Tu ABUELA? ¡Nunca nos dijiste que tenías una abuela!", gritó uno de sus amigos.

Tomás estaba nervioso. No quería que Sylvia pronunciara una palabra. Así que se adelantó y dijo: “No, esta anciana me está poniendo de los nervios... Ella no es mi abuela... La encontré en el camino luchando por llegar aquí. No sé quién es ella y solo quería ayudarla”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Las palabras de Tom sacudieron a su madre y no pudo contener las lágrimas. Pero uno de sus amigos la reconoció. “Claro que la conoces... La vi en la escuela llenando tu formulario”.

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Tomás miró a Sylvia enojado. “¿ESTÁS FELIZ AHORA? ACABAS DE ARRUINAR MI VIDA CON TUS CANAS Y TU BASTÓN”.

Sylvia sintió que su corazón se rompía. No podía creer lo que escuchaba. Quería que la tierra se la tragara. Tom se había ido, y la había dejado sola en el parque con sus amigos.

Los chicos quedaron atónitos por su explosión y la ayudaron a subirse a su auto. Durante toda la noche, trató de comunicarse con su hijo, marcando su número, pero él nunca respondió y, después de un tiempo, apagó su teléfono.

Ella comenzó a entrar en pánico. No tenía ninguno de los números de sus amigos y no sabía a quién más preguntar. No podía dejar de llorar sin consuelo, mientras llamaba a algunos vecinos.

Al día siguiente, Tom llegó a casa y la puerta principal estaba abierta. Su madre no se veía por ninguna parte. Él estaba desconcertado y siguió buscándola, pero ella no estaba allí.

De pronto, se sintió preocupado. Llamó a su conductor varias veces, pero no pudo localizarlo. Luego, escuchó que sonaba el timbre, seguido de fuertes golpes en la puerta principal.

Tan pronto como abrió la puerta, su vecino Pedro Pablo lo sujetó por el cuello de la camisa y lo arrastró dentro de la casa. “¡Tú! ¡Todo es tu culpa!... ¿Qué le hiciste a Sylvia, monstruo?”, gritó.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Tom no entendía lo que estaba pasando. “¿Qué le pasó?”, gritó. “¿Dónde está? Por favor, ¿qué le pasó a mi mamá?”.

“¿Tu mamá? ¿Te diste cuenta de que ella es tu madre AHORA?”, gritó el vecino. “Le provocaste un infarto... Ahora está en el hospital por tu culpa”.

Tom se sentó y empezó a llorar. “Tu mamá estuvo preocupada por ti toda la noche... Te estaba buscando como loca y le dio un infarto”, dijo Pedro Pablo, y el jovencito estaba destrozado.

Entonces, el vecino le dijo a Tom la verdad impensable que Sylvia nunca quiso que él supiera.

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“Deberías estar agradecido con esa mujer por haberte adoptado”, divulgó.

Tom estaba atónito. “¿¿¿ADOPTADO???”, preguntó.

“Sí, escuchaste bien. Ella te encontró cerca del basurero... Estabas sucio y enfermo. Pasó varias noches sin dormir, te cuidó y te dio todo para que en un futuro fueras un hombre fuerte y saludable... Y mira lo que le hiciste en pago”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Tomás sintió que su mundo se estremecía bajo sus pies. Corrió al hospital para encontrarse con su madre. Tan pronto como llegó a su sala, disminuyó la velocidad. Todas las cosas malas que le había dicho antes comenzaron a resonar en sus oídos. Las lágrimas brotaron de sus ojos cuando entró en la habitación.

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“¡Mamá, lo siento mucho!”, dijo con lágrimas en los ojos.

Sylvia lo abrazó aliviada al ver que estaba bien. Lo besó en la frente y le dijo: “Entiendo bien lo que sientes... No debería parecerme a tu abuela cuando se supone que debo ser tu madre”.

Tom la miró llorando. El dolor llenó su corazón mientras sostenía su mano. “Me siento bendecido de tener una madre como tú... Estoy orgulloso de ser tu hijo”, lloró.

A partir de ese día, Tomás entendió muchas cosas sobre el amor verdadero. Se reconectó con su madre y dejó de ver su edad, sus canas o sus arrugas y pudo ver su mirada, su corazón y sus verdaderos sentimientos.

Una vez recuperada, Sylvia se convirtió en una asistente asidua a todas las actividades escolares, donde tenía mucho que aportar. Además, los amigos de Tom comenzaron a visitar su hogar y a disfrutar de sus deliciosos pasteles.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Ama a tus padres incondicionalmente. Tom siempre se había avergonzado de su madre Sylvia debido a su edad. Nunca la quiso cerca de su escuela o de sus amigos porque no era tan joven como los padres de ellos, hasta que aprendió a apreciar su gran corazón.
  • La adolescencia es una época difícil, pero jamás debemos faltarle el respeto a nuestros padres. Es muy frecuente que al entrar en la adolescencia, los jóvenes se aparten de los padres y algunos son francamente groseros con ellos sin darles el valor que merecen. Eso jamás debería ocurrir.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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