Enfermera despedida invita a indigente a sentarse con ella en un café: al otro día la busca una limusina - Historia del día
Una enfermera que fue despedida encontró consuelo en un vagabundo. La mujer lo invitó a sentarse con ella en una cafetería y al día siguiente, una limusina llegó a recogerla. La dama no tenía idea de que su vida cambiaría para siempre.
Lorena estaba acabada, había intentado todo lo posible para sobrevivir a su trabajo. Llegó al punto en el que no podía soportar más a su arrogante jefe y le dijo lo imbécil que era. Eso hizo que la despidieran, y ahora estaba preocupada por cómo iba a arreglárselas para pagar sus facturas.
"Sé que es duro, pero no tenía otra opción", se recordó a sí misma mientras estaba sentada en una cafetería, lamentando su situación. El lugar de trabajo de Lorena estaba a unos pocos edificios de distancia, y ella iba allí con frecuencia después de laborar.
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Lorena se encontraba inmersa en sus pensamientos, cuando una voz débil la interrumpió. "Por favor, discúlpeme, señorita. ¿Le importa que me tome el resto de su café si no se lo está bebiendo? Me siento un poco mal con el frío", dijo la persona.
"¿Qué?". Lorena levantó la vista de repente y se fijó en un hombre desaliñado que tenía delante. Por su aspecto, no tardó en darse cuenta de que era un vagabundo. "¿Café?", preguntó confundida.
El hombre se dio cuenta de que Lorena parecía perdida, así que repitió. "Sí, el café... ¿Puedo tomarlo?", preguntó señalándolo.
"Sí, claro, quiero decir... no iba a tomarlo de todos modos", respondió ella. "Por favor, acompáñeme".
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El hombre asintió mientras tomaba asiento. "Es excelente, pero habría sido aún mejor si hubiera estado caliente", dijo, tomando un sorbo. "Gracias por permitírmelo. Me llamo Jefferson".
"Soy Lorena Sumoza. No se preocupe", respondió ella.
"Si no le importa", dijo Jefferson, dejando la taza. "Veo que algo le preocupa. No es que tenga derecho a meterme en sus asuntos, pero si compartirlo conmigo le hace sentir mejor, soy todo oídos".
Lorena sonrió un poco. "La verdad es que es muy generoso de su parte. Gracias por preguntar. Sinceramente, me siento fatal porque he perdido mi trabajo. Soy enfermera. Mi jefe estaba creando problemas en el trabajo, así que perdí la calma y le grité. En represalia, me despidió, y ahora no sé qué hacer.
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"Últimamente, he tenido problemas económicos... eso es todo. QUE TE DESPIDAN SE SIENTE HORRIBLE Y UNA VIDA SIN DINERO PEOR", suspiró e inmediatamente se arrepintió al mirar a Jefferson, quien estaba en una situación peor que la de ella.
"Lo siento, creo que me he pasado. Lo siento si le he ofendido...", dijo.
"No, no, no lo ha hecho", respondió Jefferson. "No pasa nada. Espero que se sienta mejor ahora que se ha desahogado".
"Muchas gracias. Deje que le traiga algo de comer", se ofreció ella, sintiéndose agradecida con Jefferson por su consideración. Pidió un sándwich de atún para él y dos tazas de café.
Mientras los dos hablaban y tomaban el café, Lorena sintió que su corazón se liberaba de todas las preocupaciones por un rato. Durante su conversación, Jefferson se echó a reír y dijo: "¡Si yo fuera su jefe, vendría a verla en una limusina y la contrataría en mi centro médico o como sea que lo llamen! ¡Estaría encantado de tenerla en mi equipo! ¿Cómo podría alguien despedirla?".
Lorena se sonrojó. "Eso era todo lo que necesitaba oír hoy. Gracias, Jefferson. Me siento muy bien después de hablar con usted".
