Empleado de limpieza nota a niña en los juegos del parque día y noche: "No tengo adónde ir", admite ella - Historia del día
El empleado de limpieza de un parque conoce a una niña solitaria y la ayuda después de que ella le dice que no tiene hogar. No imagina que pronto cambiará su vida.
Javier estaba barriendo el parque de juegos cuando notó a una niña pequeña cerca de los columpios. Al mirarla, por alguna razón, recordó su patética vida.
A sus 35 años, se sentía un total fracasado. Había ido cuesta abajo después de que su esposa se divorciara de él y le quitara todo. Se deprimió, lo despidieron de su trabajo y no pudo volver a encontrar un empleo decente.
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Y por si eso fuera poco, cuando se endeudó, su familia y amigos le dieron la espalda y lo dejaron a su suerte. Poco a poco y con esfuerzo logró pagar las deudas, trabajando como empleado de limpieza del parque comunitario, pero en su interior sentía que la vida no valía la pena.
Todo cambió cuando se cruzó con la niña en el parque...
Si algo había colaborado con la desesperanza de Javier, era su soledad. Se sentía miserable y no tenía a nadie con quien compartir sus preocupaciones. Cuando vio a esa niña, notó que ella también parecía sola y triste.
Quería preguntarle por qué estaba sola, pero no le pareció adecuado. Con seguridad, esa niña tendría una familia y pronto vendrían por ella.
Pero pasó todo el día, se hizo noche, y ella seguía en el mismo lugar. Javier se preguntaba por qué nadie había venido por ella. ¿Estaba en problemas? Decidió acercarse.
“Hola, señorita. ¿No te vas a casa? Es bastante tarde y los niños no deberían estar solos aquí”, le dijo. Por la hora, el turno de Javier ya había terminado. Quería asegurarse de que la niña estuviera a salvo antes de irse.
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Pero ella negó con la cabeza, balanceando los pies en el aire mientras estaba sentada en un columpio. “No tengo adónde ir”, admitió. “Ya no tengo casa”.
“¿Qué quieres decir, pequeña? ¿Qué tal si me dices tu nombre?”, preguntó Javier con cariño, tratando de ganarse su confianza. “¡Yo soy Javier, y mantengo los parques limpios para que los niños puedan jugar aquí felices!”.
“Soy Ángela”, dijo. “¿Puedo quedarme aquí, por favor? No quiero ir a mi casa”.
Javier estaba preocupado. “¿Tus padres se enojaron contigo? ¿Es por eso que no quieres ir a casa?”, preguntó. Sabía que a veces los niños se molestan si los regañan, así que pensó que se había escapado de casa. Pero la verdadera razón aplastó su corazón.
Ella sacudió su cabeza otra vez. “Los otros niños en mi casa dijeron que tenía que irme porque un nuevo niño vendría a vivir con nosotros”.
“Hay muchos niños allí y no les caigo bien. Se burlan de mí porque me da miedo la oscuridad. Mis nuevos padres son agradables, pero los niños no”.
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“¿Vives con una familia de acogida?”, preguntó Javier. Supuso que ella era huérfana.
Ella asintió. “Cuando mamá y papá se fueron al cielo, unas personas me llevaron a vivir allí. Sí, es un hogar de acogida”, admitió. “Eso me dijeron los oficiales”.
Javier se sintió terrible por ella. No aparentaba más de siete años y había tenido que soportar tanto. De hecho, eso era mucho para un alma joven como ella.
“Sabes, Ángela, a veces los niños pueden ser crueles”, dijo. “Pero no debes permitir que sus palabras te hagan daño. Debes creer en ti y confiar en que eres un ser maravilloso”.
“Pero ahora pienso que tus tutores deben estar muy preocupados por tu ausencia. Deberías ir a casa por ellos. ¿Te acompaño?”, sugirió Javier con dulzura.
Antes de que Ángela dijera algo, su estómago comenzó a sonar y las lágrimas brotaron de sus ojos. “No he comido nada. Tengo mucha hambre”.
