Mamá da en adopción a hija en silla de ruedas: 18 años después la ve bajarse de auto de lujo y caminar - Historia del día
Una joven actriz ambiciosa da en adopción a su pequeña hija en silla de ruedas para poder concentrarse en su carrera, pero el futuro le depara algunas sorpresas.
Sarah sabía que iba a ser una estrella. Tenía la apariencia y el talento; todo lo que necesitaba era una oportunidad. Así que comenzó a pasar el rato con las personas adecuadas, tratando de entrar en el mundo de Hollywood.
Ella era solo una de las miles de mujeres jóvenes que soñaban con convertirse en grandes actrices. Pero a Sarah le ocurrió lo inesperado: quedó embarazada.
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Era una aspirante a estrella esperando a un bebé, y terminó trabajando como camarera en un restaurante del centro. Todo lo que Sarah podía pensar durante su embarazo era dar a luz y recuperar su figura.
Cuando tenía siete meses, la madre de Sarah fue a visitarla. Ella había planeado dar al bebé en adopción, pero esa inesperada visita cambió las cosas. La mujer estaba encantada de convertirse en abuela y ansiosa por ayudarla en todo.
“Pagaré el alquiler”, dijo su madre “Y te daré una mesada, para que puedas dedicarte a cuidar a la bebé... ¡Por favor, Sarah, no entregues a la pequeña!”.
Las súplicas sentimentales de su madre le entraban por un oído y le salían por el otro, pero sus incentivos financieros eran muy convincentes. Sarah accedió a quedarse con su hija, pero estipuló que se quedaría en esa ciudad. Todavía quería ser una estrella.
Dos meses después, Sarah dio a luz a una hermosa niña llamada Mía, en honor a su abuela. Al principio, funcionó bien. Su madre era muy generosa e incluso podía permitirse pagar una niñera.
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Sarah siguió asistiendo a las audiciones y las fiestas, todavía buscando esa gran oportunidad, ese momento mágico. Con el paso de los años, Mía creció y Sarah seguía sin arrancar profesionalmente.
Ella no se comportaba como una madre dedicada. Su hija era tan solo la gallina de los huevos de oro que mantenía el flujo de dinero de la abuela, pero hasta ahí llegaba su interés.
Cuando Mía tenía cuatro años, su abuela falleció y Sarah heredó algo de dinero. Si lo hubiese administrado con cuidado, le hubiese durado años. Pero ella lo despilfarró rápidamente.
Un día, Mía estaba jugando en el parque con sus amigos y se cayó del columpio. Cuando la niña se despertó, estaba en el hospital y no podía sentir sus piernas.
La pequeña lloraba llamando a su madre, pero ella quiso primero saber qué había pasado. Los médicos le dijeron que su hija tenía una lesión grave en la columna y que, sin cirugía ni rehabilitación, estaría en una silla de ruedas por el resto de su vida.
“¿Cuánto me va a costar eso?”, preguntó Sara. Cuando escuchó la cantidad, sus labios se afinaron y dijo: “Lo pensaré”.
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Nadie en el hospital volvió a ver a Sarah. Como les había dado una dirección falsa, tampoco pudieron encontrarla. Unos días después, el hospital recibió una declaración notariada.
Sarah estaba dando a Mía en adopción y declinando toda responsabilidad. La Dra. Anna Jaramillo era la pediatra de la niña y le dio la noticia.
“¿Mi mami no va a volver?”, preguntó la pequeña Mía, sorprendida. “¿Es porque estoy toda dañada? ¡Por favor, dile que me recuperaré! ¡Lo haré!”. Mientras sostenía a la pequeña, que sollozaba desesperadamente, Anna juró que haría cualquier cosa para ayudarla.
Los siguientes años fueron muy duros para Mía, pero Anna estuvo a su lado. Pidió acogerla y llegó a amar a la dulce niña como si fuera suya.
Mía fue sometida a varios procedimientos quirúrgicos a medida que crecía. Después de cada operación, pasaba por dolorosas sesiones de rehabilitación, pero todo valió la pena. Poco a poco, aprendió a caminar de nuevo.
Cuando estaba en el último año de la escuela secundaria, Mía podía bailar e incluso correr. Anna se casó y logró adoptar a la niña, quien finalmente tuvo una familia amorosa.
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Mía fue a la universidad y se graduó de la facultad de derecho con las mejores calificaciones. Para celebrar, decidió llevar a sus padres a cenar en uno de los mejores restaurantes de la ciudad.
La flamante abogada había hecho una reserva, y cuando ella y sus padres bajaron de su limusina, una mujer sin hogar los abordó, ¡Ninguno de ellos pudo reconocerla!
Sarah vio salir de la limusina a una chica bonita y resplandeciente de largas piernas con un vestido de diseñador. Una pareja mayor lujosamente vestida la siguió. Esta era una familia rica, pensó, ¡un blanco fácil!
“Por favor”, suplicó la mujer. “Tengo tanta hambre”. Enfocó su atención en la mujer. Tenía un rostro dulce y compasivo; se sentiría culpable si no le daba algo.
Sarah tenía razón. Anna sintió pena por ella y metió la mano en su bolso para buscar dinero, pero Mía la detuvo con un gesto. Miraba fijamente a la indigente, como si algo viniera a su memoria.
“¿Te conozco?”, preguntó. “Tu rostro me recuerda al de mi madre”.
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La mujer sonrió. ”No, cariño, no soy tu madre. ¿Una chica bonita y saludable como tú? ¡Tuve una hija y estaba en una silla de ruedas!”.
“Si, esa era yo”, dijo Mía con calma. “Cuando me abandonaste estaba en una silla de ruedas. Y como puedes ver, me he recuperado, gracias a mis padres”.
“Por favor”, dijo Sarah, agarrando el brazo de Mía. “¡Por favor, tú puedes ayudarme! Tuviste suerte de ser adoptada por personas ricas, ¡y eso fue gracias a mí!”.
“¿Gracias a ti?”, preguntó Mía. “Sí, puedo agradecerte por algo sería por todas las noches que lloré, preguntándome por qué no tenía tu amor, y sintiendo que merecía ser abandonada. Aquí, madre, aquí está mi agradecimiento”.
Mía sacó un billete de $20 y lo puso en la mano de Sarah, luego entró al restaurante con sus verdaderos padres.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nuestros niños merecen todo nuestro amor y devoción. Sarah nunca quiso ser madre y conservó a su hija a su lado porque le generaba dinero. Cuando la situación cambió, la abandonó a su suerte y esperaba que ella le agradeciera.
- El poder del amor puede hacer que sucedan milagros. Anna amaba a Mía, y su amor y dedicación ayudaron a la pequeña a recuperarse por completo.
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