Millonario adopta a pobre niña huérfana: "¡Ella o yo!", protesta su hija biológica - Historia del día
Un millonario descubrió que la nieta de su difunta maestra no tenía familia. La llevó a su casa y se sorprendió al notar el rechazo de su hija biológica. Todo cambió cuando la niña pudo ver el lugar donde había crecido la huérfana.
“Murió hace dos días. El comité de alumnos envió la noticia e invitó a todos al funeral mañana. Pensé que tal vez no habías leído los correos electrónicos", le dijo José a Anthony.
No podía creer que la señora Márquez se hubiera ido. Había sido su maestra de matemáticas en la escuela y representante docente del equipo de robótica.
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Ella siempre dijo que Anthony tendría mucho éxito algún día, y tuvo razón. Ahora tenía un negocio de tecnología increíblemente exitoso y ganaba un salario anual considerable.
“Gracias por informarme, José. Estaré allí”, respondió Anthony a su viejo amigo del equipo de robótica. Él vivía a unos 40 minutos de su ciudad natal, así que le sería fácil llegar. Los amigos hablaron durante unos minutos más y colgaron.
Anthony empacó algunas cosas por cualquier eventualidad que pudiera surgir, pero le dijo a su esposa que era poco probable. Al menos eso es lo que esperaba.
El memorial fue agridulce y el entierro fue solemne y silencioso. Ella había sido muy apreciada por todos. Anthony permaneció cerca de sus viejos amigos y agradeció mentalmente a la señora Márquez por el apoyo que le había dado por años.
Gracias a ella, el equipo de robótica, que era el sueño de un pequeño grupo de estudiantes, fue galardonado en la escuela. Todos estaban orgullosos de eso.
“Mira… eso es aún más triste”, murmuró José de repente, mirando hacia un lado.
Anthony frunció el ceño, siguió su mirada y vio a una niña pequeña vestida de negro. “¿Quién es ella?”.
“Es la nieta de la señora Márquez, Rosa”, comentó José. “Ahora no tiene a nadie”.
“¿Qué quieres decir? ¿Ella es la hija de Carlos?”, preguntó Anthony, confundido.
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“Sí. Él y su esposa murieron hace unos años en un terrible accidente”, José negó con la cabeza. “La señora Márquez era la única familia que le quedaba”.
“¿Qué va a pasar con ella?”.
“Escuché que una vecina de nuestra maestra la acogió temporalmente, pero creo que pronto entrará en el sistema”, dijo José, frunciendo el ceño. “Aunque puedo estar equivocado”.
“Vaya… no sabía nada de eso”, murmuró Anthony, sintiéndose terrible.
José se encogió de hombros y palmeó el hombro de Anthony. “Así es la vida, amigo”.
“¿Podemos ir a preguntar?”.
“Claro”, respondió el amigo.
Se acercaron a una mujer que estaba sentada junto a la niña y conversaron con ella. Confirmó que había acogido a Rosa por un tiempo. Pero ella era mayor que la señora Márquez, por lo que no era considerada apta, así que un trabajador social vendría para recogerla.
“No, no podemos permitir eso”, afirmó Anthony.
“Tony, amigo. No hay mucho que podamos hacer”, explicó José, en un intento por calmarlo.
“Pero es que no está bien que entre al sistema de acogida”, dijo Anthony. “Es horrible. No podemos permitir que esa pobre chica se pierda en ese sistema. La señora Márquez hizo mucho por nosotros. Deberíamos hacer algo”.
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“¿Algo como qué?”, preguntó José, estupefacto.
Al final, Anthony decidió actuar y se ofreció como voluntario para acoger a la niña. Le explicó a la trabajadora social que tenía una esposa y una hija en casa, por lo que sabía todo sobre ser una familia.
Le contó sobre su trabajo y sus ingresos, lo cual lo hacía apto para darle a Rosa muchas oportunidades. La trabajadora social accedió y explicó que debía hacer una inspección en los días siguientes.
“Hola, Rosa”. Anthony se acercó a la niña, arrodillándose a la altura de sus ojos. “Quiero que vengas a casa conmigo. Tengo una hija, Gina, a quien le va a encantar tener una hermanita”.
“Tenemos una casa enorme con un montón de juguetes. Puedo contarte muchas historias sobre tu abuela. ¿Qué te parece?”.
La pequeña lo miró tímidamente y asintió, aunque sin ningún entusiasmo. “Pobre niña”, pensó Anthony y le ofreció la mano, que ella tomó con recelo.
“¿Quién es ella?”, gritó Gina cuando vio a su padre entrar a la casa con una niña pequeña de la mano.
“Gina, ella es Rosa. Ella es la nieta de mi difunta maestra. De ahora en adelante vivirá con nosotros”, dijo Anthony, sonriendo.
“¿Qué? ¿Por qué?”, Gina frunció el ceño, mirando a Rosa con una mirada de disgusto. La niña bajó la mirada, como si estuviera avergonzada.
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“Porque ella nos necesita”, continuó Anthony.
“¡No!”, dijo Gina, y su madre, Nicole, se acercó para tratar de calmar la situación. Anthony la había llamado para contarle sus planes, pero ambos habían decidido no decirle nada a la pequeña y darle la sorpresa.