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Javier comenzó a reír. “¡Oh, no! ¡Ese sí que es un gran problema! ¿Qué tal un poco de chocolate caliente y un sándwich? Hay un restaurante cerca”.
“¿En serio? Eso suena delicioso”, dijo la niña en voz baja. “Mamá y papá solían decirme que los extraños eran malos, pero tú eres amable. Me gustas. Gracias por cuidarme”.
Las palabras de Ángela hicieron llorar a Javier. Hasta ese momento, la desesperanza y la soledad habían sido su única compañía, y ahora esta niña le decía que era importante para ella.
“Gracias, cariño”, respondió. “Aunque en realidad tus padres tenían razón. Hay personas malas en todas partes, y no es fácil reconocerlas. Por eso me preocupa que estés aquí sola. ¿Nos vamos?”.
Así que Javier le compró a Ángela un sándwich y chocolate caliente, pero no pidió nada para él porque no tenía suficiente dinero. Mientras ella devoraba su comida, él le preguntó por la dirección de su casa y caminaron lentamente hasta allá.
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Al llegar, descubrió que sus padres de acogida habían estado buscando a la niña todo el tiempo. “Oh, cariño”, dijo su cuidadora, Carolina, mientras le daba un fuerte abrazo. “Llamamos a la policía. Estábamos muy preocupados”.
“Lo siento mucho”, dijo Ángela entre lágrimas. Luego le contó todo acerca de cómo los otros niños se habían burlado de ella. Carolina le dijo que se aseguraría de que no la molestaran de nuevo.
Mientras tanto, el padre de acogida de Ángela, Andrés, agradeció a Javier por llevarla a casa sana y salva. También le ofreció algo de dinero, al ver su apariencia andrajosa, pero él se negó modestamente.
Se despidió de Ángela y se fue a casa. Sin embargo, no podía sacársela de la cabeza. “Eres amable. Me gustas”, resonaba en sus pensamientos mientras intentaba dormir.
De repente recordó lo avergonzada que se veía cuando su estómago comenzó a hacer ruidos, y se rio. ¡No podía creerlo! No podía recordar la última vez que había estado tan feliz y se había reído tanto. Ángela había traído alegría a su vida.
A partir de ese momento, Javier visitaba a Ángela los fines de semana y pronto se hicieron buenos amigos. Al tener a la niña cerca, comenzó a ver el lado bueno de la vida. Tenía una verdadera razón para levantarse cada día.
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“¿Javier, tú no puedes ser mi papá? Mis nuevos padres son agradables, pero tú eres como mi primer papá. ¡Quiero vivir contigo!”, le dijo un día, y Javier sintió que estaba en la cima del mundo.
Después de perder la custodia de sus hijos a manos de su esposa, había estado tan solo. Sus hijos no le habían hablado nunca más. Sabía que también quería a Ángela como hija. Sin embargo, él no era financieramente estable para criarla.
Así que trabajó duro, muy duro y finalmente logró conseguir un trabajo en una pequeña empresa privada. El salario no era enorme, pero era un pequeño paso del que estaba orgulloso.
Un año más tarde, le ofrecieron un trabajo en otra empresa, y esta vez el cargo estaba mejor remunerado. Aunque todo tomó tiempo, Javier volvió a encarrilar su vida. Completó el papeleo para la adopción de Ángela, y se convirtió en el padre de la pequeña.
“Siempre te extrañaremos, Ángela. Sabemos que Javier será el mejor padre para ti”, le dijo Carolina cuando la pequeña se iba.
Cada día, Javier agradece profundamente la suerte que tuvo de encontrar a la pequeña Ángela aquella mañana. Con su amor incondicional, ella lo ayudó a salir del profundo agujero en el que estaba y ahora, la vida era maravillosa.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor de un niño puede cambiar tu vida: Conmovido por el agradecimiento de Ángela, Javier pudo ver el lado positivo de la vida y volver a encarrilarse.
- La vida tiene muchos retos y rendirse nunca debería ser una opción: Javier estaba deprimido y se había rendido, pero después de conocer a Ángela, encontró la fuerza para salir adelante.
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