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Hombre descubre que su abuela tenía mansión de $1,3 millones pese que vivía en una casucha y que él no es el heredero - Historia del día

Guadalupe Campos
05 may 2022
19:00

Un hombre se sorprende al descubrir que su abuela le escondió que era dueña de una mansión de un millón de dólares. Se queda todavía más atónito cuando salió a la luz que un extraño sería el heredero.

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Sara Bruno siempre había sido modesta. No se creía superior a nadie. Había crecido como hija de un próspero agricultor, y había podido pagar una educación de calidad.

Pudo acceder a una buena universidad, donde tuvo calificaciones excelentes, porque era muy inteligente y aplicada. La gente le decía que era una chica con suerte, e incluso ella empezó a creérselo. Después de todo, la vida le era fácil.

Pequeña casa en zona rural. | Foto: Pixabay

Pequeña casa en zona rural. | Foto: Pixabay

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Tan pronto como terminó la universidad, se mudó de la casa de sus padres y consiguió un trabajo en su profesión. Trabajó duro y asistió a varios congresos para mejorar su CV.

Era como si siempre supiese exactamente qué hacer y cuándo hacerlo. Así también fue la forma en que conoció a su esposo Celso.

Sus miradas se encontraron en una fogata después de un evento académico al que ambos asistieron. La noche se extendió y los vio compartir juegos y bebidas.

Como era de esperar, no la dejó ir esa noche sin intercambiar contactos, y al día siguiente, tan pronto como pudo, Celso la llamó.

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Él era un buen hombre, y se enamoró profundamente de la personalidad y el aspecto de Sara, por lo que comenzaron su noviazgo. Era como un cuento de hadas y Sara quedó convencida de que lo que tenían era realmente especial.

Salieron durante unos años y luego Celso le propuso matrimonio durante una cena romántica. Ella dijo: "Sí, definitivamente".

Dos años después del enlace, dieron la bienvenida a un niño: estaba sano y lo amaban. Sara estaba totalmente convencida de que su vida era fácil... y entonces ocurrió la tragedia.

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Su esposo fue asesinado, y el asesino no pudo ser localizado. Fue un baldazo de agua fría que la hizo ver la realidad: su vida no era tan especial después de todo.

Mujer con bebé en foto antigua. | Foto: Shutterstock

Mujer con bebé en foto antigua. | Foto: Shutterstock

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Algunas décadas más tarde, su hijo también perdió la vida en un accidente, y convenció a Sara de que cualquier desgracia podía ocurrirle. Ella no tenía ninguna estrella que la cuidara.

De haberla, su esposo y su hijo estarían con ella. Pero la vida todavía le tenía golpes preparados.

Por alguna razón, su nuera no tenía mucho amor por ella. Simplemente nunca se vieron cara a cara, y ese veneno se filtró gradualmente en la relación de Sara con su nieto Juan.

Le encantaba visitarla en su casa cuando era niño, pero a medida que crecía, comenzó a rechazar sus invitaciones e incluso se volvió grosero con ella.

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A Juan lo avergonzaba que su abuela fuera pobre y viviera en una pequeña choza en las afueras de una finca. Tampoco le gustaban sus regalos, que siempre le parecían inútiles.

Para uno de sus cumpleaños, Sara le dio un enorme álbum anticuado lleno de sellos, pero en lugar de apreciarlo, Juan se decepcionó: había estado esperando un iPhone.

"¿Para qué usaré estos sellos?", le preguntó cuando ella lo llamó más tarde para ver qué le había parecido su regalo.

"¡Cariño, esos son sellos raros que he estado coleccionando durante toda la vida!", dijo, ofendida. "No sabía que te disgustaría tanto".

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Colección de sellos. | Foto: Pexels

Colección de sellos. | Foto: Pexels

"No es así en absoluto abuelita... Es solo que, ya sabes, creía que me ibas a regalar el iPhone. O tal vez uno de esos nuevos auriculares nuevos de Sony..." propuso.

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"¿Entonces estás diciendo que no te gusta?" preguntó Sara después de una pausa.

