Niño pobre se ofrece a ayudar a anciano a cambio de donas para su mamá, recibe $230.000 en lugar de las donas - Historia del día
Un niño pobre necesitaba desesperadamente dinero para comprar alimentos y medicinas para su madre enferma, pero ayudó a un anciano a cambio de donas. Unos días después, encontró una caja llena de dinero con una nota desgarradora en la puerta de su casa.
Las pasadas vacaciones de verano fueron una época de diversión para todos los niños, excepto para Dylan. El niño de 10 años vivía con su madre, Merlina, y un perro como mascota.
Mientras los niños de su edad disfrutaban de su infancia, Dylan tuvo que asumir las responsabilidades de un adulto después de que su padre los abandonó.
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Al crecer, Dylan nunca tuvo una infancia color de rosa. Su madre a menudo se enfermaba y apenas podía trabajar. Invirtió sus ganancias en la educación de su hijo porque quería que se convirtiera en médico y sirviera a los necesitados y enfermos.
Ese verano, el niño decidió ayudar a su madre a aliviar su carga buscando dinero en las calles. No sabía que una fortuna que le cambiaría la vida llegaría pronto a su puerta.
“No quiero que mendigues por las calles, hijo”, pidió Merlina. "Quiero que algún día te conviertas en médico... no esto. No quiero que supliques dinero a extraños".
Pero la madre de Dylan pensó mal. El niño no estaba mendigando dinero. Él ayudaba a las personas mayores a llevar sus bolsas del supermercado a cambio de dinero.
"Perderé la esperanza en la vida si no te ayudo, mamá... Déjame hacer esto por ti, por favor", suplicó.
Después de convencer a su madre, se fue al trabajo, llevándose cartulinas viejas con una inscripción que decía: "Te ayudaré a llevar tus compras a casa por $3 o comida para mi madre, mi perro y para mí".
Dylan estaba parado afuera del ajetreado supermercado con el letrero de cartón cerca de sus pies, mirando a los clientes mayores con esperanza y hambre.
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El primer día de trabajo del niño fue agotador. Ayudó a seis personas con sus bolsas de compras y ganó $18. Con ese dinero compró jarabe para la tos y otras medicinas para su mamá, dos panes, una docena de huevos y unas velas para iluminar su pequeño altar.
"¡Mamá, mira! ¡Compré esto con mis ganancias de hoy!", exclamó.
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Merlina estaba orgullosa de su hijo, pero aún le molestaba que no disfrutara su infancia como sus amigos.
Pasaron varios días y Dylan siempre regresaba a casa con algunas ganancias. En un día similar, estaba buscando clientes cuando un anciano extraño se le acercó con una cálida sonrisa.
"Hijo, gasté todo mi dinero en la tienda, así que no tengo los $ 3 que necesitas", dijo el anciano. "Pero puedo darte algunas donas si me ayudas a llevar mis paquetes".
Aunque las donas sonaron atractivas para Dylan, rechazó la oferta del anciano y decidió ayudarlo de forma gratuita. "Está bien. Te ayudaré gratis", dijo.
El anciano estaba atónito por la amabilidad del niño, pero no quería que el pobre niño trabajara gratis. "¡No! Un trato es un trato", insistió.
"Nunca comprometas tus condiciones de trabajo para favorecer a otra persona. Soy un caballero que te tiene que pagar por tu trabajo. Y tú, hijo mío, debes respetarte a ti mismo y a tu trabajo".
Dylan se sorprendió por las palabras del hombre. Él sonrió y felizmente lo ayudó a llevar las bolsas a su casa. Cuando llegaron allí, el hombre recordó que aún no había comprado las donas que le había prometido al niño.
"Hijo, ¿cuál es tu nombre?", preguntó.
"Dylan", respondió el niño, sonriendo.
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"Hijo, perdona a tu abuelo... Me olvidé por completo de comprar tus donas hoy... Acordamos cambiar tus servicios por donas. Soy un hombre de palabra. Entonces, por favor, dame tu dirección".
