logo
página principalHistorias Inspiradoras
Shutterstock
Shutterstock

Millonario cree que hija de 11 años está en campamento de verano: descubre que vive en un hogar de ancianos - Historia del día

Un hombre envió a su hija a un campamento de verano de negocios para niños, con la esperanza de que algún día ella heredara su empresa. Sin embargo, se enteró de algo impactante al final de la temporada.

Publicidad

“Buena suerte, cariño. ¡Diviértete en el campamento!”, le dijo Anthony a su hija, Mireya, a principios del verano. Él decidió enviarla a un campamento de verano con un programa único para jóvenes emprendedores.

Allí le enseñarían detalles críticos sobre cómo abrir y mantener un negocio con conciencia social, y eso definitivamente era el futuro.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Anthony creía firmemente que su única hija sería perfecta para heredar la exitosa empresa que él había construido desde cero. Ella tenía solo 11 años, pero era inteligente, astuta y ya sabía cómo negociar lo que quería.

“Es una locura lo rápido que crecen los niños en estos días”, pensó mientras saludaba a la preadolescente.

Publicidad

Mireya insistió en tomar el autobús hasta el campamento, a pesar de que su padre tenía muchos autos y podía llevarla rápidamente. La jovencita quería independizarse rápidamente y él estaba muy orgulloso de ella.

Su padre la extrañaría terriblemente, pero esto era una inversión para su futuro. Aun así, no era fácil presenciar lo rápido que había crecido, especialmente porque su madre, el amor de la vida de Anthony, murió cuando la pequeña tenía solo siete años.

El hombre hacía todo lo posible para cumplir el papel de madre y padre, pero a veces pensaba que no era suficiente.

Y luego comenzó a notar lo madura, segura y autosuficiente que era su hija. Entonces pensó que no estaba desempeñando su papel nada mal.

Por supuesto, tenía un ama de llaves, Marina, que la cuidaba, y se convirtió en su única figura materna. Pero no era lo mismo que tener una madre, y Anthony lo sabía.

De todos modos, esperaba con ansias el final del verano y escuchar todo sobre el campamento de Mireya. Con suerte, aprendería mucho, pero se divertiría igual de bien, haciendo nuevos amigos y desarrollando sus habilidades.

Publicidad
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“¡Hija! Voy a recogerte del campamento. Te espero en la entrada, ¿de acuerdo?”, le dijo Anthony a su hija a través de su celular mientras conducía su automóvil.

Era el final del campamento de verano y él iba camino a recogerla. No quería esperar a que ella llegara sola a casa usando el autobús. La extrañaba demasiado.

“¿Qué? ¡No, papá! Te dije que volvería a casa sola”, respondió Mireya casi enojada.

“¡Cariño, te extraño! No puedo esperar más. Será más rápido en mi auto y luego podremos ir de compras juntos. ¿Qué te parece?”, insistió él.

“Bueno... papá... mmm”, dijo la chica.

Publicidad

“¿Qué está pasando?”, preguntó Anthony, frunciendo el ceño ante el tono de su hija.

“Papá, no estoy en el campamento. No he estado allí en todo el verano”, confesó la jovencita con un tono de culpa.

“¿Qué? ¿Dónde estás?”, gritó, casi desviándose por el impacto que le causaron las palabras de su hija.

“¡Papá! No es gran cosa. Yo solo... cambié mis planes. Pero puedes venir a recogerme aquí. Te enviaré un mensaje de texto con la dirección y te explicaré todo”, dijo y colgó el teléfono.

Anthony se detuvo y permitió que pasaran otros autos mientras esperaba el mensaje de texto. Su teléfono sonó, y frunció el ceño ante la ubicación. Era un lugar en el que una niña de 11 años no pertenecía.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Publicidad

“¿Por qué estaría en un asilo de ancianos?”, se preguntó, poniendo la dirección en el GPS de su auto y siguiendo las instrucciones.

Su corazón se aceleró mientras estacionaba y salía de su auto. Mireya estaba en la entrada con sus maletas, forzando una sonrisa. Su culpa se mostraba claramente en su rostro, y Anthony frunció el ceño.

“Hija, ¿qué está pasando?”, preguntó, agarrando las maletas de la niña y girándose hacia su auto.

“¡Espera! Antes de irnos, quiero mostrarte el lugar”, sugirió Mireya, todavía culpable, pero con una sonrisa furtiva. ¿Qué estaba tramando?

La niña lo condujo al hogar de ancianos y Anthony notó que el personal la saludaba y se presentaba. Mireya conocía cada rincón de las instalaciones y a la mayoría de los residentes, quienes le sonreían a la jovencita.

