"¡No puedes ser tú!" Mamá soltera grita cuando Santa visita a su hijo y se quita la barba postiza - Historia del día
Una mujer soltera que tras separarse de su marido, cría sola a su hijo, pierde la fe en el amor. Hasta que el Santa al que invitó a la fiesta de su hijo se quita la barba postiza y revela su rostro.
Dolly era una madre soltera y nada más. Al menos, eso era lo que ella se consideraba. Su marido los había abandonado hacía un año. Desde entonces, hacía malabarismos con el trabajo y la crianza de su pequeño mientras dejaba su propia vida en un segundo plano.
Dolly tenía dos trabajos para mantener a su hijo Patrick, uno como cajera en un supermercado y otro como empleada doméstica los fines de semana. Así que nunca tenía tiempo para nada, y menos para el amor.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Pero la madre soltera que había perdido la fe en que volvería a enamorarse se llevó una sorpresa cuando una mañana tomó el metro para dejar a Patrick en el colegio.
Cuando Dolly y Patrick subieron al subterráneo aquella mañana, estaba abarrotado como un camión de ganado. Apenas había sitio para estar de pie, cuando el amable hombre sentado frente a Dolly le ofreció su asiento.
"¡Perdona! Tienes un niño, puedes sentarte aquí", dijo levantándose. Dolly se sentó rápidamente, con Patrick en el regazo.
"Muchas gracias", respondió ella tímidamente, y sus miradas se cruzaron en ese momento. Dolly quiso preguntarle su nombre, pero no lo hizo.
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"¿Así que viajas a menudo en metro?", preguntó él.
Ella levantó la vista, nerviosa. "Ah, ¿qué? Sí… sí, lo hago. Es la forma más rápida de llegar al centro, en donde trabajo. En realidad tengo dos trabajos. Uno como doméstica y otro como cajera. Soy madre soltera. Necesito mantener a mi hijo".
No tardó en darse cuenta de que le había contado demasiado de su vida a un desconocido. Dolly pensó que él se reiría de su sinceridad.
"Bueno, tu hijo es un chico con suerte", dijo amablemente el hombre. "Eres una mujer fuerte, Dolly".
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"¿Sabes cómo me llamo?", preguntó ella. "¿Cómo…? ¿Cómo…?".
Antes de que terminara la frase, el tren se detuvo en la parada de Dolly. Mientras se iba, el hombre dijo: "Está en tu uniforme de trabajo. Tu nombre. Fue un placer conocerte".
Dolly bajó del tren, preparándose para los fríos vientos de aquel día invernal y se maldijo por su estupidez. Llevaba su uniforme porque se dirigía directamente a su lugar de trabajo, tras dejar a Patrick en el colegio. Después, un amable vecino suyo recogería al niño y cuidaría de él hasta que ella llegara a casa.
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"¿Por qué pienso tanto en el hombre del metro?", reflexionó Dolly mientras se dirigía al trabajo aquel día. "Los hombres son una basura, en general. Y no es que tenga problemas menores en la vida como para necesitar un hombre ahora", se dijo a sí misma.
Dolly había perdido la fe en el amor y las relaciones. No confiaba en los hombres y no estaba dispuesta a darle otra oportunidad al romance.
Pero incluso ella sabía en el fondo que ese desconocido con el que se había topado en el metro era diferente. Algo en él, quizá su amabilidad o sus palabras alentadoras, la había conmovido. Por eso, aunque no conocía su nombre, no podía dejar de pensar en él.
Una noche, incluso soñó con el sujeto. Fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía que dejar atrás su pasado. Podía darle una oportunidad al amor.
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Poco después, Dolly empezó a volver tarde a casa. No porque estuviera inundada de trabajo, sino porque esperaba al desconocido todos los días en la estación de metro, con la esperanza de encontrárselo e invitarlo a tomar un café. Sabía que era una idea estúpida, teniendo en cuenta que ni siquiera sabía quién era.
