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Un cajón en un auto fúnebre | Foto: Shutterstock
Un cajón en un auto fúnebre | Foto: Shutterstock

Tras la muerte de su esposo, viuda se entera de que su secretario es el nuevo propietario de su casa - Historia del día

Mayra Pérez
06 dic 2022
22:50

Tras el vil engaño del secretario de su difunto esposo, una anciana está a punto de perder su único hogar y quedarse en la calle. ¿Será posible que logre recuperar lo que por derecho le pertenece?

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Elena, de 88 años, siempre había sido una mujer muy sencilla. Criada por padres católicos tradicionales, todo lo que le enseñaron en su vida fue cómo ser una ‘buena’ mujer.

En su ingenuidad e inocencia, nunca imaginó que los amigos podían convertirse en enemigos o cuán cruel podía ser el mundo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

El difunto marido de Elena, Roger, era un exitoso hombre de negocios que se había enamorado de su sencillez. Ella era una persona ingenua y maravillosa, con un corazón puro y hermoso.

Sin duda, fue el amor de Roger por Elena y la admiración que ella le tenía lo que les ayudó a tener 58 felices años de matrimonio. No habían tenido hijos, pero si mucho amor y respeto mutuo.

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Sin embargo, las cosas comenzaron a salirse de control cuando Roger exhaló su último suspiro. Él se había ido y ella se quedó sola en el mundo. Todos sus parientes habían muerto hacía mucho tiempo y apenas tenía amigos.

Hacía muchos años que Roger era la única compañía y apoyo que Elena tenía. Ella siempre podía contar con él y confiaba en su criterio con todo su corazón.

“Sé que siempre me cuidará”, pensó. Le dio un beso de despedida entre lágrimas antes de que lo enterraran. “Aunque no estés aquí, estás en mis recuerdos. ¡Te extrañaré, cariño, y te amo!”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Una vez que terminó el funeral, la gente le dio el pésame a Elena y se alejó, pero ella se quedó allí, a su lado. Le estaba contando cómo le gustaría ser enterrada junto a él cuando le llegara la hora.

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“Todo será muy difícil sin ti, querido”, dijo la anciana, cuando finalmente se puso de pie para irse. “Te veré mañana. Te visitaré todos los días”.

Y apoyándose en su bastón como apoyo, Elena caminó de regreso a casa. Cuando llegó, miró alrededor del cómodo espacio y las lágrimas brotaron nuevamente, pensando cuántos hermosos recuerdos había creado allí con su esposo.

Todavía podía oler su aroma. “Soy afortunada”, se dijo. Tenía su hogar y recuerdos que la ayudarían a sobrellevar su muerte. Pero el destino tenía otros planes para ella.

A la mañana siguiente, el secretario de Roger, el señor Salas, la visitó y no tenía buenas noticias.

“Señora Lander”, dijo. “Este no parece ser el momento apropiado, pero me temo que hay noticias que no pueden esperar. ¿Puedo pasar?”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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El corazón de Elena dio un vuelco cuando le abrió la puerta. “¿Qué le trae por aquí con tanta urgencia, señor Salas?”, preguntó. “No entiendo”.

“Intentaré explicarme”, dijo mientras se sentaba en el sofá de la sala. “Usted sabe que además de ser el secretario del señor Lander, manejé sus asuntos legales, y una semana es todo lo que puedo darle para desalojar esta casa”.

“En palabras simples, su esposo me vendió esta casa, así que no será parte de los activos que dejó. Teníamos un acuerdo de que después de su fallecimiento, esta casa sería mía. Mi familia se mudará aquí en dos semanas”, dijo el señor Salas

“¡Qué tontería!”, exclamó Elena. “¿Vender la casa? ¡Pero Roger nunca me mencionó eso! ¡Él no pudo haber hecho eso!”.

