Vecino lleva el periódico a la puerta de una anciana a diario hasta que un día los ve intactos - Historia del día
Un vecino generoso le lleva periódicos a una anciana todos los días hasta que ve intactos en el porche de su casa los del día anterior. Llama a su puerta para averiguar qué está pasando, pero cuando nadie responde, decide ponerse en contacto con la policía.
Michael Gruber estaba de pie en su porche delantero, esperando que el repartidor le trajera el periódico de la mañana.
Suspiró mientras miraba su reloj, impaciente por leer la prensa, y para su alivio, vio al hombre en la calle solo unos segundos después.
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“Buenos días, señor Gruber. ¡Espero no llegar tarde!”, exclamó cuando se detuvo cerca de la casa de Michael y arrojó un periódico a su jardín.
Luego fue a la casa de la vecina, una mujer mayor llamada Ada, y repitió el proceso. Un rato después, Michael se acercó hasta el lugar, recogió el periódico, y fue a dejarlo justo en la puerta.
Ada era una viuda de 88 años que vivía sola. Su esposo y su hijo habían muerto en un accidente automovilístico hacía varios años, y no tenía más familia. Michael era un hombre amable que apreciaba ayudar a sus vecinos, especialmente a ella.
Todas las mañanas, él llevaba el periódico hasta la puerta de su casa después de que ella se quejara de cómo le molestaban las rodillas cada vez que debía ir a recogerlo.
“Ya ves, cariño”, dijo ella. “He visto suficiente de esta vida. Espero que cuando Dios decida llamarme a casa, muera en paz mientras duermo. No quiero sufrir más”.
Las palabras de Ada conmovieron el corazón de Michael, quien siempre hacía todo lo posible por ayudarla. Con el invierno en curso, él le limpiaba el frente de su casa y, a menudo, la invitaba a tomar té o caldo caliente.
En respuesta, la anciana le sonreía con dulzura. “Si mi hijo estuviera aquí hoy, me cuidaría como lo haces tú. Tienes un corazón amoroso. Un día, te devolveré tanta amabilidad”, le dijo cierta tarde.
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Michael se rio y contestó: “¡No necesito nada, Ada! No estoy haciendo esto para obtener algo de ti; lo estoy haciendo porque realmente me gusta ayudarte…”.
Ese día, Michael, como de costumbre, caminó hasta la casa de Ada para dejarle el periódico del día en la puerta. Pero cuando llegó al porche delantero, notó que los periódicos del día anterior estaban allí, intactos. Pensó que era extraño.
“¿Dónde estará?”, se preguntó. Se dio cuenta de que no había visto a Ada recientemente. Pero luego notó que las luces de su casa estaban encendidas y su ropa aún se estaba secando en el patio trasero.
Preocupado, llamó a su puerta y la llamó. “¿Ada? ¿Estás bien? ¡Por favor abre la puerta! ¡Soy yo, Michael!”. Pero no hubo respuestas.
La puerta del patio trasero también estaba cerrada, por lo que Michael sabía que solo quedaba una opción. Llamó al número de emergencias para pedir ayuda.
Después de un par de minutos, un equipo de oficiales apareció y abrió la puerta. Cuando entraron en la sala de estar, Michael vio una mano que sobresalía de detrás del sofá. Corrió hacia el sofá, solo para encontrar a Ada pálida e inconsciente.
“¡Ada! ¡Que alguien llame a los paramédicos! ¡Está inconsciente!”, grito.
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La anciana fue trasladada al hospital y fue admitida en la sala de emergencias de inmediato. Michael no se despegó de su lado. Un médico le informó que Ada se había desmayado por deshidratación y fatiga.
“Le tomará un tiempo recuperarse, pero estará bien. De alguna manera, le salvaste la vida. Las repercusiones pudieron haber sido graves si demoraban más en traerla”, dijo el médico.
Más tarde ese día, cuando Michael fue a ver a Ada, ella no dejaba de agradecerle. “¡Muchas gracias! Si no hubieras aparecido, habría muerto y nadie lo habría sabido. ¡Gracias por salvarme!”, dijo débilmente.
“¿Qué pasó, Ada? ¿Por qué no me informaste que no te sentías bien?” Michael preguntó, preocupado.
“Estaba a punto de hacerlo”, dijo en voz baja. “Iba a llamarte, pero luego todo se volvió negro, y cuando desperté, estaba aquí. Dios te envió para ayudarme. No te preocupes. ; esta anciana no te va a dejar tan pronto…”, añadió, sonriendo débilmente.
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“¡No te estás cuidando bien, Ada!”, dijo con tono de preocupación. “¡Después del alta, te quedarás con mi familia hasta que estés completamente bien! ¿Está bien?”.
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En ese momento, Ada tenía lágrimas en los ojos. “No estoy seguro de lo que hice para merecer un vecino como tú, Michael. Muchas gracias, cariño. Muchas gracias…”.
Michael hizo lo que había prometido. Se llevó a Ada a casa después de que le dieran el alta. A su esposa, Estela, y a sus hijos, Raúl y Jessica, les encantaba tenerla en casa y pronto se convirtió en familia para ellos.
Ada le dio a Estela su viejo libro de cocina con hermosas recetas y la tarta de manzana que preparó siguiendo sus indicaciones fue lo más destacado de su cena un día.
Lo que en un principio se pensó que sería una estadía temporal, se extendió por algo más de un año. Todos se sentían bien juntos.
Y llegó el día en que la anciana partió a su hogar celestial. Michael y Estela se encargaron de los arreglos de su funeral y al regresar a casa, sin la risa y la presencia de Ada, todo se sentía extrañamente vacío.
Después de un tiempo, Michael fue a la habitación de invitados, donde se había quedado Ada, y lloró mientras miraba a su alrededor. Las cosas habían sido tan diferentes cuando ella estaba cerca, pensó.
De repente, su mirada se vio atraída por una carta en la mesita de noche. Reconoció la letra de Ada en la parte superior y abrió el sobre para leerla.
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“Querido Michael
Gracias por convertirse en mi familia en estos últimos tiempos. No sé por qué escribo esto ahora, pero tengo la sensación de que voy a partir pronto. Sé que nunca podré pagarte por tu amabilidad, pero tengo un humilde regalo para ti que espero no rechaces.
No he olvidado la promesa que alguna vez te hice. No es que pueda compensar el amor y el cuidado que tú y tu familia me brindaron, pero te dejo mi casa y mis bienes. He dejado los datos de contacto de mi abogado al final.
Espero que esto ayude a ti y a tu familia. Siempre estaré en deuda contigo por tu amabilidad, Michael. Por favor, dale mi amor a tu familia.
Ada”.
Michael no podía dejar de llorar. Se secó las lágrimas y bajó las escaleras para mostrarle la carta a Estela. La pareja estaba agradecida con Ada, y con la herencia que recibieron, abrieron una modesta tienda de abarrotes que llevaba su nombre.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Algunas familias se forman por lazos de cariño y empatía. Ada era solo la vecina de Michael, pero su cariño por ella los terminó uniendo como familia.
- Las personas mayores que nos rodean necesitan cuidados; no dudes en dárselo. Si Michael no hubiera ido a ver a Ada, podría haber muerto en total abandono. Gracias a personas como él, la anciana pudo vivir una vida feliz hasta que se fue a su morada celestial.
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