"¡Vete, vieja molesta!": abogado vuelve a su casa temprano de trabajar y escucha a su esposa haciendo llorar a su madre - Historia del día
Jessica era una madre joven que se había acostumbrado al apoyo y la ayuda incondicional de su cariñosa suegra durante mucho tiempo. Un día, su esposo entró, vio cómo le gritaba a su madre y decidió darle una lección.
Para cualquier madre de un niño pequeño, pasar el día en spas, almuerzos y fiestas sería inimaginable. Incluso comer una barra de chocolate en paz es un lujo que no muchas pueden disfrutar.
Pero Jessica estaba viviendo una vida inusual, gracias a una suegra que la amaba como a su propia hija. Y aunque tenía muchos privilegios, a veces encontraba cosas de las cuales quejarse.
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David, su amado esposo, era el abogado más exitoso de la ciudad. Después de una década de arduo trabajo, finalmente pudo pagar la hermosa casa junto al lago, dos autos de lujo y suficientes ahorros para darle a su preciosa hijita la mejor educación en los años venideros.
Y contaba con Olivia, la madre de David, en su vida, aunque nunca admitiría todo lo que hacía para ella. La bondadosa mujer se había mudado con ellos el día que supo que iba a ser abuela.
“¡No te preocupes, Jess! Voy a estar aquí para todo lo que necesites”, dijo Olivia, besando a su nuera y tocando suavemente su barriguita.
A lo largo del embarazo, Olivia se ocupó sin ayuda de la casa. Cocinaba, limpiaba y cuidaba la dieta y la salud de Jessica.
Ese fue un momento crítico en la carrera de David, y se ausentaba mucho tiempo de casa por negocios. Así ocurrió el día en que Jessica entró en trabajo de parto, y Olivia corrió entre el tráfico hacia el hospital mientras su nuera gritaba de dolor.
Olivia esperó fuera de la sala de parto durante tres horas, orando por la salud de su nuera y su nieta. Al verla, supo de inmediato cuál sería su nombre: “Rosa”. Esa era su flor favorita, y su nieta era tan hermosa y delicada como la mejor de ellas.
Eso fue hace más de tres años. Y aunque Jessica ahora gozaba de buena salud y tenía mucho tiempo libre, Olivia se encontró trabajando tanto como cuando se mudó a la casa por primera vez.
Las únicas dos cosas que le daban verdadera alegría eran su nieta de ojos brillantes y el pequeño jardín de rosas que había construido desde cero frente a la casa. Y eso la ayudaba a ignorar la negligencia y la autoindulgencia de su nuera.
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Para evitar estresar a su hijo, Olivia se esforzaba por no tener discusiones con Jessica. Pero resultaba evidente que la ausencia de una madre comprometida había comenzado a afectar a la pequeña Rosa, así que intentó hablar con su nuera una vez más.
“Querida, sabes cuánto te ama Rosa. ¡Y está creciendo muy rápido! Necesita a su madre. El otro día, lloró durante una hora después de que te fuiste a una fiesta y se negó a comer. Como volviste sobre la medianoche, se fue a la cama con hambre”.
Jessica se sentó en el sofá, se estudió las uñas y murmuró: “Parece que alguien está fallando como abuela…”.
Esas duras palabras atravesaron el corazón de Olivia y se quedó sin palabras. Ese podría haber sido el final de la confrontación. Pero mirando a su suegra conmocionada, Jessica decidió desatar su ira sobre la callada mujer.
Esa noche, cuando David regresó a casa temprano del trabajo, encontró a su pequeña hija en un rincón de la sala muy asustada y con lágrimas en los ojos.
La levantó, le secó las lágrimas y su corazón se llenó de preocupación. “¿Qué está pasando?”, pensó mientras entraba al dormitorio.
Fue entonces cuando escuchó a su esposa decir algo que lo llenó de conmoción e ira.
“¡Vete, vieja molesta! ¡Nunca serás parte de esta familia! ¡Especialmente ahora que ni siquiera puedes cuidar a tu propia nieta sin quejarte!”.
David estaba que echaba humo. Su corazón se rompió cuando encontró a su madre ovillada en una silla del otro lado de la habitación, con la mirada baja y lágrimas cayendo sobre su viejo vestido.
Él la levantó, secó sus lágrimas y sintió que la preocupación lo embargaba.
“¡Suficiente!”, gritó, apuntando con un dedo enojado a Jessica.
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“¿Cómo te atreves a gritarme?”.
“¿Cómo te atreves a hablarle así a mi madre? ¿Quién te dio el derecho de avergonzarla cuando es la única que se ocupa en cuidar la casa y a nuestra hija?”.
“¿Cómo te atreves a reclamar algo después de gastar todo mi dinero en fiestas, ropa y días de spa, mientras ella se encarga de todo?”.
David se dio cuenta de que gritar no era suficiente. Sentía que debía enseñarle una lección a Jessica. Sacó todo el efectivo y las tarjetas de crédito de su bolso.
“Ahora”, dijo enojado, “si quieres seguir viviendo esta vida de lujo, vas a tener que trabajar y pagar con tu dinero. No cuentes más conmigo. Y no cuentes más con mi madre para cuidar a la pequeña Rosa”.
Jessica estaba demasiado enfadada para disculparse, así que al día siguiente encontró trabajo en una boutique del centro comercial. Pensó que era un trabajo fácil y glamoroso.
Pero al final del día, le dolían las manos de tanto doblar y organizar ropa, y le dolían los pies por estar de pie todo el día. Además, su jefe le había gritado dos veces por poner un artículo en el estante equivocado.
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Y al llegar a casa todas las noches, apenas tenía energía para atender a su hija. La alimentaba lo mejor que podía, la acostaba, y se quedaba dormida unos minutos después.
Cada nueva mañana comenzaba la interminable y agotadora rutina: hacer el desayuno, preparar a su hija, limpiar la casa, llegar a tiempo al trabajo. Pero estaba decidida a demostrarles a David y Olivia lo equivocados que estaban.
Hasta una noche, en que la pequeña Rosa le mostró algo que hundió su corazón y la hizo romper a llorar.
“¡Mira, mamá!”, la niña lloraba. “¡Todas están muertas!”. Rosa estaba señalando las flores y arbustos secos en el jardín de rosas. ¡Jessica se había olvidado por completo de regar las hermosas plantas!
“Las rosas de la abuela… ¡La abuela estará muy triste!”. Mirando el lugar abandonado de su casa, Jessica recordó con cuánta dedicación y esmero Olivia lo había construido. Y todo lo que había hecho por su familia.
Esa misma noche, se disculpó con Olivia de todo corazón. “Tomé muchas cosas por sentadas, pero sobre todo, a ti. ¡Lo siento tanto! Soy un desastre desde que no estás”.
Olivia la abrazó con cariño sincero, y a partir de ese día, suegra y nuera pudieron convivir en perfecta armonía. La familia logró llegar a un punto de equilibrio, donde todos aportaban de forma positiva desde el amor.
Y juntas lograron reconstruir el jardín de rosas, el cual se convirtió en el espacio donde abrían con sinceridad sus corazones, como madre e hija.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Hay que ser agradecido con el prójimo: Jessica pensaba que todo lo que hacía su suegra por ella era su obligación. Nunca tuvo una palabra o un gesto de agradecimiento con ella, hasta mucho después de haber perdido su apoyo.
- Valora todo lo que hacen por ti las personas que te rodean: Jessica comenzó a valorar todo lo que hacía su suegra por su familia, y en especial por su hija, cuando comenzó a hacerlo ella misma sin ningún tipo de ayuda.
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