Después de terminar su café, Jefferson se ofreció a acompañar a Lorena a su casa. Lorena aceptó y, mientras caminaban, se dio cuenta de que Jefferson siempre iba detrás de ella a una distancia considerable.
"Verá, soy un vagabundo", dijo él. "Si la gente se da cuenta de que caminamos juntos, puede que no lo vean con buenos ojos. Después de todo, soy un hombre sucio y desaliñado".
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Lorena sonrió y le tomó la mano. "No me importa lo que piensen los demás", dijo ella. "Para mí, usted es un hombre de buen corazón que me hizo sentir mejor al escuchar mis preocupaciones. su aspecto y estatus es lo que menos importa, Jefferson. No debería dejar que la gente lo juzgue así. Se merece que lo respeten, ¿de acuerdo?".
Jefferson asintió, con lágrimas en los ojos.
Cuando llegaron a su casa, Lorena le ofreció a Jefferson pasar la noche en su hogar y dormir en la habitación de invitados. Pero él se negó, diciendo que no quería molestarla innecesariamente. En cambio, le dio las gracias y se marchó.
"Es un alma tan bondadosa", pensó Lorena mientras lo veía alejarse. "Yo también debería haberle preguntado por sus preocupaciones. ¿Cómo pude ser tan egocéntrica? Espero que nos volvamos a encontrar, Jefferson... realmente lo espero...".
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Aquella noche, sus temores volvieron a aparecer en su cabeza mientras estaba sentada sola en casa. No podía quitarse de la cabeza el hecho de no tener trabajo y lloró hasta quedarse dormida por la ansiedad y la preocupación.
A la mañana siguiente, se despertó con el sonido del timbre de la puerta. Se vistió rápidamente y se apresuró a abrir la puerta.
Al abrir se encontró con un hombre elegante y una limusina estacionada fuera de su casa. "Buenos días, señora", dijo el hombre. "Me llamo Samuel y seré su chofer por hoy. Mi jefe está deseando verla".
Lorena lo miró de pies a cabeza y suspiró. "Y supongo que se ha equivocado de dirección, señor Samuel".
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"No lo creo, señora", dijo él. "¿No es usted Lorena Sumoza?".
Lorena estaba completamente confundida. Ella no conocía a nadie que enviara una limusina a recogerla, pero quería llegar al fondo del asunto, así que se preparó rápidamente y decidió acompañar al hombre.
Temiendo lo peor, tenía el 911 tecleado en su teléfono. Pero cuando el coche se detuvo en una de las clínicas más prestigiosas de la ciudad y conoció al propietario, supo que no era necesario. Samuel trabajaba para Jefferson. Qué diferente y elegante parecía Jefferson con traje, pensó mientras Samuel le abría la puerta del coche y ella bajaba.
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Jefferson explicó que era un psiquiatra que se disfrazaba de indigente como parte de un experimento para su investigación. Cuando conoció a Lorena vio lo buena persona que era y quiso contratarla.
"La gente sabe quién soy", explicó. "La fama tiene sus inconvenientes. Si me acercara a ellos como psiquiatra, no serían sinceros conmigo y mi experimento fracasaría. Así que esta era la única opción".
Le ofreció a Lorena un trabajo y la contrató. La enfermera estaba más que agradecida con él. Pero dicen que la amabilidad nunca queda sin recompensa. Tal vez esta fue la manera en que Dios recompensó la bondad que Lorena mostró a un indigente.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Puede que tú lo tengas difícil, pero otros están peor, así que ayuda a los necesitados: Lorena estaba preocupada por su situación financiera después de ser despedida, pero ayudó a Jefferson cuando dijo que no tenía hogar y tenía hambre.
- Denuncia la toxicidad en tu trabajo: Te mereces que te respeten. Lorena hizo bien en dejar un trabajo en el que no la apreciaban. En cierto modo, fue lo mejor, porque le ofrecieron un trabajo mucho mejor en el que obtuvo tanto respeto como un empleador comprensivo.
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