A los 73 años, me convertí en conserje de la escuela solo para ver a mi nieto - Mi Historia
Mi hija y yo siempre habíamos sido muy unidos, pero un día se alejó de mí para formar su propia familia. Nunca podría haber adivinado lo que nos reuniría años después.
Mi esposa Laura y yo habíamos intentado tener un hijo durante muchos años, sin éxito. Todo cambió cuando fuimos bendecidos con una niña, Raquel.
Desafortunadamente, la salud de Laura se deterioró después del parto. "José, prométeme que moverás cielo y tierra por nuestra niña", me dijo, mientras yacía en la cama de un hospital.
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Poco tiempo después, mi esposa falleció. Nunca me volví a casar y dediqué mi vida a criar a Raquel. Durante muchos años, fuimos muy unidos. Intenté hacer de madre y padre para ella.
Cuando entró a la adolescencia, pude sentir que mi hija comenzaba a alejarse de mí. Ya no veía el partido de fútbol conmigo ni quería acompañarme en las excursiones. Cuando cumplió 16, traté de hacerle una fiesta y ella rechazó la idea.
"Papá, siento que me estás asfixiando", me dijo.
Todo lo que yo quería hacer era protegerla y cumplir la promesa que le había hecho a su madre. Con el tiempo, se volvió imposible razonar con mi hija.
Pensé que era solo angustia adolescente, pero cuando cumplió 18 años, las cosas fueron de mal en peor. Raquel me dijo que se mudaría a otro estado con su novio, Damián. Hasta ese momento, ni siquiera había oído hablar de este chico.
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"Creí que querías asistir a la universidad y obtener tu título de abogada. ¿De qué se trata todo esto?", pregunté con cierta incomodidad.
"Cambié de opinión, papá. Amo a Damián más que a nada. No te conté sobre él porque eres muy posesivo conmigo", dijo Raquel.
Me dejó desconcertado su respuesta. No podía entender por qué Raquel quería abandonar sus sueños por esa persona desconocida para mí. Me preocupaba que mi niña se escapara con un extraño y temía lo peor.
"Papá, necesito el dinero de mi fondo universitario para que Damián y yo podamos instalarnos cuando nos mudemos", dijo. Con ira, rechacé su pedido. Le dije que no confiaba en su nuevo novio y que no sabía nada de él.
Mi mundo se derrumbó cuando Raquel empacó sus cosas y se fue. No importaba la frecuencia con la que la llamara o le enviara mensajes de texto, nunca obtenía respuesta.
Algunos años más tarde, justo después de retirarme de la enseñanza, estaba comprando en el supermercado local cuando la vi. Ella estaba embarazada y compraba artículos para bebés cuando notó que la miraba desde el otro lado del pasillo.
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"Mi niña. Mírate. No puedo creerlo. ¿Cómo estás? Te he extrañado demasiado", dije, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. Tristemente, Raquel me miró con el mismo ceño fruncido que tenía la última vez que la había visto.
"Déjame en paz. Si quisiera hablar contigo, atendería tus llamadas", respondió enojada antes de salir de la tienda. Me sentí bastante deprimido después de nuestro amargo encuentro, pero continué tratando de mantenerme en contacto.
La busqué en las redes sociales y resultó que ella y Damián habían regresado a la ciudad cuando ella quedó embarazada. Algunos meses después, me enteré de que había dado a luz e intenté visitarla en el hospital.
"Puedes quedarte con tus felicitaciones. Mantente alejado de mi familia", me dijo.
Un año después, conduje hasta su casa y dejé los regalos de cumpleaños para su hijo, Efrén. Observé desde el auto mientras Raquel leía mi tarjeta y tiraba mis regalos a la basura.
Me sentí derrotado y comencé a reflexionar. Quizás había lastimado a mi hija al rechazar sus deseos. Pero no podía renunciar a mi familia, así que todavía enviaba tarjetas y deseos cada vez que podía.
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Cuatro años después, la vi publicar una foto del primer día de escuela de Efrén. Tuve la idea de pedir trabajo en la misma escuela para ver a mi nieto.
Me senté con el director, quien me dijo que no tenía vacantes disponibles en el área docente. También me dijo que yo era un poco mayor para cualquier otra posición. Pero no me rendí y le conté mi historia.
"Por favor, acepto cualquier trabajo. Ni siquiera necesito el dinero. Cortaré el césped o trapearé los pisos. ¡Solo quiero ver a mi nieto!", le supliqué al director de la escuela.
Por simpatía y tal vez incluso por lástima, estuvo de acuerdo cuando le revelé la verdadera razón. "Te aceptaré como conserje de medio tiempo, pero por favor trata de no meterte en problemas", me dijo.
Durante las próximas semanas, estuve feliz. Todavía deseaba hacer las paces con Raquel, pero ver a Efrén todos los días me hacía sonreír. Es un chico dulce que siempre me saludaba cuando pasaba.
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Un día, escuché una conmoción en los pasillos. Encontré a otro chico golpeando a Efrén contra los casilleros. "¡Oye, qué crees que estás haciendo!", grité. Mientras el matón se escapaba, consolé a mi nieto y le dije que hablara con el director de inmediato.
Al día siguiente, me llamaron a la oficina del director como testigo del incidente. Para mi sorpresa, no solo estaba Efrén allí, sino también Raquel.
Pensando que se enojaría, admití todo en el acto. Le conté por qué había estado trabajando como conserje y cómo había ayudado a Efrén. Me giré para ver a mi hija llorando en su silla.
"Lamento mucho haberte hecho pasar por todo este problema solo para ver a tu familia", dijo mientras agarraba un pañuelo.
"Te he extrañado muchísimo, y movería cielo y tierra para protegerlos a ti y a Efrén", respondí mientras contenía las lágrimas.
Raquel me invitó a su casa para pasar el fin de semana. Finalmente, conocí a Damián y nos llevamos bastante bien. Me disculpé por no haberle dado una oportunidad años atrás y le expliqué que solamente había querido proteger a mi hija.
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Ahora, finalmente me he reconciliado con mi hija, y somos una familia otra vez. Raquel, Damián, Efrén y yo fuimos a ver el partido el fin de semana y estamos planeando irnos juntos de viaje en las próximas vacaciones escolares.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca te rindas en el amor. A pesar de que su hija lo había rechazado reiteradamente, José nunca se rindió con su familia.
- El perdón siempre es sanador. Tanto Raquel como José encontraron una forma de perdonarse mutuamente, y su familia es más fuerte gracias a ello.
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