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Indigente sentado en la calle | Foto: Shutterstock
Indigente sentado en la calle | Foto: Shutterstock

Madre soltera de 3 hijos refugia a hombre sin hogar que perdió la memoria y descubre que es millonario - Historia del día

Mayra Pérez
20 sept 2022
20:00

Cuando Samantha vio venir una tormenta, decidió ayudar al vagabundo que le acababa de salvar la vida. Poco podía ella imaginar que ese sería el comienzo de un nuevo capítulo en su vida.

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Samantha era una soñadora; le encantaba fantasear mientras recorría las calles de la ciudad. O imaginar vidas alternativas cuando escuchaba sus melodías favoritas en sus audífonos, rodeada de personas.

En la vida real, era una madre soltera con tres hijos que apenas podía mantener. Trabajaba muy duro y su gran preocupación cada día era cómo lograría pagar las facturas y cómo cuidaría a los niños.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Mientras regresaba a casa, dejaba que los sueños de convertirse en diseñadora de moda o de encontrar a su hombre ideal fluyeran libremente. Su burbuja explotaba al llegar a su hogar.

“Hoy fue uno de esos días. Otra amonestación por llegar 10 minutos tarde al trabajo. El gerente ni siquiera me escucha. ¿Qué sabe él de criar solo a tres niños? Él y su esposa todavía están en su fase de luna de miel”, pensó mientras caminaba.

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Allí estaba ella, a punto de cruzar la calle. Soñaba despierta con encontrar al hombre de sus sueños una vez más. Podía ser alto o bajo, introvertido o extrovertido.

“Tiene que ser alguien que le gusten los niños y sería ideal que pudiera mantenernos. Por una vez, me gustaría vivir una vida fácil…”.

Los pensamientos de Samantha fueron interrumpidos por los faros cegadores de un auto chirriando y un firme empujón de alguien detrás de ella. Rodó a un lado de la carretera y la persona que la había empujado cayó junto a ella.

Por un instante, la rabia contra el hombre la invadió. Pero al momento siguiente, entendió lo ocurrido. El hombre la había salvado de ser atropellada por el automóvil que se aproximaba.

Samantha se esforzó por levantarse y finalmente tuvo que tomar la mano que le ofrecía el extraño. Fue entonces cuando lo vio por primera vez. Era un hombre con ropa muy sucia y aspecto desaliñado.

Pero si lo miraba con más atención, podía notar que tenía buenos modales y una sonrisa casi infantil escondida bajo la gruesa capa de suciedad.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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“Gracias. Por salvarme la vida”, dijo Samantha.

“Bueno, por lo general me mantengo alejado de las personas. Pero no te empujé por eso…”, el hombre apenas podía esperar para sonreír ante su propio comentario.

“Así que eres un gracioso, eh…”, dijo Samantha, genuinamente sorprendida por el comportamiento agradable del hombre.

“Tienes que ser gracioso si no tienes hogar. Y especialmente si te despertaste un día cualquiera y perdiste todo recuerdo de quién eres”.

Samantha pensó que el hombre estaba bromeando. Pero el resto del camino a casa, él le explicó que, de hecho, había perdido misteriosamente todo recuerdo de quién era o de dónde venía.

“Todo lo que recuerdo es que tuve un accidente en algún momento. Creo que todos mis documentos fueron robados, y esta herida en mi cabeza me dice que el accidente puede haber sido la razón por la que olvidé todo”.

Ambos llegaron a un cruce, a solo cinco minutos de la casa de Samantha. “Bueno, este es mi lugar”, dijo el hombre, señalando un banco en la esquina de la acera.

Samantha notó un letrero de cartón con las palabras “Ayúdame, no tengo hogar” escritas en él y una vieja manta encima, bien doblada.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

En ese momento, los cielos se nublaron y hubo una repentina ráfaga de viento que olía como el comienzo de una tormenta. Cuando vio el letrero de cartón volar sin rumbo fijo en el aire, Samantha notó que el hombre suspiraba decepcionado.

“Bueno, ahí va mi cartel. Señora, realmente debería irse a casa. Parece que se avecina una tormenta”.

Samantha abrió su paraguas, pero no podía dejar que el amable vagabundo sufriera las fuertes lluvias que se avecinaban. Se dio la vuelta para irse, pero inmediatamente se volvió y habló con sinceridad.

“Oye, este no parece un lugar seguro para que estés en una tormenta. Vivo a unos cinco minutos de aquí y estoy segura de que puedo limpiar una parte del viejo garaje para que pases la noche. Este camino se va a inundar pronto”.

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El hombre estaba sorprendido con ese generoso ofrecimiento. Miró con atención a la mujer, intentando averiguar si realmente lo decía en serio.

“Lo digo en serio. No es seguro aquí. Y ofrecerte refugio por una noche es lo menos que puedo hacer después de que me salvaste la vida hoy. Y no te preocupes, mis hijos son encantadores”.

