Madre soltera de dos hijas no puede pagar sus hamburguesas: "Su factura ya fue pagada", escucha - Historia del día
Cuando Sylvia se dio cuenta de que no tenía dinero para pagar las comidas de sus hijos, un amable extraño la inspiró a hacer algo inesperado que trajo cosas buenas a su vida.
Sylvia tenía una situación económica muy precaria, pero nunca perdía la confianza en que tarde o temprano lo superaría y viviría una vida próspera. Pero un fatídico día, esa creencia fue desafiada.
“¿Cómo voy a sobrevivir a esto?”.
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Sylvia vivía de sueldo en sueldo, trabajaba día y noche y criaba a dos niñas pequeñas, Sasha de 10 años y Nina de 8 años. En cualquier otro día, esta madre habría estado de buen humor en su ajetreado día.
Ella no vestía ropas lujosas, pero su sonrisa era muy contagiosa. Por su entusiasmo y energía, era difícil creer que sus ingresos apenas llegaban a fin de mes.
Así había sido criada por su abuela y sus enseñanzas la acompañaban siempre: “Nunca te preocupes por el dinero. Siempre llegará a ti cuando lo necesites. Enfócate en dar lo mejor de ti y hacer el bien”.
Sin embargo, llegó un día en que esas palabras no ofrecieron ningún alivio al corazón de Sylvia. Ella estaba en el auto, llevando a sus hijos a su hamburguesería favorita para tomar un refrigerio después de la escuela.
Este era un ritual semanal para la madre y las niñas. Juntas escuchaban la radio y cantaba con sus voces altas y alegres. Sylvia les hacía acertijos y las pequeñas siempre tenían las respuestas más divertidas e inteligentes.
El canto y las risas continuaban hasta llegar al restaurante. Sin embargo, en ese día específico, el viaje en automóvil fue pesado y dolorosamente lento.
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Sasha y Nina estaban ocupadas cantando en la radio, pero Sylvia estaba batallando con preguntas en su cabeza.
“¿Cómo voy a pagar el alquiler del próximo mes?”, “¿Dónde encontraré el dinero para pagar la clase de piano de Sasha y el uniforme nuevo de Nina?”.
Las preocupaciones la atormentaban sin cuartel. No se dio cuenta cuando llegaron al restaurante y eligieron una mesa.
“¿Qué quieres comer, mamá? Vamos a pedir la hamburguesa de pollo frito”.
Las hermosas niñas llamaron a una camarera e hicieron el pedido. Nina dijo: "Y, por supuesto, una ración de papas fritas rizadas. Mamá las ama”.
Sylvia no tuvo valor para decirles a las niñas que la habían despedido ese día. El hospital donde trabajaba estaba bajo una nueva dirección y habían despedido a la mitad del personal, incluida ella.
Observó cómo las niñas disfrutaban cada bocado de la comida y hacían letras con las papas fritas rizadas.
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“Esta es probablemente la última vez que disfrutarán de su hamburguesa favorita aquí”, pensó.
Antes del despido, Sylvia estaba a punto de ser ascendida como asistente del superintendente de personal. Pero todo el mundo de posibilidades se había cerrado en un solo día. Por primera vez, no sabía qué hacer.
Cuando la mesera trajo la cuenta, Sylvia buscó en su billetera para pagar. En ese momento, se dio cuenta de que no tenía dinero. No había efectivo en la billetera y la única tarjeta que tenía era de la empresa que había sido desactivada esa tarde.
Su nerviosismo preocupó a las niñas. “¿Pasa algo malo, mamá?, ¿Está todo bien?”, preguntó Sasha.
Sylvia asintió y se levantó para caminar hacia la mesera y explicarle su situación. Se preguntaba que tendría que hacer. Estaba lista para enfrentar cualquier consecuencia, pero no quería que sus hijas supieran nada de esto.
Justo cuando estaba por llegar a la caja, escuchó que alguien gritaba: “¡Señora!, su cuenta ya está paga”.
Miró en la dirección de la voz y vio a un hombre sonriendo. Estaba cenando con dos niños pequeños. Sylvia estaba confundida porque nunca lo había visto antes. Sin embargo, solo encontró amabilidad en los ojos del desconocido.
