Niño ayuda a anciano con manos temblorosas a recoger sus víveres del piso: el señor le da un paquete pequeño - Historia del día
Un hombre mayor tira sus compras al suelo debido a sus manos temblorosas, pero nadie lo ayuda, excepto un niño de 12 años. Conmovido por la caridad del joven, el hombre le entrega un pequeño paquete que guarda cerca de su corazón.
Javier Marfil, de 12 años, buscaba en el pasillo de chocolates del supermercado cuando algo llamó su atención. Se detuvo y vio a un hombre mayor en la sección de verduras.
La mamá de Javier, Stella, estaba ocupada comprando los suministros del mes y le había permitido que comprara sus chocolates favoritos para premiar su buen comportamiento.
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Sin embargo, en ese momento la atención del niño estaba en el hombre mayor, y se olvidó por completo de sus chocolates. Javier notó que estaba encorvado y apoyado en un bastón, y todo se le caía al suelo.
El hombre intentaba recoger las verduras, y de nuevo terminaban en el suelo. El niño se fijó en las manos débiles y temblorosas del anciano, y se dio cuenta de que necesitaba ayuda. Corrió hacia él y comenzó a recoger todo.
“No se preocupe, señor”, dijo mientras recogía las papas esparcidas por el suelo alrededor del hombre. “Aquí tiene. Puede decirme qué vegetales quiere y yo los pondré en su canasta”.
El hombre asintió y sus ojos se llenaron de lágrimas. “Muchas gracias, jovencito. Me alegra que pudieras detenerte a ayudarme. ¿Cómo te llamas?”.
“Javier”, respondió, sonriendo. “No tiene nada que agradecerme. ¡Mi papá siempre me decía que debemos proteger y servir a los necesitados! ¡Él era un valiente oficial de policía!”.
“¿Era?”, inquirió el hombre, curioso.
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“Mi papá murió mientras servía a nuestro país, así que ahora solo somos mamá y yo. A veces desearía que no hubiera sido policía porque lo extraño, ¡pero mamá me dijo que todos lo consideran un héroe!”.
“Quiero ser como él cuando sea grande, porque ayudaba a la gente buena y castigaba a las malas!”, exclamó con entusiasmo, luego se echó a reír. “¿Qué otras verduras necesita?”, preguntó.
“Oh, si, las verduras”, respondió el hombre mayor, asintiendo con la cabeza y agradeciendo a Javier mientras lo ayudaba con sus compras. Luego comenzó a contarle su propia historia.
“Mi nombre es Alfredo”, dijo. “Una vez tuve un niño como tú. Mi esposa y yo lo amamos tanto…”. Pero no pudo terminar. Stella vio a Javier y le pidió que se diera prisa porque tenían que irse.
“¡Javier, cariño!”, gritó desde lejos. “¡Vamos! ¡Llegamos tarde!”.
“Un momento, Alfredo, vuelvo enseguida”, dijo el niño.
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“Mamá”, dijo mientras corría hacia su madre. “Si quieres, puedes irte. Necesito ayudar a Alfredo. Sus manos tiemblan y no puede sostener nada. Papá se decepcionaría si no lo ayudara…”.
Stella miró por encima del hombro de Javier y notó que el hombre mayor se inclinaba levemente y le sonreía. Se sintió mal por él y le dijo a su hijo que se quedaría con él para que pudieran irse juntos a casa. Ambos ayudaron al anciano con sus compras.
Cuando estaban a punto de irse, Stella propuso dejar a Alfredo en su casa, pero el hombre dijo que podía arreglárselas solo.
“Realmente aprecio su ayuda. Javier ha sido muy amable, y no puedo agradecerles lo suficiente a ambos. Yo... lamento haberlos molestado... tengo la enfermedad de Parkinson, por lo que apenas puedo sostener nada”.
"Lo que hizo este niño hoy por mí realmente tocó mi corazón”. Stella notó que los ojos del anciano estaban llenos de lágrimas.
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“¿Estás bien, Alfredo?”, preguntó ella, preocupada. “Si quieres compartir algo, está bien. Puedes decírnoslo. ¿Te gustaría sentarte y hablar? Hay un parque cerca”, sugirió.
Alfredo asintió y fueron al parque. Stella sabía que llegaba tarde a los preparativos de la cena, pero algo le dijo que ese hombre necesitaba compartir su historia.
“Hace varios años…”, comenzó Alfredo mientras se sentaban en un banco. “Perdí a mi hijo en un trágico accidente automovilístico. Era nuestro único hijo. Mi esposa no pudo soportar perderlo y murió poco después. Desde entonces, vivo solo. No tengo familia”.
“Hoy, cuando Javier me ayudó, me recordó mucho a mi hijo. Se parecía a él, así que tengo algo que me gustaría darle”.
Alfredo sacó un pequeño paquete y se lo dio al niño. “Considera esto una recompensa por tu amabilidad. Esto es muy valioso para mí, y siempre quise dárselo a alguien que lo apreciaría”.
Stella le dijo que no era necesario, ya que lo habían ayudado por preocupación, pero el hombre mayor insistió y tuvieron que ceder.
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Cuando Stella y Javier llegaron a casa, el joven desenvolvió rápidamente el paquete y encontró una llave y una nota dentro.
“¿Por qué me daría una llave?”, pensó. Mientras estaba ocupado girando la llave en sus manos y examinándola, Stella tomó la nota para leerla. Cuando terminó, sus lágrimas corrían por su rostro.
“Esta llave pertenece a mi caja de seguridad”, comenzó. “Había ahorrado una suma modesta para la educación de mi hijo, pero nunca pude usarla. Mi esposa y yo decidimos darle el dinero a alguien que lo mereciera, y si está leyendo esto, nuestro deseo se ha hecho realidad. Espero que pueda ayudarlos en el futuro. Alfredo y Linda”.
“Oh, Alfredo, no tenías que hacer esto. No era necesario”. Stella soltó un suspiro lloroso.
Años más tarde, Javier ingresó a la fuerza policial y decidió localizar a Alfredo y agradecerle. Después de meses de intentarlo, se enteró de que el anciano había fallecido.
Visitó la tumba de Alfredo con un ramo de flores y le expresó, sinceramente, su gratitud: “Gracias por haberme ayudado”, dijo. “Los fondos que me diste fueron muy útiles para mi educación. Gracias por eso y descansa en paz”.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Tus buenas acciones siempre son recompensadas. Conmovido por la amabilidad de Javier, Alfredo le dio algo que había guardado para alguien especial, y que le permitió al niño alcanzar sus sueños.
- No seas indiferente ante las necesidades de otras personas. Cuando Javier vio a Alfredo luchando por recoger verduras, rápidamente corrió para ayudarlo. Intentemos ayudar a quien lo necesite.
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