“Lo siento, señora”, dijo solemnemente el señor Salas. “Entiendo que se sienta terrible en este momento, pero mi esposa ama esta casa y se mudará con mis hijos en dos semanas. No puedo ayudarla mucho. Le dejaré los papeles. Puede revisarlos con calma”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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El señor Salas se marchó, dejando un sobre en la mesa. Elena lo abrió y leyó los papeles, pero no pudo entender la jerga legal. No era una mujer con educación formal, y esos términos eran demasiado complicados para ella.

Con manos temblorosas, marcó el número del señor Salas y luego canceló la llamada. Tenía solo una semana, y luego le quitarían la casa que había compartido con su amado esposo. No tenía sentido volver a hablar con él.

Preocupada, Elena no pudo pegar ojo esa noche. Leía los papeles una y otra vez sin entender. Se preguntaba por qué Roger nunca se lo había contado. Él nunca le había ocultado nada, ¿o sí? Estaba confundida, y rezó pidiendo ayuda.

De repente, se le ocurrió una idea y corrió al estudio de Roger. Allí encontró su diario y comenzó a revisar los contactos. Había decidido que otro abogado verificara los documentos. Algo en el señor Salas le había parecido extraño.

Entre los nombres de la lista, encontró a otro abogado, el señor Gordon. Lo llamó a la mañana siguiente y él pasó a visitarla en su casa. Una vez que estudió los papeles que el señor Salas había dejado, el hombre la miró y sonrió. Eso confundió a Elena.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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“¿Hay algún problema con los papeles?”, preguntó ella. “¡Oh, por favor, dígame que sí! ¡Mi esposo no podría haber vendido la casa! ¡Estoy segura de que no me haría algo así!”.

“Es usted una mujer muy sabia, señora Lander”, dijo el amable abogado. “Las firmas de estos documentos han sido falsificadas. He manejado casos similares antes, por lo que me di cuenta de inmediato al comparar la firma de su esposo con las de estos documentos”.

“No se preocupe. Su esposo nunca vendió la casa y nadie puede echarla de aquí. Creo que debemos notificar a las autoridades. Pero eso depende totalmente de usted”.

“¿El señor Salas trató de engañarme? Dios mío, ¿por qué le haría eso a una anciana?”, preguntó entre lágrimas. “Estaba desconsolada”, le explicó al joven abogado.

“Esta casa significa mucho para mí. ¡Claro que quiero llamar a la policía! ¡Un hombre que actúe como él merece aprender la lección!”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Está bien, señora”, dijo el abogado. “¿Qué tal si le damos a probar su propia medicina? Todo lo que tendrá que hacer es pretender que va a desalojar la casa pronto, y todo saldrá bien…”.

El señor Gordon ideó un plan brillante. Una semana más tarde, en lugar de recibir la confirmación de Elena sobre su desocupación de la casa, el señor Salas recibió una citación judicial. La viuda lo había demandado.

El deshonesto abogado conocía muy bien a Elena y lo ingenua e inocente que era. Supuso que ella nunca se daría cuenta del engaño, y que se saldría con la suya. No imaginó que ella mostraría los documentos falsificados a otro abogado.

Gracias a los buenos oficios del abogado Gordon, Elena pudo conservar su hogar. Además, el señor Salas tuvo que pagar por sus acciones, ya que la falsificación es un delito.

Después de eso, el joven abogado se mantuvo pendiente de la dulce anciana, visitándola con frecuencia y ayudándola a organizarse en ausencia de su esposo. Elena siente que él llegó a su vida gracias a sus oraciones.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Se debe asumir la responsabilidad por las malas acciones: Cuando Elena supo que el abogado de su esposo había intentado engañarla, no dudó en denunciarlo. Él debía recibir un castigo acorde a su estafa.
  • Confía en tu instinto: Elena no podía creer que su difunto esposo hubiera vendido la casa donde ella había pasado casi toda su vida, y a pesar de ser confiada por naturaleza, decidió pedir una segunda opinión. Así descubrió que el abogado pretendía estafarla con una falsificación.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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