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Niños corriendo hacia sus abuelos | Foto: Shutterstock
Niños corriendo hacia sus abuelos | Foto: Shutterstock

Niños que viven en otro estado se presentan en el cumpleaños de la abuela aunque el papá se negaba a verla - Historia del día

Dos abuelos que estaban separados de su hijo mayor quedaron encantados cuando sus nietos se presentaron en el cumpleaños de uno de ellos.

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“¡Es su culpa!”, les gritó Pedro a sus padres. “¡NUNCA aceptaron a Liliana y nunca les gustó! ¡Destruyeron mi matrimonio y arruinaron mi vida!”.

Amanda y Jacobo Vidal miraron a su hijo mayor en estado de shock. “Cariño”, dijo Amanda. “¡Eso no es cierto! Aceptamos a Liliana, siempre intentamos de hacerla sentir bienvenida...”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“¿INTENTARON?”, gritó el hombre. “¡Deberían haber hecho más que intentarlo! Se acabó, mamá y papá, ¡no quiero volver a verlos mientras viva!”.

La pelea había sido hacía ocho años, y Pedro se había mantenido fiel a su palabra. Nunca volvió a ver a sus padres. Su único contacto con ellos había sido a través de su hermano menor, Juan.

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Aunque el hombre permitía que sus dos hijos vieran a sus abuelos, siempre los llevaba y esperaba en el auto. Escuchaba noticias familiares a través de Juan, que era diez años más joven.

Cuando ocurrió el distanciamiento, su hermano tenía solo quince años y él tenía veinticinco. El joven adoraba a su hermano mayor y a sus sobrinos.

Pedro no había tenido el corazón para alejarlo. La distancia con sus padres aumentó seis años después, cuando él aceptó un nuevo trabajo en otra ciudad. Dejó atrás su pasado y a su familia en su ciudad natal.

Coincidentemente, Juan ya tenía tiempo viviendo en la ciudad donde se había mudado su hermano mayor, pues asistía a la universidad allí con una beca deportiva.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Fue él quien se acercó a Pedro, y no tardó en convertirse en el mejor amigo de su hermano, a pesar de la diferencia de edad.

Juan cuidaba a los pequeños Alicia y José cuando su padre tenía que trabajar hasta tarde o cuando tenía que hacer un viaje de negocios. Él mantenía viva la memoria de sus abuelos.

Les contaba a sus sobrinos historias de su propia infancia, todas sobre Amanda y Jacobo. “¡Así es como tu abuela Amanda hace panqueques!”, decía Juan en ocasiones.

O decía: “¡El abuelo Jacobo puede arreglar CUALQUIER COSA, y cuenta los mejores cuentos para dormir!”.

Pedro lo escuchaba hablar de sus padres, pero nunca participaba en las animadas conversaciones. Simplemente se sentaba y escuchaba en silencio, especialmente cuando Juan les contaba a sus hijos noticias sobre Amanda y Jacobo.

Desde la ciudad donde vivían, los abuelos le pedían a diario a su hijo menor noticias sobre Pedro y los niños. Después de que Juan cerró la llamada de Zoom, Amanda dijo con tristeza: “Él nunca nos perdonará, nunca... Lo extraño. Extraño a nuestro hijo y extraño a los niños”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Jacobo dijo suavemente: “Mi amor, un día nos perdonará. ¿Qué más podemos hacer?”.

“Podríamos haber guardado silencio”, dijo Amanda. “¡Si hubiera sabido que eso me costaría el amor de mi hijo, no hubiera dicho nada!”.

“¿Pretender que nunca habías visto a su esposa con otro hombre?”, preguntó Jacobo. “¿Dejar que lo engañaran, que lo humillaran?”.

“Él la amaba”, dijo Amanda. Él habría preferido permanecer en la ignorancia. Le costamos su felicidad.

Pero Jacobo sacudió la cabeza obstinadamente. “¡Pero mira lo que pasó!”, dijo él. “Tan pronto como la descubrieron como una infiel, abandonó a Pedro y a sus propios hijos. ¡Hicimos lo correcto!”.

Pero Amanda se culpaba a sí misma y estaba preocupada por el alejamiento de Pedro. “¡Cumpliré setenta años y mi hijo y mis únicos nietos no estarán!”, le dijo a su marido.

“Todo estará bien”, dijo Jacobo. "¡Te haré la mejor fiesta!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El hombre mayor se dispuso a organizar una fabulosa fiesta de cumpleaños para Amanda e invitó a todos sus amigos y a toda la familia. Por su bien, Amanda fingía estar emocionada.

Estaba saludando a sus invitados y recibiendo regalos cuando escuchó una voz gritar: “¡Abuela Amanda! ¡Somos nosotros! ¡Venimos a desearte un feliz cumpleaños!”.

¡Amanda se dio la vuelta y vio a los pequeños Alicia y José corriendo hacia ella! ¡Habían crecido tanto! Miró detrás de ellos con la esperanza de ver un rostro muy querido. Luego abrazó a los dos niños.

“Mis dulces bebés, ¿vinieron de otro estado solo para desearme un feliz cumpleaños?”, lloró. “¿Y dónde está su papá? ¿En el auto?”.

“No, vinimos sin él”, respondió Alicia.

“Pero, ¿cómo llegaron sin su padre?”, preguntó Amanda. Fue entonces cuando Juan se acercó sonriendo

“¡Feliz cumpleaños mamá!”, dijo él. “¿Espero que te gusten tus regalos de cumpleaños?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Amanda abrazó a su hijo menor. “¡Gracias, cariño! Pero, ¿cómo...”.

“Pedro se fue de viaje de negocios y me pidió que cuidara a los niños”, dijo el joven. “No pude evitar traerlos, aunque sé que mi hermano me odiará por eso...”.

Una voz tranquila interrumpió: “¡Te equivocas!”. ¡Amanda y Jacobo se dieron la vuelta y allí estaba Pedro! “Mamá”, dijo. “Feliz cumpleaños...”. Dio un paso adelante y, por primera vez en ocho años, abrazó a su madre.

“¡Hijo mío!”, susurró Amanda entre lágrimas. “¡Mi niño, lo siento mucho! Por favor, perdóname...”.

“Mamá”, dijo el hombre. “No hay nada que perdonar. Tenías razón”. Metió la mano en su bolsillo y sacó una bonita caja con una cinta plateada. “¡Esto es para ti, de parte de mis hijos y de mi parte!”.

Juan miró con una gran sonrisa y lágrimas en los ojos. “¡Estoy muy contento de que no estés enojado conmigo!”, dijo el joven. “Pero, ¿cómo supiste que estábamos aquí?”.

Pedro le devolvió la sonrisa. “Tengo un rastreador instalado en los teléfonos celulares de los niños”, explicó. “Y nunca podría enojarme contigo. Puede que seas mi hermano menor, ¡pero eres mucho más sabio que yo!”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La ira y el resentimiento pueden destruir una familia. Pedro no había podido perdonar a sus padres por revelar la traición de su esposa y no les habló durante ocho años.
  • La verdad puede herir tan profundamente como cualquier mentira. Pedro quedó devastado cuando supo la verdad sobre su esposa, y descargó su ira y su dolor con sus padres.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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