Señora pobre ayuda a mamá soltera a cuidar a su recién nacido en un avión y recibe 100 rosas tras el aterrizaje - Historia del día
Una madre soltera decidió regresar a casa con sus padres después de que su novio le exigiera abandonar a su hijo recién nacido. En el avión, una amable anciana la ayudó todo el tiempo, y sorpresivamente recibió 100 rosas después de aterrizar en su destino.
Gwen era una joven madre soltera que se había escapado de casa cuando solo tenía 18. Se enamoró de un chico del campamento de verano y los dos se fugaron.
Desde que era una adolescente, Gwen había sido una chica bastante aventurera. Tenía cabello azul eléctrico, una manga de tatuaje en el brazo y varios piercings en el cuerpo.
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Su gusto excéntrico coincidía con el estilo de vida de su entonces novio Marcos. Él se consideraba una estrella de rock, y tocaba la guitarra eléctrica para una banda que hacía presentaciones en bares y teatros pequeños en su ciudad natal.
Los padres de Gwen nunca aprobaron a Marcos, principalmente por su estilo de vida despreocupado. “No vas a llegar a ninguna parte en la vida con él como tu pareja”, le había advertido su padre.
Su desaprobación hacia Marcos hizo que Gwen se rebelara aún más, hasta el punto de que decidió irse con su novio, quien vivía en otra ciudad. Sus padres estaban devastados e intentaron todo lo que pudieron para recuperar a su hija, pero ella no cedió.
“Si no pueden aceptar a Marcos, ¡entonces olvídense que alguna vez tuvieron una hija! ¡Me voy de aquí!”, gritó ella. “¡No voy a volver!, y les demostraré lo equivocados que están”.
Dos años más tarde, descubrió que estaba embarazada. La noticia fue demasiado para Marcos, quien pensó que tener un bebé a una edad tan temprana arruinaría sus sueños de convertirse en una famosa estrella de rock.
“¡No puedo tener un hijo a esta edad! ¡Va a arruinar mi carrera!”, le dijo a Gwen cuando reveló que estaba embarazada de tres meses. “Tienes que dar a ese niño en adopción. No hay otra opción para ti”, exigió.
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Gwen se sorprendió al escuchar eso. Se sentía muy mortificada por convertirse en madre, y pensó que encontraría consuelo y apoyo en Marcos. Pero estaba equivocada. “¿Cómo puedes decir eso? ¡Este es nuestro hijo!”, argumentó ella.
“Ya te dije que no estoy listo para ser padre. No hagas de esto un gran problema. Solo tienes que elegir. El niño o yo”, espetó Marcos.
Gwen sollozó al escuchar esto porque había dado todo por Marcos, solo para que él la traicionara de esa manera. Aceptó vacilante la adopción, con la esperanza de que fuera suficiente para seguir a su lado.
Cuando llegó el momento de dar a luz, Marcos no se encontraba por ninguna parte. Ella debió ir al hospital en un taxi sola.
Después de horas de dolor insoportable, dio a luz a un hermoso bebé y, tan pronto como lo pusieron en sus brazos, sintió el amor más profundo de su vida. “Hola, mi amor”, susurró entre lágrimas.
En ese momento supo que no había vuelta atrás. Estaba lista para cambiar su vida entera por ese niño y entendió que era hora de romper con Marcos si eso significaba tener a su hijo en su vida.
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Marcos nunca visitó a Gwen en el hospital. Cuando regresó a casa, él estaba jugando videojuegos en el sofá. Al ver al niño en sus brazos, dijo en forma despectiva: “sácalo de aquí”.
Él pensó que Gwen le rogaría que la aceptara a ella y a su hijo. Le gustaba la idea de tener siempre el control de todo, y de que ella estuviera a su merced cuando quisiera.
Sin embargo, se quedó estupefacto cuando Gwen asintió con la cabeza. “Solo estoy aquí para recoger mis cosas”, le dijo en tono sereno. “Estaremos fuera de tu camino antes de que te des cuenta”.
Cuando Gwen terminó de empacar, Marcos ya se había ido a su actuación. Se sentó en el sofá llorando durante un par de minutos, incrédula de que su novio de más de tres años ni siquiera hubiera intentado convencerla de quedarse.
Gwen no solo había perdido al amor de su vida, sino que no tenía idea de adónde irse con su hijo. Desesperada por ayuda, decidió llamar a su mamá.
“¡Mamá!”, exclamó en un sollozo, tan pronto como ella atendió el teléfono. “Ustedes tenían razón”, admitió.
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“¿Gwen? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?”. Antes de que pudiera responder, su hijo, a quien había llamado Chase, comenzó a llorar en el fondo.
“Escucho el llanto de un bebé ¿Tengo un nieto?”, preguntó su madre, con la voz entrecortada.
“Si, mamá”, sollozó Gwen. “Marcos quería que diera en adopción a mi hijo, pero no pude. Sabía que no podía renunciar a él tan pronto como lo tuve en mis brazos. Ahora no tenemos adónde ir”, lloró.
“Cariño, por supuesto que tienes un lugar a donde ir. Ven a casa con nosotros. Siempre eres bienvenida aquí. Voy a reservarte un boleto para que regreses a casa ahora mismo. ¿Puedes ir hasta el aeropuerto?”, preguntó la mujer.
“Sí, mamá”, dijo Gwen. “Gracias. Lo siento mucho”. Ella siguió llorando.
Después de un par de minutos más de conversación, Gwen llamó a un taxi al aeropuerto. Llevaba encima un equipaje de mano, una bolsa de pañales y un cochecito que había logrado conseguir en una tienda de segunda mano de camino a casa desde el hospital.