Pasaron varios meses, y por desgracia, Dolly no pudo hallarlo. Pero aunque dejó de esperarlo en la estación de metro, su corazón nunca dejó de desearlo. Esperaba encontrárselo en algún rincón inesperado de la ciudad y que todo fuera de color de rosa a partir de entonces.
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Mientras la nieve cubría la ciudad y la Navidad llamaba a su puerta, Dolly y Patrick decoraron juntos su acogedora casa. Además, Dolly organizó una fiesta para los niños de su barrio.
"¡Sr. Henson, le dije que no toleraría retrasos!", le dijo al hombre encargado de los preparativos. "Le dije que Santa tenía que estar aquí a las 6. ¡Ya son las 6:30!".
"Le pido disculpas, Sra. Marrow", expresó el hombre. "No tenía ni idea de que terminaría atascado en el tráfico. No tardará en llegar".
Dolly tuvo que esperar veinte minutos más hasta que Santa llegó a su casa. Se alegró de que los niños no se marcharan antes, convirtiendo su fiesta en un gran fracaso.
Dolly estaba feliz, mirando a Santa jugando con Patrick y los otros niños. Entonces, se dio cuenta de que se le estaba cayendo la barba. El hombre también lo notó e intentó arreglársela, pero acabó quitándosela en el proceso.
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Cuando Dolly vio la cara del sujeto, se le llenaron los ojos de lágrimas y se llevó la mano a la boca, asombrada.
"¡Dios! No puedes ser tú", le gritó al hombre vestido de Santa, que la miró y se quedó paralizado.
"¡Eres tú! ¡Dios mío! No pensé que te encontraría", gritó, incapaz de creer que el sujeto del metro que tanto había deseado, estuviera ante sus ojos.
"Oye, oye, es una fiesta, Dolly. ¿Por qué no hablamos en otro lado?", dijo él suavemente, llevándola lejos de los niños.
"¡Nombre!", exigió ella. "¡Quiero saber tu nombre!".
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Él sonrió. "Robert... Me llamo Robert, pero puedes llamarme Rob. Oye, cálmate, ¿vale? Estoy aquí".
"Rob, mira, ya he pasado bastante tiempo buscándote, ¿de acuerdo? No quiero guardarme esto para mí, así que te digo que puede que no te ame, pero me gustas. Y no quiero que vuelvas a desaparecer. Puedes llamarme tonta por eso, pero…".
"Shh…", la interrumpió Rob, tomando suavemente sus manos entre las suyas. "Tú también me gustas, Dolly. De hecho, no estaría aquí si no supiera que es tu fiesta. Estoy aquí por ti".
"¡No lo entiendo!", contestó ella.
Rob sonrió. "Se suponía que mi amigo iba a venir de Santa. A última hora, me enteré de que era tu fiesta y cambiamos de sitio. Mira, Dolly, me gustaste cuando te vi por primera vez. Quería pedirte una cita, pero te bajaste del metro demasiado pronto, y yo no tomo el tren a menudo. También intenté buscarte, pero no tuve suerte. Ahora que estamos aquí juntos… eso es lo único que importa, ¿verdad?".
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Dolly y Rob se abrazaron, olvidándose pronto de todo. Compartieron un apasionado beso antes de que Rob sonriera y se pusiera su barba postiza.
"Si nos quedamos aquí mucho tiempo, Patrick va a pensar que he secuestrado a su madre. Vámonos", rio entre dientes.
Rob y Dolly no solo se hallaron aquella Navidad, sino que poco después se casaron y se convirtieron en los padres del pequeño Patrick. Incluso hoy, sus vidas siguen siendo alegres y completas.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
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El amor es paciente y bondadoso, así que tú también debes ser paciente y bondadoso con el amor: El corazón de Dolly nunca perdió la esperanza de hallar a Rob, y su paciencia acabó dando frutos.
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El amor verdadero te encontrará estés donde estés: Dolly y Rob se conocieron en el metro, y allí empezó su historia de amor.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.