Dueño de lavadero de autos cierra el local por niño pobre que junta dinero para el tratamiento de su madre - Historia del día
Tomás decidió lavar autos para recaudar dinero para el tratamiento médico de su madre, pero le costaba encontrar clientes porque la gente del pueblo solía ir a un lavadero de renombre de la zona. Cuando el dueño del local se enteró de lo que sucedía, hizo algo extraordinario que cambió todo para Tomás.
"Voy a ayudar, papá. Puedo aportar algo de dinero", le dijo Tomás a su padre, que estaba sentado en el sofá del salón revisando unas facturas que había en la mesita. El hombre levantó los ojos cansados y le sonrió.
"Oh, hijo, solo tienes ocho años. No tienes que preocuparte por estas cosas", le aseguró Juan. "Además, sería difícil encontrar trabajo a tu edad".
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"Pero yo puedo hacer lo mío. Puedo lavar autos en el barrio", afirmó Tomás con entusiasmo. Vivían en una zona suburbana donde llovía la mayor parte del tiempo, así que a la gente le gustaba mantener sus automóviles limpios.
"Bueno, puedes intentarlo y, con suerte, la gente te contratará", admitió Juan, palmeando la espalda de Tomás y volviendo a mirar la mesa llena de facturas sin pagar.
La madre de Tomás, María, tenía cáncer y se sometía a tratamiento en el hospital cada dos semanas. Las facturas se acumulaban, incluso con su seguro. Solían ser un hogar con dos ingresos, pero María tuvo que dejar de trabajar cuando le diagnosticaron la enfermedad.
Juan se convirtió en el único sostén de la familia mientras cuidaba de Tomás. Últimamente, había pensado en aceptar un segundo trabajo, pero alguien tenía que estar ahí para Tomás.
María se sentía a menudo demasiado enferma y dormía todo el día, por lo que no podía encargarse de su hijo. La mujer sufría por ello, pero su esposo le aseguraba que todo estaba bien, aunque ella sabía que Tomás necesitaba de sus padres.
Tomás era consciente de que su familia tenía problemas económicos y eso le rompía el corazón a Juan. Pero ya no había nada que pudiera hacer al respecto. Y si Tomás quería ayudarles lavando autos, se lo permitiría. Podría mantener su mente ocupada.
Durante los días siguientes, Tomás recorrió el vecindario ofreciendo su servicio de lavado de carros. Sin embargo, ninguno de los vecinos aceptó su oferta porque todos fueron a un autolavado cercano que era propiedad del Sr. Torrealba.
Ese mismo día, el chico decidió visitar el taller del Sr. Torrealba y hacerle una pregunta. Un empleado lo condujo a la oficina principal, donde el hombre estaba revolviendo papeles en su escritorio y parecía bastante ocupado.
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Tomás no se anduvo con rodeos y procedió a formular su pregunta. "Señor Torrealba, ¿qué hace para conseguir más clientes?".
El señor Torrealba frunció el ceño y miró al chico con una expresión confusa. "¿Qué?".
"¿Cómo se consiguen más clientes? He estado preguntando a la gente si podía lavar sus autos, pero todos me han rechazado porque todo el mundo viene aquí", explicó Tomás, con aspecto muy serio.
"¿Quieres poner un lavadero de coches, chico?", preguntó el señor Torrealba, dejando los papeles que tenía en la mano sobre la mesa y centrándose únicamente en Tomás con una mirada curiosa.
"La verdad es que no. No quiero montar un negocio. Solamente necesito reunir dinero para mi familia ahora", explicó el pequeño con su cara de inocencia.
"¿Por qué?", preguntó el hombre.
"Mi madre está enferma y necesitamos dinero". Era la respuesta más sencilla del mundo. Pero el señor Torrealba quería saber más, así que Tomás le explicó que su madre tenía cáncer y que veía a su padre preocupado constantemente.
"Tu madre es María, ¿verdad? ¿Y tu padre es Juan? Los conozco. También solían venir aquí. Te diré una cosa. ¿Por qué no trabajas para mí?", le ofreció el señor Torrealba, pero Tomás negó con la cabeza.
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"No puedo. Solo vine aquí porque me escabullí y tomé un autobús. Mis padres no me dejaron venir a trabajar. Está demasiado lejos. Necesito encontrar trabajo cerca de mi casa, y ya que todos mis vecinos vienen aquí a que les laven los autos, necesito saber cómo puedo convencerles de que me dejen hacerlo a mí. Porque está claro que les ha convencido de que es el mejor, explicó Tomás.
El señor Torrealba parecía pensativo, con la mano sujetando su barbilla en señal de reflexión, pero finalmente asintió. "De acuerdo, chico. Aunque no me gusta perder clientes, tengo una idea que podría ayudarte rápidamente. Pero es mejor que vuelvas a casa antes de que tus padres se preocupen. No vuelvas a escabullirte, advirtió al pequeño, que asintió y salió de la tienda, preguntándose cómo le ayudaría el señor Torrealba.
Al día siguiente, el dueño del lavadero se presentó en la casa de Tomás con algunas noticias. Aunque el Sr. Torrealba conocía a sus padres, Tomás no tenía ni idea de que supiera dónde vivían.
"He decidido que voy a cerrar el lavadero de autos los lunes durante las próximas semanas, así que todos mis clientes de los lunes irán a parar a ti y podrás ganar dinero", le reveló el señor Torrealba a Tomás.
El chico estaba encantado con la idea. "Y voy a ir a ayudarte porque puede ser demasiado para una sola persona", añadió el hombre.
Sin embargo, el señor Torrealba no estaba siendo del todo sincero. No le dijo a Tomás que había hablado con algunos vecinos y les había preguntado si podían ayudar al chico porque su madre estaba enferma y necesitaba el dinero. La gente estuvo encantada de darle una mano una vez que se enteraron de lo que estaba sucediendo.
El empresario había decidido cerrar su tienda los lunes porque, sencillamente, no tenían suficientes clientes ese días y no tenía sentido mantenerla abierta. Pero Tomás no necesitaba saberlo. También se ofreció a ayudar porque el hombre se veía a sí mismo en Tomás.
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Desde entonces, todos los lunes, el niño y el empresario trabajaban frente a la casa del chico lavando los autos de las personas que llevaban allí.
Mientras tanto, otros vecinos organizaron una recaudación de fondos para ayudar a la familia. Juan y María no podían creer que todos fueran tan generosos.
"A veces, los niños inspiran lo mejor de todos nosotros. ¿No crees?", le preguntó el Sr. Torrealba a Juan un lunes mientras observaba a Tomás trabajando duro en la limpieza del vehículo de un vecino.
"Creo que sí", respondió Juan, con la voz cargada de emoción. Estaba orgulloso de su hijo por haber inspirado la bondad en personas que no conocían y que estaban dispuestas a donar y ayudar en todo lo posible.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los niños pueden inspirar lo mejor de las personas: Los chicos ven el mundo de la forma más sencilla posible, por lo que pueden recordar a los adultos que hacer el bien es algo muy satisfactorio.
- La vida es más dulce cuando nos ayudamos unos a otros: La mayoría de las veces no hay que hacer mucho para ayudar a alguien, pero la vida es mucho mejor cuando todos estamos dispuestos a darle una mano a los demás.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.