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El altar de una boda | Foto: Shutterstock
El altar de una boda | Foto: Shutterstock

Mujer le pide a su abuelo que la acompañe al altar: la suegra se lo prohíbe justo antes de la ceremonia - Historia del día

Una joven novia quería que el abuelo discapacitado que la crio la acompañara al altar. Su futura suegra decidió que no le gustaba la idea.

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Se suponía que iba a ser el día más hermoso en la vida de Sabrina Pereira, y se convirtió en una pesadilla. Estaba a punto de casarse con un hombre al que adoraba, pero la madre del novio parecía decidida a estropear su día especial.

Greta Duarte era una mujer elegante de unos cincuenta años que se negaba a envejecer. Su cuello y pómulos eran suaves, su cuerpo delgado y elegante, y vestía como una modelo italiana de Vogue.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Desafortunadamente, su temperamento era duro, implacable y crítico. Como Sabrina era huérfana, Greta decidió que su esposo, el Sr. Roberto Duarte, debía ser quien acompañara a su nuera al altar.

A la novia le agradaba su suegro. Era un hombre encantador, relajado y con un peculiar sentido del humor. Su prometido, Raúl, se parecía mucho a su padre, ¡y afortunadamente nada como su madre!

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Lo que Sabrina quería era que su abuelo, Frank, la acompañara al altar. Él la había cuidado desde que sus padres murieron en un accidente automovilístico cuando ella tenía dieciséis años.

El hombre mayor había luchado con su propia pérdida y aun así logró convertir a una adolescente confundida y atormentada en una mujer encantadora, responsable y exitosa. Sabrina lo amaba y le debía todo.

“Mi abuelo me acompañará al altar”, dijo la joven con firmeza. “Eso es lo que quiero, y yo soy la novia”.

Greta esbozó una sonrisa paciente y falsa y dijo con dulzura: “Pero, querida, cuando el padre de Meghan Markle no pudo asistir a la boda, su suegro, el príncipe de Gales, la acompañó al altar”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“No soy Meghan Markle”, dijo Sabrina. “Y estoy segura de que, si ella hubiera tenido un abuelo, él la habría acompañado. Realmente no hay nada que discutir”.

Greta había visto el brillo acerado en los ojos de su nuera y se quedó tranquila por el momento, pero no se había dado por vencida. Era muy estratégica y siempre se salía con la suya. Siempre.

El día de la boda, la madre del novio puso en marcha su plan. La ceremonia se iba a celebrar en la espléndida casa de los Duarte, y en los jardines había una lujosa y elegante colcha.

Mientras Sabrina estaba en manos de la peluquera, rodeada por una nube de damas de honor, Greta entró en acción. Llamó a la puerta de Frank Pereira.

“¿Sr. Pereira?”, preguntó ella dulcemente. “¿Puedo pasar?”.

Se escuchó el sonido de ruedas sobre el piso muy pulido, luego el hombre mayor abrió la puerta. Era un señor de rostro amable de unos setenta años, con una espesa mata de pelo blanco como la nieve.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Greta pensaba que habría sido un hombre guapo si no fuera por la silla de ruedas. Pero, ¿alguien así acompañando a la novia de su hijo al altar? No se vería bien.

La mujer quería que todo se viera elegante, encantador, PERFECTO. Frank definitivamente no era perfecto. Greta estaba decidida a que él estuviera fuera de la vista de los invitados. “¡Frank!”, dijo ella con una sonrisa. “¿Cómo estás? ¿Hay algo que necesites?”.

“No, gracias, Greta”, dijo él. “Todo está genial, y parece que va a ser un día perfecto”.

“¡Así será!”, dijo la mujer. “Eso es lo que ambos queremos para Sabrina, ¿no? ¡Un día perfecto!”.

“¡Por supuesto!”, contestó el hombre mayor, mirando desconcertado. Había captado el filo en la voz de Greta. “¿Por qué no lo sería?”.

“Bueno, Frank”, dijo Greta preparando su mentira. “Tu nieta Sabrina no quiere decírtelo, no quiere herir tus sentimientos, pero preferiría que mi esposo la acompañara al altar... Ella nunca te lo diría, simplemente te adora, ¡pero sé que harás lo correcto!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Frank pareció dolido por un momento, luego lo ocultó con una sonrisa. “Sí, por supuesto. Se lo diré a ella...”.

“¡No!”, dijo la mujer. “¡Vamos a sorprenderla! Roberto estará allí para acompañarla al altar cuando llegue el momento. ¡Estará emocionada!”.

“Ya veo”, dijo Frank. “Creo que necesito discutir esto con mi nieta...”.

“Ella... ella me pidió que me ocupara de esto, Frank”, contestó la mujer. “¡Ella no quiere enojarse hoy! Me dijo que tienes mal genio...”.