Chase estuvo profundamente dormido durante todo el viaje en taxi al aeropuerto, pero se despertó y empezó a llorar mientras esperaban para abordar el avión.
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Gwen hizo todo lo posible por calmarlo, pero él no dejaba de llorar. Lo mecía de un lado a otro, tratando de hacerlo callar, consciente de que más y más personas los miraban.
“¿La madre tiene cabello azul y tatuajes?”, escuchó a una mujer preocupada decirle a su compañero.
“¿Cómo está en condiciones de cuidar a un niño? Ella misma parece una niña”, respondió el hombre.
Mientras estaba al borde de las lágrimas, una anciana se le acercó. “¡Ay, cariño! Deja que la abuela te ayude con el bebé”, dijo, abriendo los brazos para tomar a Chase.
Sin dudarlo, Gwen le entregó su bebé llorando a la anciana, quien se presentó como Bárbara. “Pude ver la mirada aterrorizada en tus ojos”, le dijo a la angustiada madre.
“Es difícil lidiar con un recién nacido. No te preocupes, cariño, lo estás haciendo muy bien”, le aseguró a la madre primeriza, que parecía a punto de llorar.
“Muchas gracias”, respondió Gwen. “Di a luz hace algunos días, y soy nueva en esto de la maternidad. No tengo a nadie que me ayude con el bebé”.
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Al escuchar esto, Bárbara decidió ayudarla. Durmió al bebé y se sentó junto a Gwen mientras esperaban la llamada para abordar.
Antes de subir al avión, Gwen llamó a su mamá y le dijo que estaban en camino. “Una amable anciana en el aeropuerto se ofreció a ayudarme con Chase. Está a mi lado en este momento en nuestra puerta de embarque. Estamos en el mismo vuelo”, compartió.
“Oh, eso es genial, cariño. Estaré allí cuando aterrices, ¿de acuerdo? Que tengas un vuelo seguro”, respondió su madre.
Cuando subieron al avión, a Gwen se le dio prioridad para sentarse al frente porque tenía un bebé. Bárbara le preguntó al hombre que estaba a su lado si podían intercambiar asientos y él accedió gustosamente.
Se sentaron una al lado de la otra en el vuelo de tres horas, turnándose para alimentar al bebé y cambiar los pañales. Mientras Chase dormía, Gwen le reveló que tres años atrás se había escapado de casa para estar con su novio.
“Regreso a casa porque él me exigió renunciar a nuestro hijo, y yo no quería hacerlo. Mi madre tenía razón: no era un buen hombre. Debí haberla escuchado”, dijo con tristeza.
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Bárbara le dijo que pensaba que había tomado la decisión correcta. “Tu mamá siempre querrá lo mejor para ti. Solo te estaba cuidando cuando pensabas que nada más quería llevarte la contraria. Me alegro de que ustedes dos se vayan a ver de nuevo”.
Gwen asintió, diciendo que ya era hora de que se disculpara con sus padres por todo lo que les había hecho pasar. “Eres una buena persona, Gwen. Tus padres seguramente apreciarán el gesto”, le dijo Bárbara.
Después de un par de segundos de silencio, Bárbara volvió a hablar. “No he visto a mis hijos en años”, admitió. “Mi esposo murió hace un par de años y, desde entonces, mis hijos simplemente dejaron de visitarme”.
“No se molestan en enviarme flores en mi cumpleaños o tarjetas durante la Navidad. Solo me envían mensajes. Los extraño, pero he aprendido a no esperar nada más. Supongo que estoy destinada a vivir sola por el resto de mi vida”, dijo con dolor en su voz.
Gwen se sintió terrible por la anciana porque tenía un corazón tan puro. Sabía lo buena madre y abuela que era, por cómo había cuidado a Chase desde el momento en que se conocieron en el aeropuerto.
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Después de que aterrizaron, Bárbara la acompañó hacia la salida de la terminal. Gwen se dirigió lentamente hacia su madre y le dio un fuerte abrazo. “Estoy tan contenta de estar en casa, mamá”, le dijo.
Su mamá la abrazó con un brazo, ya que en el otro llevaba un enorme ramo de rosas. “Esto es para tu amable amiga”, dijo, señalando a Bárbara.
Gwen sonrió al enorme ramo de cien rosas rojas. “¡Mamá, es como si me hubieras leído la mente! ¡Bárbara ha querido flores durante años!”, exclamó feliz.
La mamá de Gwen se acercó a Bárbara y le entregó el ramo. “Muchas gracias por haber ayudado a mi hija. Desearía haber estado ahí para ella, pero me alegro de que alguien la acompañara tan generosamente. Gracias. Eres un ángel”, dijo entre lágrimas.
Desde ese día, Gwen continuó manteniéndose en contacto con Bárbara. Quería asegurarse de que la anciana nunca se sintiera sola, por lo que la invitaba en ocasiones especiales e incluso en algunos fines de semana.
Se convirtieron en una familia feliz, y Chase creció viéndola como a una segunda abuela muy cariñosa y especial.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Cuando estés en condiciones de ayudar a alguien, hazlo. Bárbara podría haberse ocupado fácilmente de sus propios asuntos en el aeropuerto mientras Gwen intentaba frenéticamente calmar a su hijo recién nacido, pero decidió intervenir y ayudar. Siempre que seamos capaces de ayudar a los demás, debemos hacerlo sin esperar nada a cambio.
- Sigue siempre tu instinto. Gwen se dio cuenta de que Marcos no era un buen compañero después de que él la hizo elegir entre él y su hijo. Decidió dejarlo para comenzar una nueva vida con su hijo, con el apoyo incondicional de sus amorosos padres.
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