Pobre hombre repara gratis las casas de ancianos: regresa del trabajo y no reconoce su propia casa - Historia del día
Un hombre que perdió a su madre en un accidente decide ayudar a sus vecinos con las reparaciones del hogar. Un día cuando vuelve a su hogar, se sorprende al encontrar que su casa estaba diferente.
Una sensación de alivio inundó el corazón de Reinaldo cuando miró el tejado listo. Aquella era la tercera casa en la que había hecho reparaciones ese día, pero no estaba agotado. Se sentía aliviado de que su vecina de 88 años ya no tuviera que preocuparse por su tejado.
"¿Cuánto tengo que pagarte? Considero que 200 dólares está bien. Es un buen trato!", exclamó Patty.
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Reinaldo se rio. "¿Qué tal un vaso de agua fría? Hoy hace calor, ¿no?".
"¿Qué? ¿Solo agua?", preguntó Patty. "Pero... ¡Has trabajado durante horas para arreglarlo! No, no, ¡tienes que aceptar el dinero!".
"Está bien, señora", dijo Reinaldo. "No hago esto por dinero. Me alegro de que su techo esté arreglado, así no tendrá que preocuparse. Agua, por favor".
Los ojos de Patty se abrieron de par en par con incredulidad mientras le ofrecía agua a Reinaldo. No podía comprender por qué alguien haría algo así de forma gratuita.
Se sintió fatal por ser tan insistente con la tarifa, así que le ofreció comida a cambio de ayudarla, a lo que Reinaldo también se negó. Pero consiguió convencerle.
Terminado su trabajo, Reinaldo tomó su caja de herramientas y se marchó a casa.
Reinaldo era padre soltero y trabajaba en una pequeña granja para ganarse la vida. Su mujer había muerto poco después de dar a luz a su hijo Jorge. La madre de Reinaldo, a su vez, había fallecido poco después en un incendio doméstico provocado por un cableado defectuoso.
Reinaldo quedó traumatizado tras perder a su mamá, y por eso empezó a reparar las casas de otras personas. No quería que otra familia viviera esa terrible situación.
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Los vecinos de Reinaldo, por supuesto, le ofrecían dinero por el trabajo que hacía, pero nunca aceptó ni un céntimo. Para él, reparar las casas era un alivio y una forma de sanar su corazón.
Un día, estaba ocupado en la cocina cuando recibió una llamada de su vecina de 80 años, la señora Sara.
"¡Jorge! La cena está casi lista", le dijo a su hijo mientras iba a contestar el teléfono.
"¿Sí? Aquí Reinaldo".
"Hola, Reinaldo. Soy la señora Sara. ¿Te importaría venir a arreglar las goteras de mi tejado? Llamé a los reparadores, pero dijeron que no podían venir hasta mañana. He oído que se te da bien ese trabajo".
Reinaldo se rio. "¡Soy el mejor! Pero tardaré en llegar. Estoy haciendo el almuerzo ¿De acuerdo?".
"Perfecto. Gracias".
"No hay problema, señora Sara. ¿Su dirección, por favor?".
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Sara le dio su dirección y Reinaldo acudió a la cita. Estaba empapado después de arreglar el techo, pero a las dos horas, ya había reparado el problema.
"¡Oh, te has empapado! Por favor, siéntate. Te prepararé un té. ¿Y cuánto debo pagarte? Pídelo con generosidad. Hoy has ayudado mucho a esta anciana".
Reinaldo sonrió. "No hago reparaciones por dinero, señora. Pero como pago, me encantaría un poco de canela en mi té".
"¿Gratis? Oh, no, no. No puedo hacer eso. Tendrás que cobrar algo".
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"Umm, bueno", dijo Reinaldo. "¿Qué tal unas galletas con té?".
“Eres un ángel, querido. ¿Quién hace las cosas gratis hoy en día? Prepararé algunas galletas y pan para ti. Y no te atrevas a decir que no".
Reinaldo no podía negarse, así que aceptó el pan y las galletas. Mientras tomaban el té, la anciana reveló que vivía sola. Su única hija residía en otro estado.
"Gracias de nuevo, cariño", le dijo la señora Sara a Reinaldo antes de marcharse. "Me encantaría ayudarte algún día. No me parece que hayas venido aquí en esta noche lluviosa para ayudarme y ni siquiera me hayas cobrado por ello".
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"¡Olvidó que me pagó con el pan y las galletas! Buenas noches", dijo y se marchó.
Un día, Reinaldo llegó a casa del trabajo después de recoger a su hijo del colegio y, al estacionar su vehículo y salir, se sorprendió al ver que su casa no tenía el mismo aspecto que antes.
El césped estaba cortado, la luz del porche funcionaba y la basura estaba bien colocada en los potes de los desechos.
"¿Qué... qué ha pasado aquí?", se preguntó al entrar. La casa estaba impecable y el aroma de algo delicioso que se estaba cocinando. Olía tan diferente a las comidas que él preparaba.
Entonces, al entrar en el salón, vio a una mujer joven y a la señora Sara esperándole. "¿Sra. Sara? ¿Cómo ha entrado aquí? ¿Y qué es todo esto?".
"¿Crees que eres el único que puede ayudar?", preguntó con una sonrisa. "Hice esto por ti, Reinaldo. Por cierto, esta es mi hija, Catherine. Vino a casa ayer y, cuando le conté cómo me habías ayudado, se le ocurrió esta idea. ¿Qué te parece? ¿Hemos hecho un buen trabajo?".
"Oh, Sra. Sara..." el hombre estaba llorando. "¡No era necesario!".
"Bueno, Reinaldo", dijo Catherine. "Lo necesitábamos. Eres extremadamente amable con todos los ancianos. Mira, sé que no vas a aceptar el dinero, y no quiero saber por qué, pero aprecio de verdad lo que has hecho por mi madre”.
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"Es lo menos que podemos hacer para agradecerte. Refréscate y cenemos juntos. Ah, y si te preguntas cómo hemos entrado, ha sido gracias a tu vecino, que sabía que guardabas una llave de repuesto debajo de la maceta". Le guiñó un ojo.
Reinaldo estaba realmente agradecido. Se unió a ellas para cenar en la mesa y se olvidó de lo buena que podía ser una comida casera.
"¡Esto está delicioso!", dijo. "Hacía tiempo que no comía tan bien. No he podido ocuparme de mi casa porque estaba muy cansado. Gracias. Lo digo de todo corazón".
"Reinaldo querido", dijo la Sra. Sara. "Déjame decirte algo. Puede que pienses que lo que estás haciendo no es particularmente digno de reconocimiento, pero lo es. Así que te mereces todo el agradecimiento".
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Ayuda a los ancianos en todo lo que puedas: Después de perder a su madre en un incendio, Reinaldo se preocupó mucho por los demás ancianos de su urbanización, así que les ayudó en las reparaciones que pudieran necesitar.
- Lo que va, vuelve: La Sra. Sara y Catherine le agradecieron a Reinaldo por arreglar el tejado con goteras, y le devolvieron su amabilidad ayudándole en la casa.
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