Algunos de ellos incluso pedían ayuda. A medida que avanzaba la gira, el hombre se impacientaba aún más, todavía sin saber por qué su hija había pasado el verano allí.

Publicidad

“¡Mireya, por el amor de Dios! ¡Solo dime qué está pasando!”, exigió desesperadamente.

“Ok, ok”, respondió ella. Luego entró en lo que parecía ser la sala de descanso de los empleados. “Viví aquí durante todo el verano”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“¿Por qué?"

“Papá, no quiero entrar en el negocio”, confesó, respirando hondo. “Quiero ser enfermera. Recuerdo exactamente cuánto ayudaron las enfermeras del hospital a mamá cuando estaba enferma”.

“Eran incluso mejores que los pocos médicos que iban y venían en un segundo. Eso es lo que quiero ser”.

“Está bien, cariño. Ese es un buen sueño. Nunca pensaría en obligarte a hacer algo en contra de tu voluntad. Pero eso aún no explica lo que estás haciendo en un hogar de ancianos”, le dijo Anthony, arrodillándose para mirarla directamente.

Publicidad

“Encontré este programa de voluntariado, llamé y les propuse la idea de convertirlo en un programa de verano. Los trabajadores aquí también son enfermeros y enfermeras”.

“Aceptaron. Yo les di un número de teléfono y les dije que probablemente estabas demasiado ocupado para contestar cuando trataran de llamar. También les dije que tenía 15 años, y creo que también lo creyeron”. Mireya estaba apresurando sus palabras, y su boca se torció con su astucia.

Anthony respiró. “Jovencita... no puedes hacer eso”, dijo. Cerró los ojos y sacudió la cabeza, pensando en la locura de su hija. Ella les había mentido a estas personas, pero todo era porque quería ayudar y comenzar sus sueños temprano.

No podía evitar estar orgulloso de ella, incluso si tuviera que regañarla por mentir. “¿Por qué no me dijiste?”.

“Pensé que no lo permitirías. Parecías muy interesado en que fuera a la universidad a estudiar sobre negocios y no sabía cómo decirte la verdad”, respondió ella, y Anthony se sintió muy mal.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Publicidad

“Lamento que te hayas sentido así. He sido demasiado insistente y te pido disculpas por no dejarte expresarte mejor. Lo haré mejor en el futuro”.

“Pero no puedes mentirme sobre tu ubicación. Tienes 11 años. Tengo que saber dónde estás en todo momento. Podría haber pasado algo”.

“Pero papá…”.

“No he terminado”, interrumpió. “Dicho eso, lo que hiciste es bastante impresionante. Engañaste al sistema, pero todo porque querías ser voluntaria. Pero nunca más lo hagas, jovencita. ¿Me entiendes?”.

Mireya asintió rápidamente con una gran sonrisa, sabiendo que ya estaba fuera de problemas. “¡Sí papá!”.

“Bien. Ahora preséntame a algunas personas y haremos los arreglos para que vengas aquí como voluntaria después de la escuela. Pero te traeré y te recogeré”, agregó Anthony. Se levantó y tomó la mano de su hija.

Ahora que él sabía lo que estaba pasando, disfrutó del recorrido y de cómo otros empleados venían a contarle cosas maravillosas sobre su pequeña.

Cuánto ayudaba, cuánto la amaban los residentes y lo talentosa que era. Por supuesto, él ya sabía todo eso. Pero su pecho estaba lleno de orgullo al final del día cuando subieron a su auto.

Publicidad

Mientras se acomodaban en el vehículo, Anthony pensaba en buscar buenas universidades de enfermería en el área y en cómo trabajarían para asegurarse de que ella se convirtiera en lo que quería ser.

Hubiera sido bueno si heredara y administrara su negocio, pero los sueños de su hija eran más importantes.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Es posible que tus sueños para tus hijos no sean los mismos que los de ellos. Algunos padres tienen ciertas expectativas de sus hijos. Pero hay que dejarles ser quienes quieran ser.

Ten una comunicación honesta y abierta con tus hijos para que nunca te mientan. Mireya le mintió a su padre, pues pensaba que él podría desaprobar sus sueños. Él se sintió muy mal porque ella sentía que tenía que mentirle, así que se disculpó con su hija y prometió ser más receptivo.

Publicidad

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

Puedes dejar tu mensaje en la sección de comentarios y suscribirte a AmoMama para leer las mejores historias en un solo lugar.

Publicidad
Publicidad
Publicaciones similares