Constructor halla un diario en una pared de casa de pareja rica: "Me está llevando a una casa en la calle Roble", lee allí - Historia del día
Un constructor contratado para restaurar una hermosa mansión antigua encontró un diario escondido en una de las paredes. Este contaba una horrible historia de crueldad y engaño.
Elías Pérez había trabajado como contratista durante veinticinco años y nunca había tenido un cliente tan desagradable como Liliana González Freites. Desafortunadamente para él, necesitaba el trabajo y no podía permitirse el lujo de rechazarlo.
El hombre quedó encantado con la casa cuando la vio por primera vez. Era una hermosa mansión de principios de siglo y su especialidad era la restauración.
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Amaba la casa, pero odiaba a la dueña. Eso fue antes de saber la verdad sobre ella. La Sra. García Freites estaba allí todos los días, mirando por encima del hombro de Elías, irritando a su equipo.
Se quejaba de que metieran suciedad en la casa, a pesar de que habían puesto lonas. Se quejó del color del pasillo y dijo que lo odiaba, aunque lo había elegido ella misma.
Elías volvió a pintar las paredes y pasó horas eligiendo cuidadosamente los delicados detalles de la moldura de techo. Ella entró y gritó: “¡No! ¡Eso no es lo que quiero! ¡La quiero dorada!”.
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"Pero Sra. González”, dijo el hombre. “La moldura originalmente se eligió en gris claro...”.
“¡NO ME IMPORTA!”, gritó ella. “¡La quiero dorada!”.
Así que Elías la puso dorada y se veía terrible, lo que el esposo de la mujer señaló de inmediato. El constructor explicó que el color original elegido había sido gris y fue entonces cuando se llevó la sorpresa de su vida.
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“En ese caso”, gruñó la Sra. González Freites. “¡Hubieras sido lo suficientemente profesional como para mantenerte firme y evitar que cometiera un error!”.
Fue entonces cuando Elías se dio la vuelta y subió las escaleras para supervisar cómo se estaba quitando el viejo empapelado de la década de 1920 en el segundo piso.
Quería quitarlo intacto si era posible. Tenía una amiga que restauraba papel tapiz viejo y sabía que a ella le encantaría. Estaba levantando con cuidado una esquina del papel tapiz cuando notó una hendidura en la pared.
La presionó. Para su sorpresa, se levantó un trozo de papel tapiz y debajo había un pequeño hueco. Allí había un diario antiguo. Lo sacó y lo sopló para quitarle el polvo.
El diario casi no estaba polvoriento. Elías lo abrió y leyó en la primera página: “Vivian Hernández González 20/11/2021”. El mensaje tenía poco más de un año, ¡pero el diario definitivamente era una antigüedad!
Intrigado, el hombre comenzó a leer. “No puedo creer que me esté pasando esto. Tal vez me estoy volviendo loca, así que lo estoy escribiendo en el diario que mi madre me dio por mi decimosexto cumpleaños”.
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“Es irónico que recién lo esté usando ahora que tengo 78 años. Le pido a Dios que despierte de esta pesadilla, pero en vano. Desde que mi querido Edgar murió hace seis meses, Liliana me ha estado atormentando”.
“Quiere que le firme la casa. Dice que es para evitarle los exorbitantes impuestos de la herencia, pero no le creo. Quiere vender mi amada casa donde fui tan feliz con mi Edgar”.
“Gracias a Dios que ella no puede poner sus manos en mi dinero. Mi amado lo depositó en un fideicomiso, así que está seguro”.
¡Elías estaba atónito! ¡La madre de la Sra. González Freites había escrito el diario! Pero, ¿dónde estaba ella? ¿Por qué estaba escondido el diario en la pared? ¿La mujer había obligado a su madre a cederle la casa?
El hombre no podía dejar el diario, así que se lo llevó a casa. “Elías”, gritó su esposa. “¡Olvidaste comprar leche!”.
“Lo siento, cariño”, murmuró él y se dirigió a su oficina donde se sentó a leer todo el diario. Ni siquiera sus tres hijos peleando y discutiendo lograban interrumpirlo de tan concentrado que estaba.
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“Liliana me despertó en medio de la noche para traerme el desayuno, luego me encerró en el baño sin ventanas durante horas. Nunca sé qué hora es y he perdido la noción de los días”.
“Puedo sentir que pierdo el control de la realidad. Me dijo que dejaría de darme mi medicación hasta que firmara. No quiero morir. Firmé. Ahora me ha mostrado su verdadera naturaleza”.
“Ella va a vender mi casa. Me va a llevar a ese horrible lugar en la esquina de la calle Roble. Tengo mucho miedo. Por favor, Dios, ayúdame”, era el último mensaje en el diario y eso llamó la atención del hombre.
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"¡Ema!”, gritó Elías. “Lee esto y dime lo que piensas”.
La mujer se sentó. Leyó el diario y quedó tan sorprendida como lo estaba su esposo. "¡Dios mío!”, dijo preocupada. “¡Pobre mujer! Su hija la estaba engañando. ¡Esto es abuso!”.
“Mañana iré a la calle Roble para ver si la anciana está bien”, dijo el hombre. “¡Luego voy a ir a la policía! ¡Voy a rescatar a esa pobre mujer!”.
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A la mañana siguiente, Elías llamó a la Sra. González Freites y le dijo que iba a buscar algunos accesorios de época para el baño y luego se dirigió a la calle Roble.
El hogar de ancianos se veía agradable y cuando el hombre pidió hablar con la Sra. Vivian Hernández González, el personal se sorprendió. “¡La Sra. Vivian ha estado aquí casi un año y usted es su primer visitante!”.
Elías fue conducido a un jardín apartado donde estaba sentada una mujer frágil que parecía desanimada. “Espero que pueda animarla”, dijo un enfermero. “La pobre señora está muy deprimida”.
El constructor se sentó junto a la mujer. “¿Es usted la señora Hernández García?”, preguntó suavemente.
La anciana lo miró y Elías vio que alguna vez debió haber sido una mujer hermosa. “Sí”, dijo ella. “¿Quién eres? ¿Te conozco?”.
“No”, dijo el hombre. “Pero yo sí sé quién es usted”. Sacó el diario de su bolsillo y abrió la última página. Leyó la última entrada en voz alta: “‘Me va a llevar a ese horrible lugar en la esquina de la calle Roble. Tengo mucho miedo. Por favor, Dios, ayúdame’”.
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“Señora, soy el contratista que está restaurando su antigua casa”, explicó Elías. “Encontré su diario, y creo que fue la respuesta de Dios a su oración. Quiero ayudarla a salir de aquí, y el primer paso es llevar esto a la policía y presentar cargos contra tu hija”.
“¿Encontraste mi diario?”, preguntó Vivian, con lágrimas corriendo por sus mejillas. “¡Eres el ángel que Dios envió para rescatarme!”.
Elías llevó el diario a la policía y, después de entrevistar a la Sra. Hernández González, el fiscal del distrito hizo arrestar a la Sra. González Freites y a su esposo. La anciana se mudó nuevamente a su vivienda y le pidió al constructor que terminara la restauración.
Cuando la señora falleció algunos años después, Elías se sorprendió al descubrir que ella le había dejado la hermosa mansión de principios de siglo a él y a sus hijos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca pierdas la esperanza. Dios siempre contesta las oraciones. Vivian nunca imaginó que su viejo diario y una oración desesperada la llevarían a ser rescatada.
- La deshonestidad y la crueldad siempre conducen a un mal final. La Sra. González Freites pensaba que se había salido con la suya al quitarle la casa a su madre, pero no contaba con el Karma.
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