"Es anticuado, eso es lo que digo", se excusó Juan. "¡Puedes preguntarme la próxima vez antes de hacerme un regalo!".

Sara se habría defendido, pero la llamada se cortó después de esa declaración final. El paso del tiempo no mejoró la relación de abuela y nieto. Pero Sara, que sentía que el tiempo se le acababa, volvió a intentar años después componer la relación.

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Juan estaba revisando sus correos una mañana cuando el teléfono sonó. Era la abuela Sara. "¿Cómo estás, querido? Hace tanto que no hablamos", le dijo, tratando de sonar alegre pese a las noticias que tenía para darle.

Él sostuvo el tubo con el hombro y siguió escroleando sus mensajes en la computadora. "Es cierto, abuelita. ¿Hay algún problema? Es raro que me llames".

"¿Lo es? Me pregunto por qué", dijo Sara.

Apartó con esfuerzo esos pensamientos y se concentró en la tarea presente. "Llamaba para pedirte un favor", dijo.

Teléfono anticuado. | Foto: Pixabay

Teléfono anticuado. | Foto: Pixabay

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"Bien, dime", respondió Juan.

"Me está costando moverme estos días, y creo que necesitaré algo de ayuda. Podrías ser una buena opción".

"¿Lo crees?".

"Sí, por supuesto, no te arrepentirás, me aseguraré de ello", dijo Sara.

"Está bien, vendré a pasar algún tiempo contigo", dijo Juan.

Sara se alegró de ver a su nieto unos días después, e incluso se llevaron bien durante los siguientes días. Sin embargo, solo una semana después de su llegada, Juan se cansó.

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Sara no pudo conseguir reemplazo, y ninguno de sus vecinos estaba dispuesto a ayudar a cuidarla. Todos tenían sus propios problemas, y ella no podía obligar a nadie.

"Creo que tendrías que considerar mudarte a un hospicio por el momento, Sara, hasta que puedas solucionar todo. ¿O pedirle a tu nuera que venga a asistirte?", le sugirió una vecina.

Señora se cubre la cara con las manos. | Foto: Shutterstock

Señora se cubre la cara con las manos. | Foto: Shutterstock

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"No, Maggie no va a venir. Antes se me reirá en la cara", dijo Sara con amargura. "Me culpa por la muerte de mi hijo".

Esto se debía a que su hijo había estado de camino a visitarla cuando tuvo un accidente que le cobró la vida y dejó a Maggie como madre soltera.

Después de la muerte de su hijo, se había distanciado de Sara, y había elegido tratarla como si no existiera. Sabía que de allí no obtendría ninguna ayuda.

Finalmente, después de que Sara hubo resistido todo el tiempo que le fue posible por su cuenta, se mudó a un hogar de ancianos donde se le asignó un cuidador apasionado por su labor.

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Era alto y gentil, y tenía unos veintitantos años, igual que su nieto. La cuidó bien y la mantuvo en forma todo el tiempo que pudo, y se quedaba junto a su cama siempre.

Pese a todos sus cuidados, Sara falleció de todos modos; sin embargo, en sus últimos momentos, el joven estuvo a su lado, y eso la hizo feliz.

"Tengo suerte después de todo," pensó mientras respiraba por última vez.

Unos días más tarde, Sara fue enterrada, y Juan le hizo una visita a su abogado. Se sorprendió por lo que le dijeron.

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Señora asistida por un cuidador. | Foto: Pexels

Señora asistida por un cuidador. | Foto: Pexels

"Tu abuela, de hecho, poseía un activo notable, la mansión en la granja en la que vivía y las tierras circundantes".

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"¡Pero si vivía en una casa pequeña y venida a menos!", tartamudeó Juan.

"Bueno, esa fue su decisión. A tu abuela no le gustaba volver a la casa grande porque le recordaba todo lo que perdió, su antigua vida", explicó el abogado.

"¿A qué se refiere con eso de 'antigua vida'?".

