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Una mujer mayor sentada sola a la mesa | Foto: Shutterstock
Una mujer mayor sentada sola a la mesa | Foto: Shutterstock

Anciana es retirada de asilo para ancianos por un hombre al que no ha visto en 56 años - Historia del día

Vanessa Guzmán
05 may 2022
02:05

Una mujer es internada en un hogar de ancianos por su hijo después de que su nuera la acusara de hacer daño a sus nietos. Pero un día, es rescatada por un hombre misterioso.

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Catalina Gómez pensó que había dejado atrás su pasado. Nunca pensaba en lo que le había pasado si podía evitarlo. Nunca le contó a nadie sobre lo ocurrido en su vida. Y con 18 años dejó atrás todo y emprendió un nuevo camino.

Había sido una modelo exitosa en los años sesenta, luego se casó con un hombre mayor rico, con quien compartió a su único hijo, Alberto. Cuando su esposo falleció, Catalina derramó todo su amor sobre su hijo. Creía que él estaba igualmente dedicado a ella. Pero estaba equivocada.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Alberto se casó con una mujer que a Catalina no le gustaba especialmente, pero por el bien de su hijo, ella fue educada con su nuera. Después de algunos años de matrimonio, Alberto y Maura estaban esperando su primer hijo.

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Catalina estaba encantada, pero su hijo tenía una petición: "Mamá, quería preguntarte... Esto es un gran problema, lo sé, pero ¿considerarías vender tu casa para que Maura y yo podamos comprar una propia.

"Queríamos una casa con jardín, con una pequeña cabaña en el jardín para ti, ¡y hemos encontrado el lugar perfecto! ¡Te va a encantar!".

"Pero Alberto", protestó Catalina. "¡No quiero renunciar a mi propia casa! La nueva casa sería tuya... No tendría nada..."

"Mamá", gritó Alberto, sorprendido. "¡Sabes que SIEMPRE te cuidaré! Te lo prometo, siempre estaré ahí para ti. Estarás cerca de nosotros y nos ayudarás a criar a los niños. Será perfecto".

Pero, por supuesto, no lo fue. A Maura no le gustaba Catalina más de lo que a Catalina le gustaba Maura. Las dos mujeres discutían con frecuencia, especialmente por los dos hijos de la pareja.

Catalina los mimaba y Maura protestó. "¡Esta es mi casa! ¡Haz lo que te digo!", le gritó a su suegra.

"¿Tu casa?". Catalina gritó de vuelta. "Fue mi dinero el que PAGÓ esta casa. ¡MÍO!". Las cosas se deterioraron rápidamente a partir de ese momento, y Maura comenzó a quejarse con Alberto por todo lo que hacía la madre de su esposo.

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Maura le dijo a Alberto que Catalina había estado alimentando a su hijo mayor, Marcos, con maní, algo a lo que era alérgico. Alberto confrontó a su madre: "¡Mamá, estás poniendo en peligro la vida de Marcos!".

"¡Pero yo no le di maní!", exclamó Catalina. "¡Yo nunca haría eso!".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Pero Alberto, aunque la creyera, sintió que lo mejor que podía hacer era ponerse del lado de su esposa, la madre de sus hijos. "Te voy a llevar a un hogar para ancianos, mamá. Esto ha ido lo suficientemente lejos".

"¿Un hogar para ancianos?", exclamó Catalina. "Pero cuando vendí mi casa y te di el dinero qué fue lo qué prometiste..."

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Alberto estaba avergonzado y miró hacia otro lado, pero siguió adelante con su plan, y dos semanas después, Catalina estaba en un asilo para personas mayores.

Catalina cayó en una profunda depresión. Había puesto su vida en manos de su hijo, creyó en su promesa y ahora él la había descartado. A los 74 años, no tenía nada ni a nadie. El personal del hogar de ancianos hizo todo lo posible, pero nada sacó a Catalina de su depresión.

Entonces, un día, una de las enfermeras se acercó y le dijo: "Señora Gómez, alguien llegó para buscarla".

Catalina levantó la cabeza. "¿Alberto?", preguntó esperanzada. "¿Mi hijo?".

La enfermera negó con la cabeza. “No, un caballero. ¿Un tal señor Torres?”.

"¿Torres?", susurró Catalina. "Pero..." Antes de que pudiera decir otra palabra, un hombre alto y guapo de unos sesenta y tanto años entró.

"¿Catalina?", preguntó. "Cata, soy Jacobo".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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"¿Jacobo?”, dijo con la respiración agitada. Su pasado volvió a su mente a toda prisa. De repente, tenía 18 años otra vez. Estaba de pie en el pasillo de un orfanato, y frente a ella estaba un niño de ocho años, con el rostro inundado de lágrimas.

"Volverás, ¿verdad, Cata?", sollozó. "¿Lo prometes?".

"Sí", había prometido Catalina, abrazando a su hermanito. "¡Tan pronto como tenga un trabajo y un lugar donde quedarme, vendré a buscarte!". Pero ella nunca lo hizo. Apenas unos meses después, fue 'descubierta' y su carrera como modelo despegó.

Había estado atrapada en un mundo de glamour y fiestas. De lujos y viajes por el mundo. Jacobo se había desvanecido en el fondo de su mente, una obligación que decidió enterrar.

Ahora, 55 años después, Jacobo estaba allí, parado frente a ella. "Oh, Jacobo, lo siento... te defraudé...", sollozó. "Pero créeme, ya tuve mi castigo... Estoy tan sola, mi hijo me abandonó..."

"Lo sé", dijo Jacobo en voz baja.

"¿Cómo lo sabes?", preguntó Catalina.

"Te localicé hace treinta años, Cata", explicó Jacobo. "¡Tengo que admitir que estaba enojado! Estabas viviendo una buena vida y había pasado por mucho... Pero cuando descubrí que estabas sola, decidí ayudarte.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

"Estoy bien, Cata, y quiero que vengas a vivir conmigo. ¡Tengo cuatro hijos y siete nietos! Todos quieren conocerte".

¡Fue como un sueño! De repente, Catalina se encontró en medio de una reunión familiar, rodeada de los hijos y nietos de Jacobo, ¡y ella era la invitada de honor!

Luego, Catalina vio a los hijos mayores de Jacobo discutiendo y vio que uno de ellos empujaba al otro. "¡Deténganse!", exclamó llorando. Se paró entre ellos y colocó una mano en el pecho de cada chico.

"¡Ustedes son hermanos! Me tomó 55 años darme cuenta de cuán fuerte es ese vínculo, y esos fueron 55 años desperdiciados. Más de cinco décadas que no tuve a mi hermano en mi vida. ¡No cometan ese error!".

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Jacobo se acercó y abrazó a Catalina y a sus hijos. "Está bien, Cata, los chicos se arreglarán. Ahora estamos juntos y nunca más nos separaremos".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • No decepciones a tus seres queridos, porque al final del día, lo único que importa es la familia: Catalina descubrió años después que su único apoyo era el hermano que había abandonado.
  • El perdón nos cura y borra el dolor: Jacobo perdonó a Catalina y eso le permitió convertirse en un hombre mejor y más feliz.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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