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Una niña triste | Foto: Shutterstock
Una niña triste | Foto: Shutterstock

Mi padre viudo me dejó a los ocho años con mi hermana: 14 años después me enteré de que ellos siguen en contacto - Historia del día

Mayra Pérez
19 ene 2023
23:20

Tras enviudar, nuestro padre nos abandonó a mi hermana mayor y a mí, dejándonos solo una nota. 14 años después, descubrí que todo había sido una artimaña para deshacerse de mí.

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No recuerdo mucho de esos días, pero tenía unos 7 años cuando papá me dijo que mamá había muerto. La gente estaba vestida de negro a nuestro alrededor y la foto de ella estaba junto a un ataúd.

Estaba sentada con mi hermana mayor, Aurora, comiendo un caramelo, sin entender que la mujer más especial de mi vida nunca regresaría. Yo era muy pequeña en ese momento.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Sin embargo, los días siguientes no parecieron tan malos. Mi papá estaba allí, y también Aurora. Mi hermana nunca fue muy cariñosa conmigo, pero me daba una porción de su pizza y a veces compartía su helado conmigo, así que estaba bien.

En ese entonces, la vida era mucho más fácil. Confiaba en mis seres queridos.

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"¡Paula! ¡Levántate! ¡Se ha ido! ¡Papá se ha ido!", escuché gritar a mi hermana.

Aurora irrumpió en mi habitación temprano en la mañana con una nota y fruncí el ceño. Era domingo y quería seguir durmiendo. Yo tenía ocho años recién cumplidos, y ya había pasado un año de la muerte de mamá.

La noche anterior habíamos decidido que haríamos panqueques con miel para el desayuno y pizza para la cena. Ahora no tendríamos nada de eso.

"Lo siento mucho, chicas. Por favor, no me odien por esto. Todavía las quiero mucho a las dos, pero no sé cómo seguir adelante con esta responsabilidad. Espero que me perdonen y tengan una buena vida. Lo siento, no puedo seguir cuidándolas.

Papá".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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"¿Papá no va a volver, Aurora?", pregunté con los ojos llenos de lágrimas. "¿Él también nos dejó, como mamá?".

Ella me envolvió suavemente con sus brazos y dijo: "Mira, Paula, tenemos que seguir adelante con nuestra vida. Lo superaremos, ¿de acuerdo?".

Aurora tenía 20 años en ese momento. Sí, teníamos una diferencia de edad significativa, y yo confiaba ciegamente en ella. Ahora sé que eso fue un error.

"Extraño a mamá…" dije en voz muy baja. "¿Me dejarás tú también, Aurora?".

"¡NO!", dijo Aurora con confianza. "Nunca te voy a abandonar, Paula. Sé que a veces no te trato bien, pero te voy a cuidar siempre".

Recuerdo ese momento muy claramente. Había sentido tanta calidez en el abrazo de Aurora esa mañana. Era la primera vez que me sentía segura en los brazos de alguien después de la muerte de mamá.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Pero estaba equivocada. Muy equivocada. Unos días después, Aurora me dejó en un refugio porque tuvo que irse de la ciudad para ganarse la vida.

"No estoy segura de cuándo volveré, Paula, pero debes ser fuerte… Todo mejorará. Haré todo lo posible para sacarte de aquí, ¿Está bien?".

Pasaron dos años. Aurora venía a verme ocasionalmente, y cada vez que lo hacía, era muy fría conmigo. Era como si se hubiera convertido en una persona que me odiaba. Algo dentro de ella había cambiado.

"Encontré un buen trabajo y estoy saliendo con alguien", me dijo un día. "Quiero seguir adelante y no puedo llevarte conmigo, así que quiero ser muy sincera: No voy a sacarte de aquí".

"Pero hay algunos miembros de la familia que quieren acogerte. Ellos pueden darte una vida mejor. Igual te visitaré, ¿te parece bien?".

Estuve de acuerdo, y por suerte los Mendoza resultaron ser buenas personas. Me adoptaron, me dieron un hogar amoroso y cuando tenía 21 años conocí a un chico llamado Pedro, que ellos adoraron.

Cuando Pedro y yo nos casamos, invitamos a Aurora a la boda. Ella vino a la ceremonia, pero su rostro estaba lleno de ira y una extraña aversión por mí.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

"Felicitaciones, Paula", dijo, poniendo una caja de regalo en mi mano. "¡Te encontraste un hombre rico!".

"Estoy totalmente enamorada de Pedro", dije con ilusión.

"¡Disparates!", dijo con una sonrisa. "Querías presumir ante papá y ante mí, ¿no? Querías mostrarnos que podrías estar mejor sin nosotros".

"¡Aurora!", exclamé con incredulidad. "¿Estás enojada conmigo? ¿Por qué mencionas a papá en un día como este? ¡Él nos abandonó!".