El hombre le dijo a Dylan que le enviaría las donas en unos días. El niño le dio su dirección al extraño, a regañadientes, y saltó felizmente, satisfecho de servir a un hombre necesitado.
Había pasado una semana desde la última vez que Dylan vio al hombre, y tampoco llegaron donas. Dylan lo dejó pasar porque nunca esperó nada a cambio y asumió que el abuelo lo había olvidado.
Una noche, estaba descansando en el sofá después de un largo día de trabajo cuando escuchó que tocaban la puerta.
"¿Quién es? Un segundo, ya voy..."
Pero cuando Dylan abrió la puerta, no había nadie afuera, excepto una extraña caja en el umbral.
"¿Qué hace esta cosa aquí? ¡Mamá! ¡Ven aquí! Tengo miedo. Hay una caja grande afuera de nuestra casa", gritó.
La mamá de Dylan estaba ocupada adentro y no lo escuchó. Curioso, el niño tomó la caja y la llevó adentro. Esperaba que no fuera una especie de broma pesada de los niños vecinos.
La caja era bastante pesada, lo que lo asustó aún más. Nervioso, lo abrió y se congeló al ver la enorme cantidad de dinero que había dentro.
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"¡Mamá! ¡Ven aquí rápido! ¡Mira esto!... ¡Mamá!... ¡Mamá!".
"¿Qué pasa, cariño?", preguntó Merlina, mientras entraba a la habitación. Se detuvo en seco cuando vio la caja llena de dinero en efectivo.
Dylan tomó una caja más pequeña del interior y, cuando la abrió, sonrió. Era una caja de donas con una nota que decía: "De tu amado abuelo, Benjamín Pirela". Dylan entendió que era del anciano al que había ayudado hace varios días. Contaron el dinero y se sorprendieron cuando sumó $230.000.
"No, hijo, debes encontrarlo y devolver esto... no podemos quitarle tanto dinero a alguien así".
"Sí, mamá... tienes razón", coincidió Dylan. Corrieron a la casa del anciano solo para encontrarla vacía.
"Eso es raro... Estuve aquí hace una semana y me dijo que esta era su casa".
En ese momento, un vecino se acercó al niño.
"¿Cuál es tu nombre, hijo?", preguntó.
"Dylan", respondió el chico.
"Oh, así que eres, Dylan... Espera un segundo... tengo algo para ti".
El hombre volvió con una carta en la mano.
"El Sr. Pirela me dijo que le diera esto a un chico llamado Dylan que vendría a buscarlo".
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Dylan leyó la carta y las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos. Resultó que Benjamín era un exitoso hombre de negocios que se había jubilado después de la muerte de su hijo.
Como no tenía a nadie que heredara su riqueza, eligió a Dylan como su heredero y le dejó una fortuna que cambiaría su vida junto con la carta.
"Sabía que vendrías a devolver el dinero. Pero te aseguro que es todo tuyo. Te lo mereces mejor que nadie. Si quieres hacer algo por tu abuelo, usa este dinero para ayudar a servir a los necesitados".
En ese momento, Dylan se dio cuenta de que la sinceridad y la amabilidad siempre son recompensadas.
Eventualmente, la madre y el hijo honraron el deseo del anciano. Merlina guardó el dinero en una cuenta a la que Dylan tendría acceso cuando cumpliera 18 años. Estaba orgullosa de su hijo, y el incidente generó honestidad y amabilidad en el joven.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La sinceridad y la amabilidad siempre serán recompensadas: Cuando el anciano necesitó ayuda para llevar sus bolsas del mercado y no tenía dinero para pagar, Dylan se ofreció de forma gratuita. La amabilidad y la sinceridad del niño le dieron una gran recompensa al recibir $230.000.
- Inspira a tus hijos a ser buenos y hacer el bien siempre: Cuando Merlina vio el dinero que le habían regalado a Dylan, le dijo que no podían aceptar una cantidad tan grande de alguien. Ella lo llevó a la casa del anciano para devolverlo y sembró semillas de honestidad en su pequeño hijo.
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