"¿Es que acaso no sabes quién fue tu abuela antes de la tragedia? Es una pena, pero no es tu culpa, eras apenas un bebé"."

"¿O sea?".

"Sara viene de una larga línea de productores agrícolas adinerados, la finca en la que vive se ha pasado de generación en generación. Es muy valiosa, si no me equivoco está tasada en 1,3 millones de dólares".

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Juan se quedó de una pieza. "¿Y se lo tenía guardado? ¿Por qué?".

Testamento. | Foto: Shutterstock

Testamento. | Foto: Shutterstock

"No puede decirse que hayas estado para escucharla hablar de ello, y doy fe de que lo intentó", lo amonestó el abogado.

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"Entonces, ¿por qué no lo sabíamos desde el comienzo?", preguntó Juan.

"Porque su marido, Celso, murió dentro de la casa".

"¿En serio?".

"Sí, fue justo después del nacimiento de su primer hijo; tuvieron una gran pelea que llevó a tu abuela a pasar una noche en la casa de los cuidadores, la casa pequeña en la que vivió todos estos años. Esa noche, tu abuelo dejó la puerta abierta esperando que ella volviera, pero los que entraron fueron ladrones, que le dispararon".

El abogado miró los papeles con tristeza y prosiguió: "Le rompió el corazón, ella se culpó de ser la causa de la pelea que lo dejó vulnerable esa noche. Así que mudó sus cosas a la cabaña pequeña y siguió viviendo allí como expiación".

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"¿Y esa mansión es mía ahora?".

"Mira, iba a ser así, pero eso cambió hace un tiempo. No eres más el heredero de la mansión, le fue legada a otra persona", reveló el letrado.

Un hombre consulta con un abogado. | Foto: Shutterstock

Un hombre consulta con un abogado. | Foto: Shutterstock

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"¿Qué? ¿Quién?" Juan no podía creerlo.

"El enfermero que la cuidó el último tiempo".

La declaración enfureció a Juan y lo lastimó al mismo tiempo. Parecía que su abuela había elegido deliberadamente entregar la mansión a un extraño solo para fastidiarlo.

Durante días, Juan no pudo evitar la ira cada vez que lo pensaba. Trató de olvidarlo, pero tampoco podía dejarlo atrás.

Un día, decidió limpiar las cosas de su abuela en la cabaña donde ella vivía, con la esperanza de encontrar la paz. Puso sus manos en viejas fotos de ella y se conmovió hasta las lágrimas tras mirarlas por algún tiempo.

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Recordó el regalo del álbum de sellos que ella le había dado: él se lo había devuelto, pero ella lo había guardado. Cuando lo recogió de nuevo, se sintió triste por cómo le había hablado al respecto.

Lo examinó por primera vez desde entonces. Ahora que era mayor, se daba cuenta de que los sellos eran muy caros.

Si los vendía, obtendría mucho dinero, pero Juan eligió conservarlos. Eran recuerdos de su abuela, y no se desharía de ellos.

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Joven pensativo. | Foto: Pixabay

Joven pensativo. | Foto: Pixabay

Con el paso del tiempo, Juan fue capaz de perdonarse a sí mismo por la forma en que había tratado a su abuela. Él había llegado a la conclusión de que ella tenía razón al haber entregado la mansión a su enfermero; después de todo, él no había estado allí en su momento de mayor necesidad.

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Hubiera deseado poder volver atrás en el tiempo, pero eso ya no es posible. Su abuela había fallecido, así eran las cosas. Todo lo que podía hacer era honrar la vida que ella vivió y estar agradecido de haberla conocido.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

No heredes enemigos. Juan empezó a dejar de recibir las llamadas de su abuela porque la relación entre su madre y la señora mayor era mala. No tenía ni idea de lo que había causado la disidencia, pero eligió unirse a su madre en el maltrato de Sara antes de morir. Llegó a arrepentirse después.

Sé apasionado por lo que haces. El enfermero se quedó con la mansión porque tomó su trabajo muy en serio. Se preocupó por Sara sin esperar nada a cambio más que el fruto de su trabajo, y fue recompensado.

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