Dueño de un café echa a indigente que luchaba por comprar un pastel de cumpleaños: le renta una casa al día siguiente - Historia del día
Cuando un hombre sin hogar intenta comprar un pastel de cumpleaños con poco dinero, el dueño del café lo echa. Minutos después sale tras él, y hace algo que provoca lágrimas en el vagabundo.
Miguel se sentó en la acera, demasiado cansado para caminar más. Como un hombre sin hogar, la vida era una dificultad tras otra, pero ese día había sido excesivamente agotador.
Había estado durmiendo en un callejón hasta que los policías que patrullaban el vecindario lo echaron esa mañana, así que necesitaba encontrar dónde pasar la noche.
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Se preguntaba qué otros problemas le esperaban ese día, cuando escuchó el débil sonido de alguien sollozando. Se volvió y vio a una niña pequeña con coletas llorando no muy lejos de él.
“Parece que no soy el único que tiene un mal día”, se dijo Miguel, mientras miraba a la chica.
“¡Hola, pequeña!”, dijo desde la distancia. “¿También estás teniendo un mal día? ¿Por qué lloras?”.
La niña lo miró por un momento y luego se dio la vuelta. Parecía estar muy asustada.
“Me llamo Miguel”, dijo el hombre con voz dulce. “¿Y tú cómo te llamas?”.
“Milly”, respondió la chica, casi en un susurro.
“Dime, ¿Por qué estás llorando?”.
“Es que me perdí”, dijo Milly con tristeza. “Estaba jugando con mis amigos y todos corrieron detrás de un cachorro. Yo intenté alcanzarlos, pero no fui tan rápida. Ahora no sé cómo llegar a casa. Nos acabamos de mudar aquí hace dos semanas”.
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“Mi mami se va a preocupar mucho si no llego a casa pronto. Hoy es mi cumpleaños y ella me está haciendo un pastel”. Las lágrimas volvieron a inundar sus ojos.
“No te preocupes. Te ayudaré a llegar a casa. ¿Recuerdas algún punto de referencia cerca de tu casa? Conozco todo por aquí”.
Milly negó con la cabeza. “Mi casa tiene un hermoso jardín y nuestros vecinos son muy amables. ¡Y hay un gran árbol en el patio!”.
Miguel suspiró, sabiendo que esa información no lo ayudaría a encontrar la casa de Milly. Sin embargo, podía pedir ayuda a la policía, por lo que decidió llevar a la niña a la comisaría.
“Tengo una idea. Iremos a la policía, y ellos te ayudarán. No estés triste”.
Mili asintió. “Gracias, Miguel”.
“¿Vamos?”, preguntó, y la niña se secó las lágrimas rápidamente y lo acompañó.
En el camino, le dijo a Miguel lo emocionada que estaba por su cumpleaños. Habría una fiesta esa tarde y su mamá le había prometido hornear su pastel favorito.
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Su padre le había dicho que llegaría temprano a casa de su tienda. Por suerte, era sábado, así que no había escuela.
Estaban a unos minutos de la estación de policía cuando Miguel vio un café. Se le ocurrió sorprender a la niña con un pastel y le pidió que lo esperara afuera.
Dentro del establecimiento, la mirada de Miguel recorrió los diversos postres que se mostraban en una vitrina antes de posarse en un pastel de chocolate.
“Buenos días”, le dijo al hombre en el mostrador. “Me gustaría ese pastel de chocolate, por favor”.
Miguel sacó todo el dinero de su bolsillo, sabiendo qué pasaría hambre porque esas eran sus últimas monedas. Pero quería ver sonreír a Milly.
“Ningún niño debería estar triste en su cumpleaños”, pensó. Contó su dinero y se le encogió el corazón. No alcanzaba para pagar el pastel.
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“Lo siento. No creo que tenga suficiente dinero para el pastel, señor. ¿Podría hacerme un descuento?”, le preguntó al vendedor. “Este pastel no es para mí, sino para alguien especial que está muy triste hoy. Si usted pudiera…”.
El vendedor miró el dinero en las manos de Miguel y se sintió mal por él. “Lo siento mucho. Tal vez pueda darte una rebanada”.
Pero el dueño de la tienda escuchó la conversación y comenzó a gritarle a su empleado. “¡Si quieres hacer caridad, hazlo en otra parte!”, le dijo al vendedor.
“¡FUERA!”, gritó el dueño antes de que Miguel pudiera decir algo más. “¡He tenido mendigos viniendo a mi tienda antes pidiendo comida gratis! ¡Vete! ¡No me hagas perder el tiempo!”.
Con el corazón apesadumbrado, Miguel salió del café.
“Lo siento, Milly”, dijo. “Quería darte un pastel, pero no tenía suficiente dinero ni para una rebanada”.
“¡No te preocupes, Miguel! ¡Seguramente ni siquiera era sabroso!”, dijo la niña con picardía. “Cuando lleguemos a mi casa, le pediré a mamá que te dé el pedazo MÁS GRANDE de mi pastel. Ese sí será delicioso”.
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“Gracias, Milly”, dijo Miguel. “Ven, vamos a buscar tu casa”.
Estaban a punto de irse cuando el dueño del café salió muy alterado, llamándolos a ambos. “¡Oye tú!, ¿Qué haces con mi hija? ¡MILLY!”, gritó, y Miguel se dio la vuelta para ver al hombre enfurecido.
“¿Papá?”, Milly corrió hacia él y lo abrazó. “¡Papá! ¡Miguel me está ayudando! ¡No te enojes con él!”.
“¿Cómo que te está ayudando?”, preguntó sorprendido. “¿Conoces a este hombre?”.
Milly le contó todo y su padre, Esteban, echó a llorar. “¡Debes haber estado muy asustada!”, dijo abrazándola.
“Miguel, discúlpame. Me asusté cuando te vi con mi hija. Te agradezco mucho por haberla ayudado. Somos nuevos aquí y no conocemos mucho el lugar o a las personas”.
“Está bien, señor”, respondió Miguel. “Me alegro haber podido ayudar a tu hija…”.
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Para compensarlo, Esteban lo invitó al café y le sirvió comida. Miguel le contó que estaba intentando encontrar un espacio para dormir, y fue entonces cuando al padre de la niña se le ocurrió una idea.
Tenía una pequeña propiedad que no estaba usando, y se la ofreció a Miguel: “Puedes quedarte allí todo el tiempo que quieras”, le dijo.
“Pero, señor, yo no puedo pagar el alquiler…”.
“No te preocupes, Miguel. Yo me encargo. Eres un buen hombre y necesitas ayuda. Por favor, insisto. Está un poco descuidada y necesita una buena limpieza, pero puedes dormir allí hoy mismo”.
“Acéptalo, Miguel”, presionó Milly”. ¡Deja que mi papá te ayude! ¡Y también tienes que venir a mi fiesta para que comas el pastel que me hará mi mamá!”.
Miguel se conmovió hasta las lágrimas por la generosidad de la familia. Estaba agradecido por su afecto y compañía, que no había experimentado en años. Esa tarde disfrutó junto a ellos y claro que sí, se comió un buen trozo de pastel.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La amabilidad genera amabilidad: Miguel ayudó a Milly cuando la vio en problemas, y Esteban hizo lo mismo por él, al saber que no tenía dónde dormir.
- Es importante que los niños sepan sus datos cuando salen solos a la calle: Milly tenía edad para salir a jugar con sus amigos, pero desconocía su dirección o la del trabajo de su papá y eso la expuso a una situación peligrosa.
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