“Gina, cariño. Deberías ser amable con nuestra invitada”, le dijo Nicole a su hija, sonriendo.
“¡NO! ¡Yo o ella! ¡Decide! ¡No puedes traer a otra niña aquí!”, gritó Gina, y Anthony vio las lágrimas en sus ojos antes de que se marchara furiosa a su habitación. Nicole lo miró exhausta y corrió detrás.
Pero Anthony se volvió y vio que Rosa estaba muy incómoda. “No te preocupes, Rosi. Ella se recuperará pronto y serán las mejores hermanas”, le aseguró, y la niña solo asintió sin palabras.
Después, él y Nicole hicieron todo lo posible para que las chicas se unieran. Les compró juguetes para usar juntas y Nicole organizó actividades creativas. Rosa era brillante, educada y extremadamente dulce las pocas veces que hablaba.
Pero Gina estaba enojada. Se negaba a compartir, parecía molesta todo el tiempo y no hablaba mucho con Anthony. Una noche, Nicole les pidió que dibujaran lo que quisieran y el dibujo de Rosa llamó su atención.
“¿Qué estás dibujando, cariño?”, le preguntó a la pequeña Rosa.
“Es mi peluche. Lo extraño”, respondió, y Gina volteó a mirar el dibujo de la niña.
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“¿Y dónde está, cariño?”, quiso saber Nicole.
“Creo que está en la casa de la abuela”, respondió Rosa.
Anthony, que estaba sentado en la sala de estar, escuchó la conversación. Se acercó a la niña y le preguntó: “¿Te gustaría recuperarlo?”.
La niña levantó la cabeza y sus ojos brillantes le dijeron todo. “¿Podemos? ¿En serio?”.
“Sí, por supuesto. Tú, Gina y yo haremos un viaje por carretera mañana”, aseguró Anthony y le sonrió a su hija. La había incluido, pensando que quizás eso le ayudaría a entender mejor la situación de la pequeña huérfana.
“¿Esta es tu casa?”, preguntó Gina, mirando a su alrededor, confundida.
La casa de la señora Márquez iba a ser puesta a la venta, y habían cubierto algunos de los muebles con frazadas. Era un lugar muy pequeño; había manchas en la pared y algunas cosas estaban deterioradas y rotas. Gina nunca había visto una casa como esa.
Anthony sintió algo parecido a la vergüenza al descubrir que su maestra favorita había vivido así en su vejez, mientras intentaba criar a su nieta. Se sintió terrible por haberla olvidado.
“Sí”, respondió Rosa con entusiasmo, ya que era la primera vez que Gina le hablaba directamente. “Era muy bonita antes. Pero la abuela ya no está”.
“Está bien, Rosa. Veamos si podemos encontrar tu osito”, sugirió Anthony, y se adentraron más en la casa.
“Lo encontré. Está aquí", dijo Rosa desde su habitación, y tanto Anthony como Gina se acercaron.
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“¿Esta es tu habitación? ¿Dónde están todos tus juguetes?”, preguntó Gina, confundida por el vacío y la falta de color. Su habitación era rosa y púrpura, llena de carteles, toneladas de juguetes, peluches, artilugios y más. Sus amigos también tenían habitaciones similares.
Anthony se dio cuenta de que Gina no tenía idea de que no todos los demás niños tenían los mismos privilegios que ella. “Tal vez, por eso no ha aceptado a Rosa. No sabe lo que es no tener nada”, se dijo y prometió rectificar la situación de inmediato.
“No tengo otros juguetes. Solo tengo este peluche. ¡Pero es mi favorito! Mi papá me lo compró y la abuela tuvo que arreglarlo una vez porque se le salió el brazo. Lloré, pero ella lo arregló”, dijo Rosa, abrazando el osito contra su pecho.
Gina no dijo una palabra.
“Está bien, chicas. Vamos”, dijo Anthony. Las llevó a comer hamburguesas, helados y emprendió el viaje de regreso a su casa. Tan pronto como entraron, Gina agarró la mano de Rosa y la llevó a su habitación.
Nicole también se sorprendió, y ambas siguieron a las chicas lentamente. En la habitación de Gina, vieron a su hija biológica sacando un montón de sus juguetes. “Puedes tener estos juguetes. Podemos compartir”, ofreció Gina, y Rosa sonrió con timidez.
“Tú también puedes jugar con mi osito”, ofreció, y Gina asintió con entusiasmo.
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Anthony le sonrió a su hija y vio que su esposa se emocionaba. Volvieron a la sala y las dejaron solas.
A partir de ese día, Gina y Rosa se convirtieron en hermanas de verdad. Anthony y Nicole tuvieron que esperar varios años antes de poder adoptar oficialmente a la nieta de la señora Márquez, y ahora su familia estaba completa.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Enseña valores a tus hijos: Gina vivía en una burbuja de abundancia y lujos, y no era capaz de sentir empatía por los menos privilegiados o aceptar a otra persona en su familia. Todo cambió cuando vio el lugar donde había crecido la pequeña huérfana que su padre había acogido.
- Los docentes merecen un retiro digno, luego de haber tenido la responsabilidad de formar a generaciones: Anthony se sorprendió al descubrir la precaria situación en la que había estado su maestra, y se culpó por no haber estado pendiente de ella. Ella nunca debió pasar por eso.
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