"Bueno, ¿qué tiene eso de malo? Estaba mejor sin ti y se fue. Bien por él", respondió con desdén.

Esa era la frialdad que había percibido en ella los últimos años. Ahora sé que esa era la verdadera Aurora. La que me había abrazado la mañana en que papá nos dejó y tuvo la amabilidad de decirme que me sacaría del refugio era solo una fachada para engañarme.

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Un día, Aurora me visitó. Pedro estaba en el trabajo y pensé que sería una compañía agradable. Era un día frío e invernal y decidimos conversar frente a una humeante taza de café.

Cuando se fue, escuché el repique de su celular. Lo había dejado olvidado. Al tomarlo en mi mano, vi la imagen de quien la llamaba en la pantalla. Sentí como si alguien hubiera drenado toda la sangre de mi cuerpo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Agarré la esquina de la mesa y mis ojos estaban húmedos. "Papá", decía en el identificador de llamadas. 14 años después de haberse marchado, esa fue la primera vez que sentí su presencia en mi vida.

Pero no fue la llamada lo que me rompió por dentro. Decidí revisar los mensajes del teléfono de mi hermana y descubrí que ella siempre había estado en contacto con mi padre. Se habían hablado todos los días, durante años.

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"¿Por qué me hicieron esto?", me pregunté llorando mientras me desplazaba a través de los mensajes.

En ese momento, regresó Aurora.

"Hola Paula, creo que dejé mi teléfono. ¿Qué estás haciendo?", me dijo, y me arrebató el teléfono de las manos.

"Entonces, ¿cómo está papá?", le pregunté sin rodeos. "¡Parece que en realidad no nos dejó! Me abandonó solo a mí, ¿cierto?".

Aurora se veía muy pálida. "Bueno, no me corresponde darte esa respuesta. Deberías preguntarle directamente", dijo con desprecio y se fue.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Y eso haría. Le había enviado un mensaje de texto a mi padre desde el celular de Aurora, citándolo en una cafetería al día siguiente y eliminé el mensaje antes de que me quitara el teléfono.

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"Hola, papá", dije al llegar hasta su mesa. "Ha pasado mucho tiempo…".

"¿Paula?". Parecía sorprendido.

"Pensaste que sería Aurora, ¿cierto?", le pregunté. "No quiero quitarte mucho tiempo. Solo quiero saber por qué me abandonaste. Sé que mi hermana y tú han estado hablando todo este tiempo".

"No quería verte nunca más, Paula. Y la razón es simple, ¡tú no eres mi hija!", dijo, imperturbable.

"Tu madre me engañó y estaba tan enojado que no te quería en mi vida. Por eso te abandoné", agregó con la voz cargada de resentimiento.

"Esa nota que dejé… le pedí a Aurora que la escribiera. Ambos te odiamos después de descubrir la verdad. Una amiga de tu madre me contó todo cuando tenías 8 años. En secreto hice una prueba de ADN que lo confirmó y a partir de ese momento te desprecié".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Estaba devastada. En casa, lloré en los brazos de Pedro y le conté todo. Habíamos estado considerando adoptar, pero después de escuchar lo que dijo mi padre, me asusté. Me preocupaba que no tuviera la capacidad de amar a unos niños que no fuesen de mi sangre.

En ese momento, Pedro tomó mis manos y me dijo: "Los amaremos, Paula. Amaremos a nuestros hijos. ¡Tu papá era un idiota!, y no sé qué pensar de tu hermana. Lamento lo que viviste, pero no le des el poder de hacerte dudar del gran ser humano que eres".

Esto fue hace muchos años. Ahora tengo 54 años, y las gemelas que Pedro y yo adoptamos, están casadas y tienen sus propias familias. Estoy rodeada de nietos y mis hijas están embarazadas de nuevo.

Me convertí en una amorosa madre y abuela. Todas las mañanas, mi esposo me da un beso en la mejilla cuando me despierto; él y mis hijas me hacen sentir amada. Tengo mucho amor a mi alrededor.

A veces siento que mi corazón explotará de tanta felicidad. Y lloro de agradecimiento a Dios y a la vida por eso. Mi duro pasado solo me preparó para disfrutar a plenitud cada hermoso momento al lado de mis seres queridos.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Los niños no tienen culpa de los errores de los padres y jamás deberían cargar con ellos. Paula fue el producto de la infidelidad de su madre, y a pesar de haberla considerado como suya por 8 años, su padre la despreció al saber la verdad. La abandonó a su suerte.
  • La vida no siempre es fácil, pero definitivamente vale la pena disfrutar cada momento de ella. Tras saber la verdad de boca de su padre, Paula pensó que no sería capaz de seguir adelante con sus planes de vida. Su esposo la convenció de hacerlo y fue muy feliz desde entonces.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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