Mujer va a la casa de un hombre rico a limpiar: ve a su hija de 9 años fregando pisos allí - Historia del día
Una señora de la limpieza llega a trabajar en la casa de su empleador y se sorprende al ver a su hija lavando los pisos. Cuando descubre la razón detrás de esto, no puede evitar llorar.
Raquel era una madre soltera que criaba a sus dos hijos, Mia de 9 años y Juan Carlos de 3 años. Para poder mantenerlos, tenía dos trabajos.
Durante la semana era mesera en un restaurante, y los fines de semana se encargaba de la limpieza en la casa de Daniel Durán, un exitoso hombre de negocios bastante mayor.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Cuando no estaba en casa, Raquel dejaba a sus hijos al cuidado de su vecina Laura. Aunque no era la mejor niñera, ya que siempre estaba en su teléfono rastreando a su esposo, vivía en la casa de al lado y era una buena amiga, por lo que confiaba en ella.
A su hija no le gustaba quedarse en casa de Laura. ¡Quería que su madre estuviera siempre allí, y rechazaba a la vecina!
“¡Mami!”, le dijo a Raquel un día. “¡Quiero pasar tiempo contigo como mis amigos pasan tiempo con sus padres!”.
Raquel sonrió. “Cariño, tengo que trabajar duro para mantener a nuestra familia. Lo hago por el bienestar tuyo y de Juan Carlos. Te prometo que intentaré buscar algún tiempo para compartir con ustedes”.
Pero Mia no quedó satisfecha con esa respuesta. Extrañaba a su madre y quería pasar tiempo con ella.
Un domingo por la mañana, Raquel dejó a Mia y Juan Carlos temprano en casa de Laura. Dijo que tenía algunas cosas que atender antes de dirigirse a la casa del señor Daniel. Fue entonces cuando la niña tuvo una idea.
Le dijo a Laura que iría a la casa de un amigo, pero en realidad planeaba ir a casa del señor Daniel. Sabía su dirección; su madre la había dejado escrita para algún caso de emergencia.
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Mia llamó a la puerta y el señor Daniel se sorprendió al ver a una niña pequeña parada en su puerta. “¿Sí? ¿Cómo puedo ayudarte?”, preguntó dulcemente.
Mía sonrió. “Soy la hija de su señora de la limpieza. Me dijo que llegaría tarde al trabajo y me pidió que viniera a avisarle. ¿Puedo quedarme aquí hasta que llegue?”.
“¡Por supuesto!”, respondió el anciano y la invitó a pasar.
Poco después, el señor Daniel tuvo que irse porque recibió una llamada urgente de su oficina. “Tengo una reunión, así que discúlpame. Voy a cerrar, pero puedes quedarte aquí y esperar a tu madre. Ella tiene las llaves de repuesto”, le informó a la niña, quien sonrió y asintió.
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Casi media hora después, Raquel llegó a su casa. Abrió la puerta y se sorprendió al ver que los pisos brillaban como si estuvieran recién pulidos. Colgó su abrigo en el perchero y entró, observando todo.
“¿Alguien ya limpió?”, se preguntó mientras entraba en la sala de estar. Allí vio a su hija limpiando los pisos.
“¡Hija!”, gritó Raquel y corrió hacia ella. “¿Qué estás haciendo aquí?”
“¡Mami!”, exclamó Mía con una sonrisa. “Mira, limpié los pisos para que no tengas que trabajar muchas horas. ¡Ahora puedes pasar más tiempo conmigo!”.
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Raquel no pudo contener las lágrimas. “¡Oh, mi niña!”, dijo, mientras la abrazaba. “Realmente lo siento. No tenías que hacer todo esto…”.
“No quiero que ganes mucho dinero para nosotros, mami”, dijo Mia mientras la abrazaba. “Todo lo que quiero es que estés en casa y pases tiempo conmigo”.
Raquel se sintió muy mal. Sabía que necesitaba trabajar duro para mantener a su familia. Pero esa noche, decidió hacer tiempo para Mia y Juan Carlos sin importar lo cansada que estuviera. Ella haría cualquier cosa por ellos.
Esa noche, el señor Daniel revisó las cámaras de seguridad y vio lo que había hecho Mia. Sintió pena por ellas y decidió ayudarlas.
El siguiente fin de semana, cuando Raquel llegó a su casa, el anciano la recibió con una gran noticia: le iba a aumentar cinco veces el salario. La mujer estaba llorando. “Gracias, gracias. No sé qué hice para merecer esto…”, expresó agradecida.
“Este es su premio por ser una madre dedicada a sus hijos”, dijo el señor Daniel con una sonrisa. “Espero que eso ayude a tu familia”.
Gracias a su generosidad, Raquel no tuvo que trabajar tantas horas para mantener a Mia y Juan Carlos, y pudo pasar mucho más tiempo con ellos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Siempre que puedas, ayuda a tu prójimo. El señor Daniel era un hombre de negocios generoso que quintuplicó el salario de Raquel para que no tuviera que trabajar tanto y pudiera pasar más tiempo con sus hijos.
- No siempre es fácil balancear el trabajo con la maternidad, pero hay que darle tiempo de calidad a los hijos. Raquel trabajaba los siete días de la semana, y tenía poco tiempo para compartir con sus hijos. Su hija la extrañaba e hizo lo posible por estar más tiempo con ella.
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