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Una mujer con trillizos en un cochecito | Foto: Shutterstock
Una mujer con trillizos en un cochecito | Foto: Shutterstock

Vecinas menosprecian a mujer de 59 años que cría a bebés gemelos hasta que interviene una anciana - Historia del día

Mayra Pérez
28 jul 2022
18:00

Una mujer de 59 años acababa de mudarse con bebés gemelos, y sus vecinos se burlaron de ella por su embarazo tardío. Un día, una anciana valiente les cerró la boca a todos y les hizo arrepentirse de sus acciones.

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¿Por qué hablar a espaldas de alguien? ¿Qué ha pasado con la bondad y la empatía al prójimo? Estas eran alguna preguntas que se hacía Laylah Silva, de 59 años, después de mudarse a un vecindario tranquilo.

Los ojos de la mayoría de los vecinos estaban puestos en ella cada vez que salía con sus gemelos. Era como si hubiera cometido algún crimen por haber tenido hijos a su edad. Se sentía indefensa, y nada impedía que sus detractores chismearan sobre ella.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

“Buenos días, pastor Jorge. Estos son mis dos angelitos”, dijo Laylah en su visita dominical a la iglesia en su nuevo vecindario. Se paró frente al altar al lado de su carriola gemela, esperando que el pastor bendijera a sus bebés.

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“Claro que sí, señora Silva. Se ven encantadores. ¿Cómo se llaman?”.

“Este es Benjamín, y este es Álvaro".

“Bueno... bueno... Son adorables. ¿Qué edad tienen?”.

“Tienen seis meses”. La sonrisa de Laylah se desvaneció cuando escuchó a sus vecinos hablando detrás de ella.

“Es ella... Ella es la que se mudó hace dos semanas con esos bebés”, dijo una vecina.

“¡Dios mío, solo mírala! ¡Es tan vieja! ¿Y ella es su madre? ¡¿Quién querría tener bebés a esta edad?!”, agregó otra.

Laylah estaba profundamente herida, pero ignoró los comentarios. Pensaba que dejarían de burlarse de ella en algún momento. Sorprendentemente, la situación solo empeoraba día a día.

“Aquí viene de nuevo”, susurró una mujer que vivía en la cuadra cerca de Laylah. “¡Vieja arrugada con bebés!”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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Laylah sabía que se estaban riendo y cotilleando sobre ella. Pero no tenía la energía para defenderse. Decidió ignorar sus burlas y siguió con su compra. Señaló las latas de fórmula para bebés y le dijo al dependiente:

"Necesito cuatro, por favor", dijo. Sacó el dinero de su bolso y preguntó: “¿Cuánto?”.

“18 dólares por lata, señora”, dijo el empleado. Pagó su compra y salió.

“¡Debió haber sabido que no podía amamantar a esta edad!”, comentó la mujer mientras Laylah salía de la tienda. “Felicitaciones a quien haya inventado la fórmula para bebés", se burló otra. “De lo contrario, la vieja no habría tenido como alimentar a sus hijos”.

La mujer estaba herida más allá de lo que las palabras podían expresar. Derramó lágrimas en silencio, pero lo único que importaba eran sus bebés. Así que caminó hacia su casa, entró y cerró la puerta detrás de ella.

Esto era algo que había estado haciendo desde su mudanza. No hablaba con nadie porque sabía que de inmediato comenzaría a hacer preguntas que no quería contestar. Decidió aislarse y ocuparse de su vida.

Un día, Laylah llevó a los gemelos de compras y regresó a casa bastante tarde avanzada la mañana

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“¡Oh, Dios mío!... ¿Qué acaba de pasar aquí? ¿Mi casa?”. Laylah entró en pánico y corrió hasta la entrada. “¡Esto no puede estar pasando de nuevo! ¿Por qué?”, preguntó llorando.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

En ese momento, una vecina, Dolores Álvarez, de 70 años, la detuvo y le explicó lo que había ocurrido: “Pasaba por tu casa y vi humo saliendo del techo. Tu casa estaba cerrada con llave e inmediatamente llamé a los bomberos”, dijo.

Al final resultó que Laylah se había olvidado de apagar una vela en el ático. La había encendido para buscar un viejo álbum de fotos y la había dejado en el soporte de madera.

La vela se había derretido sobre la madera y había provocado un pequeño incendio. Afortunadamente, la diligencia de Dolores salvó la casa y las brasas del ático se apagaron de inmediato.

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“Gracias, vecina. Le estaré eternamente agradecida”, dijo Laylah, abrazando a la mujer. “¿Por qué no me acompaña a tomar el té al final de la tarde? ¡Espero que mi casa no huela a humo para entonces!”. Dolores estaba complacida con la invitación.

Laylah sintió esperanzas, porque Dolores era la primera persona que le había hablado amablemente desde que se había mudado. Estaba abrumada y preparó el mejor té y bocadillos para su vecina.