“¿No quiere enojarse? ¿Qué tengo mal genio?”. Frank parecía no solo herido sino enojado. “Ya veo. ¡Creo que veo exactamente lo que está pasando aquí!”. Frank agarró su billetera y su teléfono y salió de la habitación en su silla de ruedas.

“Puedes decirle a Sabrina que la veré cuando regrese de su luna de miel”, le dijo el hombre mayor a la suegra de su nieta. “¡Adiós!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Greta observó cómo Frank salía en su silla de ruedas. Estaba encantada con lo bien que había funcionado su pequeño plan, pero no había contado con un testigo inesperado.

Cuando la novia salió de su habitación luciendo como una princesa, Roberto estaba esperando. “Querida mía”, dijo él. “¡Eres lo más hermoso que he visto en mi vida!”.

Sabrina se sonrojó a través de su velo de gasa. “¡Gracias!”, contestó ella. “¿Dónde está mi abuelo?”.

“¡No se siente bien!”, dijo Greta. “¡Pobre hombre, creo que la emoción ha sido demasiada para él!”.

“¿No se siente bien?”, preguntó Sabrina, alarmada. “Debo ver qué le pasa...”.

“¡Él está bien!”, dijo Greta apresuradamente. “Dijo que continuáramos, ¡se ha tomado una de sus pastillas y no quiere retrasar la boda!”.

“¡Mentirosa!”, gritó una voz feroz. “¡Sabrina, mi madre es una mentirosa!”, la novia se giró, atónita al ver a Mariela, la hermana de Raúl. Ella era una de sus damas de honor y rápidamente se estaba convirtiendo en una buena amiga.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Mi madre le dijo a tu abuelo que TÚ no querías que él te acompañara al altar”, dijo la joven. “Él llamó un taxi, ¡se va a casa!”.

Sabrina le lanzó a Greta una mirada llena de furia. “¡Cómo te atreves!”, dijo llorando. “Si mi abuelo se fue, puedes entrar y decirle a Raúl y a los invitados que la boda está cancelada. ¡Nos casaremos en otra ocasión, y TÚ no estarás invitada!”.

Sabrina agarró su amplia falda, la sostuvo por encima de sus tobillos, y corrió hacia la puerta. Llegó cuando el taxi estaba estacionándose junto a la acera.

“¡Abuelo!”, gritó ella. “¡DETÉNTE! ¡Por favor no te vayas! ¡Te necesito!”.

Frank dijo: “Pero... pensé que no me querías; que yo era una vergüenza...”.

“¡NO!”, dijo la joven. “¡Nunca pensaría algo así! ¡Te amo, y no hay nadie en el mundo con quien estaría más orgullosa de caminar hacia el altar que tú!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto:Unsplash

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Diez minutos después, el cuarteto de cuerdas empezó a tocar la marcha nupcial y aparecieron las damas de honor. Se alinearon a ambos lados del pasillo y abrieron el camino para la novia.

Sabrina estaba radiante, su mano descansaba con orgullo sobre el hombro de su abuelo, y él tenía lágrimas en los ojos. Los dos avanzaban lentamente hacia el altar mientras los invitados miraban, sonriendo.

Cuando la novia y su abuelo llegaron, ella se arrodilló frente a su silla de ruedas para que él pudiera retirarle el velo y besarla tiernamente en la frente.

“Sé que tus padres están orgullosos de ti, Sabrina”, dijo. “Están mirando desde el cielo y saben que su pequeña se ha convertido en una mujer maravillosa”.

“Te lo debo todo, abuelo”, dijo ella. “¡Te amo mucho! Me hubiera muerto de tristeza si tú no hubieras estado en mi vida...”. Sabrina comenzó a llorar y se sentó en el regazo de su abuelo como una niña pequeña.

Para entonces, Raúl estaba llorando, las damas de honor estaban llorando y también muchos de los invitados. La única persona que no se conmovió con la escena fue Greta.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Esperaba que Sabrina no le contara a su hijo sobre su pequeño plan y cómo casi había arruinado su boda.

Fue un momento precioso y emotivo. Un rato después de la ceremonia comenzó la fiesta. Fue la boda más hermosa y feliz que nadie jamás había visto. No porque fuera cara, a la moda o elegante, sino porque se trataba de celebrar el amor, todo tipo de amor.

Eso fue lo que Greta nunca entendió.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Las apariencias no pueden mantener unida a una familia. Greta estaba más interesada en las apariencias que en las emociones verdaderas, y casi arruina la boda de su hijo.
  • Las bodas son para celebrar el amor y la familia. Sabrina sabía que su boda no tendría sentido sin la presencia de su abuelo.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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