Madre llora en la tumba de su hijo y le pide una señal, oye una voz que le dice: "Voltea" - Historia del día
Una mujer que había perdido a su hijo está muy enfadada y deprimida. Acude al cementerio a visitar su tumba y tiene una experiencia que le cambia la vida.
Elizabeth gritó y arrojó la olla llena de estofado contra la pared. La rica salsa, las patatas, las zanahorias y los guisantes se derramaron por todas partes, pero a ella no le importó.
Se dejó caer sobre el suelo de la cocina y se rodeó las rodillas con los brazos. Escuchó el sonido distante de alguien lamentándose como un animal herido y se dio cuenta de que era su propia voz.
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Tenía una mezcla de ira, dolor e indignación, y esos sentimientos la consumían por dentro. Los medicamentos que el médico le había indicado después del funeral no la ayudaban.
“Mi hijo está muerto”, seguía gritando Elizabeth a quienquiera que se le acercara.
Danny tenía seis años y nunca sería adulto. Nunca iría a la escuela secundaria ni a la universidad. No se casaría ni tendría hijos. Se lo habían robado a Elizabeth en un solo segundo.
El pequeño había estado corriendo por el césped, agitando su red de mariposas, absolutamente feliz. Luego, simplemente cayó desvanecido. Así como así, se fue.
Los médicos hablaron de un aneurisma, lo que llevó a Elizabeth a llamar al pediatra de Danny y a gritarle, culpándolo de lo ocurrido. El niño había ido al médico para un chequeo unos días antes de morir.
El pastor de Elizabeth la visitó, a petición de su esposo. Él esperaba que el padre Roberto pudiera consolarla. Pero cuando empezó a hablar de la misericordia de Dios y de aceptar su voluntad, ella tiró la olla del estofado...
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El esposo de Elizabeth se acercó a hablarle. Le rogó que recordara que tenían otra hija, que su pequeña niña necesitaba a su madre. Intentó explicarle que estaba asustada y afligida también.
“¡No puedo dejarlo ir!”, dijo Elizabeth. “Lo llevé dentro de mí, era MÍO. No es posible que TÚ lo ames tanto ¡Por eso es fácil para ti olvidarlo!”.
El esposo de Elizabeth estaba enojado, herido y molesto. “Mariana te necesita”, dijo en voz baja. “Danny está muerto, ella está viva. No puedo olvidar a nuestra hija, y tú tampoco deberías”.
Elizabeth estaba furiosa. ¿Cómo se atrevía su marido a acusarla de olvidar a su hija? Amaba a Mariana, pero necesitaba mantener vivo a Danny. No podía aceptar la idea de que nunca más vería a su hijo. ¿Por qué nadie podía entenderla?
Al límite de sus emociones, salió de su casa y se subió al auto. Condujo hasta el único lugar que le ofrecía consuelo: el cementerio.
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Se arrodilló junto a su tumba y susurró su nombre. “¿Por qué?, preguntó. “¿Por qué... por qué... por qué?”. Apoyó la mejilla contra la piedra y dejó que las lágrimas fluyeran.
“No entiendo, ¿por qué? Por favor, Danny, por favor, bebé, mami te necesita tanto”, sollozó. “¡Te amo tanto! ¿Por qué te fuiste? ¿Dónde estás?”.
Ella sabía que no había respuestas; el dolor se expandió y pareció apoderarse de todo su cuerpo. Entonces escuchó la voz de su hijo: “¡Voltea, mami!”.
Elizabeth levantó la vista, con el rostro surcado por las lágrimas. “¿Danny?”, preguntó. Se dio la vuelta, pero no había nadie allí. Solo pudo ver una mariposa que volaba a su alrededor.
Luego vio otra mariposa y otra... Pronto estuvo en una nube de mariposas, y el dolor se fue esfumando y una gran serenidad invadió todo su ser.
Las mariposas desaparecieron, pero la serenidad permaneció. La tranquila bendición alivió el corazón de Elizabeth. Entonces supo que Danny estaba bien, y que estaba con ella.
Danny podría haberse ido, pero su amor estaría con ella mientras viviera. Elizabeth le prometió a su hijo que compartiría todo el amor que sentía con quienes la rodeaban.
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Ese día, Elizabeth regresó a su casa y abrazó a su esposo. “Lo siento”, susurró. “Sé que amas y extrañas a Danny tanto como yo. Perdóname”.
Por primera vez, Elizabeth y su esposo lloraron juntos por su hijito, y fueron lágrimas sanadoras. Esa noche, ella metió a su hija en la cama y le contó una historia.
“Había una vez”, dijo. "Un niño pequeño que estaba atrapando mariposas en su jardín. Pero ante él se apareció un adorable ser alado… era un ángel.
“Y el ángel le dijo al niño: ‘¡Por favor, ven conmigo y te llevaré a ver las mariposas más hermosas!’. El niño preguntó con preocupación: ‘¿Está muy lejos?’. El ángel le dijo que sí.
“El niño exclamó: ‘¡Mi mamá se va a preocupar! ¿Puedo enviarle una mariposa?’. ‘Sí’, dijo el ángel. ‘Puedes enviarle muchas hermosas mariposas’”.
Y así fue como Elizabeth compartió el dulce consuelo que había recibido y fue un momento que reconfortó a su familia.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Todos necesitamos aceptar la pérdida para poder sanar: El enojo de Elizabeth no le permitía afligirse y dejar ir su dolor hasta que tuvo una señal que ayudó a sanar su corazón.
- La muerte es una parte infalible de la vida, y debemos seguir adelante: La vida es dura y, a veces, no podemos encontrar respuestas a las preguntas. Sin embargo, la vida sigue y hay que encontrar maneras de lidiar con el dolor y la pérdida.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.