Esa tarde, las dos mujeres tomaron té y pronto estaban conversando amistosamente. Dolores tenía curiosidad por saber sobre la maternidad tardía de su vecina, pero no podía encontrar cómo hacerlo en forma discreta.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

“Entonces, vecina, me preguntaba acerca de tu familia. Es sorprendente que te convirtieras en madre a tu edad. ¿De dónde sacas tanta energía?”.

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Un silencio espeluznante se apoderó del lugar. Por el rostro de Laylah comenzaron a correr algunas lágrimas, y de pronto se levantó y fue a su habitación. Dolores estaba desconcertada y pensó que la había ofendido.

“Laylah, lo siento. No quise molestarte. Por favor, vuelve…”.

La vecina regresó unos minutos después con un viejo álbum de fotos en la mano. Se sentó junto a Dolores y lo abrió, con una triste y nostálgica sonrisa.

“Esta es mi hija, Emily. Y este es su esposo, Jacobo”, dijo Laylah, señalando a una hermosa pareja en la foto. “Esta soy yo cerca de mi esposo, Luis”.

Dolores miró las imágenes, algo confundida. Luego vio las fotos del embarazo de Emily y empezó a vislumbrar la verdad.

“Qué adorable. ¿Estaba embarazada? ¿Y dónde están tus nietos?”, preguntó.

Laylah se levantó y señaló las cunas de su dormitorio. Con la voz alterada por el llanto, dijo: “Están ahí. Ellos son toda la familia que me queda ahora”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“¿Qué estás diciendo? ¿Los gemelos son tus nietos? ¿Dónde están Emily y Jacobo? ¿Qué le pasó a tu esposo?”.

Limpiándose las lágrimas, Laylah finalmente reveló la verdad. “Perdí a mi esposo, hija y yerno en un incendio hace algunos meses. Había llevado a mis nietos recién nacidos al parque y por eso logramos sobrevivir”, lloró.

“Ya no podía vivir allí. Esos trágicos recuerdos eran demasiado dolorosos para mí. Así que vendí mi casa y mi auto y me mudé aquí. Pensé que esa decisión me ayudaría a encontrar algo de paz y así lograr seguir adelante. Por mis nietos debía hacerlo, a pesar del dolor”.

“No imaginé que sería rechazada por todos solo por estar criando a dos niños pequeños a mi edad. Y no quería tener que compartir mi dolorosa historia con unos verdaderos extraños. No es fácil para mí hablar sobre esto”.

Dolores se conmovió hasta las lágrimas después de escucharla. Se dio cuenta del daño que le habían hecho los vecinos con sus comentarios malintencionados, mientras la mujer lidiaba con su propio dolor. Se fue con el corazón apesadumbrado.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Al día siguiente, acompañó a Laylah y sus bebés a la iglesia. En el camino, escuchó a sus vecinos hacer comentarios crueles. En esta oportunidad, Dolores decidió no hacer más oídos sordos a sus burlas.

“¡BASTA! ¿No tienen algo mejor que hacer que burlarse de esta mujer? ¿Saben por qué está aquí? ¿Tienen idea de lo que ha vivido? Ha sacrificado todo para criar a sus nietos huérfanos. ¡Dejen de burlarse de ella!”.

“¿Huérfanos? ¿Nietos?”, exclamaron los vecinos, en estado de shock.

“Me ocuparé de ustedes más tarde”, dijo Dolores, muy molesta y corrió detrás de Laylah, quien había seguido caminando. Más tarde esa noche, reunió a sus vecinos y les reveló el trágico pasado de la nueva vecina.

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“Por eso nunca debemos juzgar a las personas. No es de nuestra incumbencia hablar de los asuntos privados de alguien. Aunque esos niños hubieran sido sus hijos, ustedes no tenían el derecho a tratarla de esa manera. La lastimaron profundamente en su peor momento”.

Algunos días después, un grupo de vecinos fueron a ver a Laylah. Le llevaron cosas lindas para sus nietos, comida casera para ella y se disculparon sinceramente.

“Lo sentimos, señora Silva. Lamentamos profundamente lo que hemos estado diciendo. No teníamos ese derecho. ¡Ustedes son bienvenidos!”, dijeron.

El corazón de Laylah se sintió aliviado al saber que finalmente la dejarían vivir tranquila. A partir de ese día, todo fue mucho más sencillo para ella y los niños, y pudieron vivir en paz en el vecindario.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • No debemos juzgar a los demás. Cuando Laylah se mudó al nuevo vecindario con los bebés, sus vecinos se burlaron de ella al suponer que se había convertido en madre a sus casi 60 años. Se sintieron avergonzados al saber su trágico pasado.
  • Nadie tiene el derecho a destruir con sus críticas al prójimo. Independientemente de las razones que hubiesen llevado a Laylah a cuidar a dos bebés recién nacidos a su edad, debió recibir empatía y amistad por parte de sus vecinos y no el acoso y las burlas de las cuales fue objeto.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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