Mujer se detiene abruptamente en la carretera al ver a un niño descalzo y él le pregunta: "¿Eres mi mami?" - Historia del día
Si había algo que Elena Rodríguez odiaba más que conducir, era hacerlo bajo la lluvia. Se encorvaba sobre el volante y miraba ansiosamente a través del limpiaparabrisas.
Su esposo Gerardo murió conduciendo a casa durante una noche lluviosa, y desde entonces, Elena se había convertido en una reclusa y salía solo cuando se veía obligada a hacerlo.
Un día, volvía de una cita con el médico, cuando vio una pequeña figura desamparada al lado de la carretera bajo la lluvia torrencial. Era un niño.
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La mujer frenó bruscamente y el carro derrapó de lado. Consiguió controlar el vehículo y se detuvo junto al niño.
Era un chico pequeño, de unos cuatro o cinco años, que llevaba una camiseta fina, pantalones cortos y no tenía zapatos.
En cuanto vio a Elena, su cara se iluminó. "¡Hola!", dijo. "¿Eres mi mami?".
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"No", respondió Elena mientras la lluvia la empapaba en segundos. "¡No lo soy! ¿Qué haces aquí? ¿Dónde están tus padres?".
"Oh", dijo el chico, decepcionado. "Estaba seguro de que eras tú. No sé dónde está mi madre. Me dejó en la carretera cuando llovía y creo que debe estar buscándome".
"¡Dios mío! ¿Cuándo pasó eso? ¿Llevas mucho tiempo aquí? Vamos, entra en el coche".
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"Sucedió hace mucho tiempo, porque no fui un buen chico", dijo el pequeño con tristeza.
"¿Pero dónde vives?", preguntó Elena mientras sacaba una vieja manta del asiento trasero para intentar secar al niño.
"Vivo ahí abajo..." el niño señaló hacia la carretera, y luego dijo: “En el orfanato”.
"¡Pero eso está lejos!" Justo en ese momento, se produjo un terrible relámpago y llovió aún más mientras los truenos surcaban el cielo.
"Vamos", dijo Elena. "Te voy a llevar a casa. Llamaré al orfanato para que vengan a buscarte".
Elena se llevó al niño a casa. No sabía muy bien qué hacer con él, así que encendió un calefactor y lo sentó frente a él todavía envuelto en la manta.
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Luego buscó en Google el orfanato y los llamó: "¿Hola? Soy Elena Rodríguez. Acabo de encontrar a uno de sus niños en la carretera... Espere... Déjeme preguntar...".
Se volvió hacia el niño y le preguntó: "¿Cómo te llamas?".
"Soy David", dijo él.
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Elena retomó su llamada. "Dice que se llama David. Parece tener unos cinco años, ¿tal vez? No sé mucho sobre niños... ¿Puedes venir a buscarlo? ¿Cómo que no? No puedo conducir hasta allí, está lloviendo... Siento que su furgoneta esté atascada en el barro... No, no puedo quedarme con él esta noche. No sé nada de niños, ni siquiera me gustan los niños...".
Suspirando, Elena colgó el teléfono y miró al niño. "¿Y ahora qué?", pensó. Entonces su gato Gandalf entró a la casa y se frotó contra las piernas de Elena, ronroneando.
Elena tomó al gato y le besó la cabeza. "Vamos, mi bebé. Mamá te va a dar de comer..." Cuando levantó la vista, se sobresaltó al ver el anhelo en los ojos de David.
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"Me gustaría ser tu gato", dijo con nostalgia.
"Oh...", dijo Elena con incomodidad. "¿Por qué? ¿También tienes hambre?".
"No", respondió David. "Solo quiero el amor que le das..." Elena soltó a Gandalf, y rodeó al niño con sus brazos.
"¡Oh, cariño!", susurró Elena y las lágrimas corrieron por su rostro, mientras mecía a David en sus brazos. Por primera vez, la ternura maternal se agitó en su corazón.
Cuando la mujer del orfanato llegó a casa de Elena esa noche, encontró a David y a Elena jugando y comiendo macarrones con queso en la mesa de la cocina. Gandalf estaba tumbado sobre las piernas del niño.
Elena había pensado que la partida de David sería un alivio, pero una vez que se fue, la casa se sintió extraña, vacía. Al día siguiente, se dirigió al orfanato para preguntar por David.
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"¿Está bien? Me preocupaba que se resfriara...".
El personal le aseguró que David estaba en perfecto estado de salud. Le dijeron a Elena que si quería verlo tendría que volver por la tarde porque estaba en el colegio.
"¡Nunca salgo más que una vez cada dos o tres semanas! Hoy ya es bastante extraordinario..." Pero de alguna manera, esa tarde, Elena se encontró conduciendo de vuelta al orfanato.
La mujer empezó a visitar a David casi todos los días y, poco a poco, fue saliendo de su caparazón. Tres meses después, habló con el director y le preguntó por la posibilidad de adoptar a David.
"No es un proceso fácil", le advirtió el director. "Pero si quieres a este niño, ¡merece la pena! Primero, te sugeriría que solicitaras ser madre de acogida, y luego pasar a la adopción formal...".
El director tenía razón. No fue nada fácil, pero un año después, Elena se llevó a David a casa. "Supongo que SOY tu mamá, David", le dijo. "Creo que por eso Dios hizo que nos encontráramos al lado de esa carretera. Para que yo pudiera rescatarte y tú pudieras salvarme...".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No hay encuentros al azar: El destino nos coloca donde tenemos que estar para cumplir nuestra misión en la vida, y la de Elena era amar y proteger a David.
- La familia tiene que ver con el amor, no con la genética: David se convirtió en el hijo de Elena y ella lo amó y cuidó toda su vida.
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