Niño promete regar las plantas de la anciana cuando ella se muda a un asilo: halla una nota en la tierra - Historia del día
Cuando Daniel vio a su anciana vecina peleándose con su hijo por sus plantas, se ofreció a ayudar y le dijo que él cuidaría su jardín por ella. Tiempo después, encontró una nota enterrada en el suelo que lo cambió todo de la manera más sorprendente.
"¡No puedo creer que me pidas eso! ¡No puedo venir aquí todos los días a regar tus plantas! ¡Si me das la casa, lo haría!", escuchó Daniel. Alguien gritaba y detuvo su bicicleta frente a una linda casita con un hermoso jardín. Sabía que allí vivía una mujer mayor, la señora Cabello, pero nunca había hablado con ella y no tenía idea de quién estaba gritando.
De repente, Daniel vio a un hombre que salía de la casa, todavía gritando, y la mujer mayor lo seguía detrás. "Arnoldo, te pedí que vinieras a ayudarme, ¡y todo lo que has hecho es intentar conseguir que te dé mi casa! ¿Quieres que muera para poder heredar la propiedad?".
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Las cejas de Daniel se levantaron, y pensó que debería irse, pero estaba atrapado en ese su lugar. Algo le decía que debía quedarse para ver el desenlace.
"Estás siendo una reina del drama, madre. Esta casa será mía de todos modos. ¡No puedo creer que me tengas esa actitud cuando vine a ayudarte con la mudanza!".
"¡Vete ahora si así es como vas a actuar!", dijo la Sra. Cabello.
Entonces Arnoldo subió rápidamente a su auto y piso a fondo el acelerador para marcharse. Estaba muy enfadado.
Arnoldo y su madre estaban tan absortos en su pelea que ni siquiera notaron a Daniel parado allí con su bicicleta. Finalmente, la mujer mayor lo vio. "Oh, chico. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Te conozco?", preguntó.
"Vivo dos casas, calle abajo. Soy Daniel, el hijo de Carolina", dijo, señalando hacia su casa. "Lo siento, pero estaba andando en bicicleta y escuché los gritos. Me preocupé. ¿Está bien, señora Cabello?".
"Oh, te reconozco ahora, y es tan bueno que sepas mi nombre. No te preocupes por eso. Solo era mi hijo siendo malcriado", explicó.
"¿Por qué?".
"Bueno... me voy a mudar a un asilo de ancianos, y le pedí que viniera a ayudarme. Pero él solo vino aquí para preguntarme si podía darle la casa. Dijo que se iba a mudar aquí. Pero yo sé que la quiere vender porque no valora este lugar como yo. Trabajé duro para levantar mi hogar, y mientras viva, no lo venderé”, reveló la Sra. Cabello.
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"La escena la hizo porque le pedí que regara mis plantas. Y creo que viste el resto de la pelea".
"Puedo hacer eso", dijo Daniel, encogiéndose de hombros.
"¿Hacer qué?".
"Regar sus plantas".
“No puedo pagarte, querido”, precisó la señora Cabello con ojos de disculpa.
"Lo sé. Pero vivo cerca. No es un problema", insistió Daniel, y la mujer mayor le sonrió.
Unos días después, la Sra. Cabello se mudó a un hogar de ancianos no muy lejos de casa y Daniel cumplió su promesa. Visitaba su casa casi todos los días para regar sus plantas y estaba feliz de hacerlo. Muy pronto, comenzó a amar la jardinería y visitaba a la Sra. Cabello para preguntarle si podía agregar algunas plantas nuevas.
"¡Por supuesto! Y asegúrate de tener cuidado con la tierra", dijo ella, guiñándole un ojo, aunque Daniel no tenía idea de por qué estaba actuando de esa forma.
Daniel comenzó a agregar nuevas plantas al jardín, pensando que sería genial comenzar una empresa de jardinería en el futuro para ayudar con la carga económica de su familia. Su madre tenía dos trabajos entre semana y uno los fines de semana para mantenerlo a él y a sus hermanos. Además, debía pagar el alquiler. Pero lo que ganaba no era suficiente.
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Solo tenía una bicicleta porque había encontrado una vieja y consiguió algunos trabajos para repararla. La jardinería le dio un escape de todas esas preocupaciones de dinero, y se sintió genial después de plantar algo nuevo y ver cómo comenzaba a crecer. Nunca esperó lo que encontraría en el jardín un día.
Había conseguido algunas azaleas, que según leyó prosperaban en el clima de su ciudad, y había comenzado a cavar con una pequeña pala en un lugar específico de la hierba. De repente, el sonido del metal chocando entre sí lo hizo estremecerse. "¿Qué?".
Dejó caer la pala, usó sus manos para desenterrar un tarro con una tapa de metal y encontró una nota dentro.
"¡Querido Daniel! ¡Gracias por tu ayuda, esta casa ahora es tuya! Entra y encuentra todo el papeleo. ¡Tú y tu familia pueden mudarse cuando quieran!".
Daniel no podía creer lo que veía, pero se apresuró a entrar, usando la llave que le dejó la señora Cabello. En el mostrador de la cocina, vio el título de propiedad de la casa. Aunque no podía entender mucho lo que decía, vio su nombre en la parte inferior.
Todavía en estado de shock, llamó a la señora Cabello, quien le confirmó todo. "Tendrás que firmarlo para completar la transferencia. ¡Pero quería que encontraras la nota primero!", dijo la mujer mayor.
La madre de Daniel no podía creerlo. Podrían mudarse a la casa y dejar de pagar el alquiler. Tampoco había hipoteca, lo que ayudaría inmensamente a su familia. Estaban tan agradecidos por el regalo de la anciana que su madre y otros hermanos comenzaron a visitarla con frecuencia, pensando en ella como una abuela.
Pero durante su mudanza, Daniel descubrió algo aún más curioso. En el antiguo cuarto de la señora Cabello, había otra nota. Tenía la misma letra de la que había encontrado en el jardín, pero esta misiva era para Arnoldo.
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La mujer mayor en realidad estaba planeando darle la casa a su hijo si él la ayudaba con sus plantas. Pero ella cambió de opinión y Daniel recibió un gran regalo solo por ser amable. Fue una lección que nunca olvidaría.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Aspira a ser alguien como Daniel, no como Arnoldo: El hijo de la Sra. Cabello fingió querer ayudar a su madre, pero solo quería su casa. Mientras tanto, Daniel lo hizo por la bondad de su corazón.
- Nunca debes sentirte con derecho a una herencia: Si bien a la mayoría de los padres les gusta darles a sus hijos los resultados de su arduo trabajo, los hijos nunca deben sentirse con derecho a ello. Arnoldo asumió que recibiría la casa de su madre, pero estaba equivocado.
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