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Se acercó al hombre, quien se presentó como Matías, el dueño de un pequeño garaje del vecindario.
“No tienes que agradecerme. Parecía que estabas teniendo un mal día; Sé cómo se puede sentir eso, y esto es lo menos que podía hacer”.
Sylvia y sus hijos agradecieron a Matías y salieron del restaurante. Mientras conducía, recordó el verdadero significado de la lección de su abuela:
“No siempre tendrás un gran saldo en su cuenta bancaria. A veces, puede ser lo contrario. A veces, puedes tener dificultades para pagar el pan. En esos días, recuerda: tu generosidad siempre volverá a ti”.
El hombre del restaurante había pagado y eso le traería bienestar. Y ahora, era el turno de Sylvia de hacer lo mismo.
En las siguientes horas, esta nueva claridad la ayudó a ver todos sus problemas y compromisos financieros bajo una nueva luz. Hizo algunas llamadas telefónicas y pasó a encontrar a un viejo amigo que podría darle un trabajo temporal.
Habló con su arrendador y le dijo que solo podría pagar la mitad del alquiler el próximo mes, y se ofreció a encargarse de la ropa y los platos del dueño para compensar el resto.
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Hizo algunos cálculos y pensó que podría comprar el uniforme de Nina, pero no pagar las lecciones de piano. Se sentó con Sasha y le contó la situación, sabiendo que su hija lo entendería.
Sasha estaba feliz de adaptarse y practicar el piano con un amigo durante el tiempo que fuera necesario.
Y finalmente, Sylvia abrió la cajita de dinero en efectivo y cambio que guardaba en la cocina, sacó $40 y los guardó en su bolso. No le quedaba mucho, pero sabía exactamente lo que iba a hacer con ese dinero.
Al día siguiente, fue al restaurante y puso el dinero en el mostrador sin pedir nada.
“Esto es para la siguiente persona que no tenga con que pagar. Dígales que su cuenta está pagada”.
Hubo una profunda sensación de satisfacción y felicidad al llevar a cabo este simple acto de bondad. Ella estaba pagando por adelantado.
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Una semana después, Sylvia fue nuevamente al restaurante con Sasha y Nina, y el personal la recibió de manera inesperada.
En el momento en que Sylvia entró, las camareras y el gerente se reunieron alrededor y la aplaudieron. Algunos de los clientes susurraron entre ellos y se unieron.
“¿Qué está pasando, mamá?”, preguntó Nina, emocionada. Una de las camareras respondió:
“Señora. Usted no lo sabe, pero cuando vino aquí la semana pasada y pagó por adelantado la cuenta de alguien con problemas, los clientes se dieron cuenta. Estaban tan conmovidos, que hicieron lo mismo”.
La camarera señaló un tablero colocado junto al mostrador, que decía: Número de clientes generosos que dejaron su aporte: 88
Silvia se quedó sin palabras. No podía creer que algo que ella hizo hubiera llevado a un gran movimiento.
Sasha y Nina ya habían corrido a su mesa favorita. Después de que Sylvia hizo su pedido favorito, la misma camarera sonrió y dijo: “Claro, lo traeré de inmediato”.
Durante las próximas semanas, el restaurante se hizo famoso en Internet. Los videos de los clientes y sus testimonios se volvieron virales. El lugar llegó a ser conocido como el café con los “clientes más amables del mundo”.
Su abuela siembre había tenido la razón. Sylvia había sido generosa y, como un reloj, el universo le había devuelto su gesto. Obtuvo una brillante oportunidad de trabajar como asistente del gerente de personal en una clínica privada recién inaugurada.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Cuando recibas, devuelve la generosidad: Sylvia tuvo la suerte de recibir la amabilidad de Matías y decidió hacer lo mismo con otro extraño. Ese gesto la ayudó a ver una salida clara a todos sus desafíos mientras inspiraba a otros a convertirse en personas más amables.
- Sé amable; nunca se sabe quién podría necesitarlo: Ninguna de las cosas maravillosas le habría sucedido a Sylvia o a los muchos extraños que visitaban el restaurante si Matías no le hubiera ofrecido su ayuda oportuna. Un pequeño acto de bondad toca más vidas de las que uno puede imaginar.
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