Tal como prometió Samantha, hizo espacio para una cama inflable y una manta en el garaje. Le dio lo necesario para asearse y cambiarse la ropa y lo invitó a sentarse en la mesa del comedor con sus hijos.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Los niños no paraban de lanzar preguntas al extraño invitado.

“¿Cuál es tu nombre?”.

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“¿Dónde vives?”.

“¿Tienes hijos?”.

Samantha hizo callar a los niños y animó al hombre a sentirse como en casa. A la mañana siguiente, durante el desayuno, anunció su plan para él.

“Mi amigo de la escuela, Barry, trabaja en la comisaría y le pedí que pasara por aquí y te conociera. Con suerte, podrá descubrir más sobre tu identidad y quién robó tus documentos. Es un oficial dedicado. Estoy segura de que será de gran ayuda”.

“Y luego, por la noche, tenemos una cita en el hospital general para un chequeo. Escuché que allí hay muy buenos médicos, así que te ayudarán a descubrir la causa raíz de tus problemas de memoria”.

Samantha estaba entusiasmada con su propio plan, pero notó que su invitado había dejado de escuchar o de comer.

“¿Qué te pasa?”, preguntó.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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“La policía. Tengo miedo de la policía. ¿Qué pasa si piensan que soy un criminal potencial o encuentran una razón para arrestarme?”.

Samantha vio que las manos del hombre temblaban levemente y trató de calmarlo. “No te preocupes. Solo dile a Barry todo lo que sabes. Todo estará bien, confía en mí. ¿Confías en mí?”

“Sí”, dijo el hombre. Samantha era la única persona que se había preocupado lo suficiente como para ayudarlo.

“¡Oh no! ¡Voy a llegar tarde otra vez!”. Entre ayudar al indigente y enviar a los niños a la guardería vecina, Samantha se había olvidado por completo de la hora. “Espero que el jefe esté de buen humor hoy”.

Cruzó los dedos mientras salía corriendo de la casa. Pero su jefe no estaba en su mejor momento. Al ver a Samantha entrar al hotel 10 minutos tarde por tercera vez en dos semanas, la llamó a su oficina y la despidió.

La caminata de regreso a casa, la que Samantha normalmente disfrutaba más, fue la más estresante que podía recordar en mucho tiempo. No tenía idea de cómo encontraría otro trabajo o pagaría las cuentas del mes, y deseaba no llegar nunca a casa.

Pero ya podía ver la diminuta imagen de su casa al final de la calle.

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“¿Y qué es eso? Tantos autos esperando afuera... ¿Pasó algo?”, se preguntó Samantha.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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Entró a su casa y encontró a un grupo de hombres y mujeres con traje hablando con el vagabundo. Cuando se acercó, reconoció una de las caras más inesperadas del grupo. ¡Su jefe del hotel!

“¡Samantha! Lamento mucho haberme precipitado y haberte despedido esta mañana. ¡No tenía ni idea de que habías hecho algo tan increíble! Quiero decir, todos estaban empezando a dudar de si encontrarían al señor Santos…”.

“¿Señor Santos? ¿El dueño de Hoteles Santos?”. Samantha no podía creer que lo que estaba sugiriendo fuera cierto.

Pero lo era. “Sí, este es el señor Santos, el dueño de toda la cadena de hoteles. Fue reportado como desaparecido hace más de una semana”.

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Samantha miró al hombre en cuestión y su sonrisa aliviada le dijo que finalmente había comenzado a recordar quién era.

“No hace falta decir que todavía tienes tu trabajo. Y me gustaría echar un vistazo a tus evaluaciones nuevamente. Creo que puedo haber pasado por alto un aumento”, continuó el gerente en un tono agradable que a Samantha le resultó extraño.

“¡Samantha!”, exclamó el señor Santos.

Cuando se volvió, el señor Santos se detuvo por un segundo, tratando de encontrar las palabras para agradecerle. Finalmente, le abrió sus brazos y se fundieron en un abrazo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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Ese abrazo marcó el inicio de muchas cosas. Samantha obtuvo un merecido ascenso y el señor Santos siguió visitándolos a ella y a los niños hasta que se volvieron una familia de cinco.

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Un año y medio después, el señor Santos esperaba en el mismo garaje donde Samantha lo había albergado. Estaba de rodillas, listo para abrir su corazón a la mujer que cambió su vida.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

No se apresure a juzgar a las personas por su apariencia. A veces, las personas que parecen más humildes resultan ser las que nos ayudan en momentos difíciles.

Tu amabilidad siempre traerá cosas buenas a tu vida. El gesto del señor Santos de tratar de salvar a una joven mujer y la generosa oferta de Samantha de albergar al vagabundo en una noche difícil terminaron cambiando sus vidas por completo.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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