Vigilante descubre un mensaje del pasado en una botella: lo vuelve rico días después - Historia del día
Un vigilante nocturno hizo un descubrimiento que le cambió la vida cuando recogió una botella con un mensaje dentro y decidió encontrar al remitente.
Joel trabajaba como vigilante nocturno en una fábrica desde que se graduó de la escuela secundaria cinco años atrás. Era un trabajo solitario, pero él estaba contento. Se detenía en la playa todos los días de camino a casa para ver el amanecer.
Un día, estaba caminando por la playa cuando vio una botella en la orilla. Joel la recogió, pensando que la tiraría a la basura, pero de repente vio un papel enrollado dentro.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Su corazón se aceleró. ¡Era de veras un mensaje en una botella! La destapó y sacó el papel.
“¡Hola! Mi nombre es Ricardo. Envío este mensaje con la esperanza de que alguien lo encuentre y se convierta en mi amigo”.
Joel frunció el ceño ante el escrito. Le entristecía pensar en este chico esperando y deseando que alguien respondiera su mensaje. Sacó su teléfono celular de su bolsillo y marcó el número escrito cerca de la parte inferior de la página.
Inmediatamente, escuchó un mensaje automático que decía que el número ya no existía. Joel colgó y se dirigió de nuevo a la playa. Estuvo a punto de tirar la botella en el bote de basura, pero vaciló.
“Voy a encontrar a este chico Ricardo”, dijo el hombre.
Aunque estaba cansado, Joel hizo otra parada en la biblioteca.
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“Buenos días”, le dijo el vigilante a la mujer mayor en la recepción. “Espero que pueda ayudarme. Estoy buscando guías telefónicas viejas”.
“Eso no es algo que escuchemos todos los días”, le dijo la bibliotecaria con una sonrisa. “Ven por aquí”.
Joel siguió a la mujer mayor a una sección de la biblioteca que parecía desierta. Allí, ella le señaló los estantes llenos de viejas guías telefónicas.
“Guau. No pensé que habría tantas”, dijo el hombre bostezando.
“¿Qué estás buscando?”, preguntó la bibliotecaria. “¿Tal vez pueda ayudarte?”.
Joel le mostró el mensaje que había encontrado en la playa. La señora se emocionó mucho cuando el hombre le dijo que quería localizar a Ricardo. Ella se sentó con él y juntos buscaron en las guías telefónicas el número de teléfono del chico.
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Dos horas más tarde, Joel estaba a punto de quedarse dormido en la mesa cuando la bibliotecaria dejó escapar un chillido de la emoción.
“¡Lo encontré!”.
Ella deslizó el viejo libro hacia él.
“Gracias”, dijo Joel, copiando rápidamente la dirección.
“Para eso están los bibliotecarios, cariño”, le dijo ella guiñando un ojo. “Solo asegúrate de volver aquí para que me cuentes cómo te fue”.
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Joel prometió regresar, pero estaba demasiado cansado para investigar la dirección en ese momento. Se fue a su casa, durmió y soñó con encontrar al chico que había escrito el mensaje.
Cuando fue a trabajar nuevamente pasó todo su turno preguntándose qué aspecto tendría Ricardo y qué pensaría de él, el vigilante nocturno que había encontrado su mensaje.
Su curiosidad era abrumadora. Cuando terminó su turno, Joel se dirigió inmediatamente a la dirección de la guía telefónica. Casi gritó cuando vio que la casa en la dirección había sido convertida en una peluquería.
Joel se quedó mirando el letrero. Tenía el mensaje de la botella en un puño y el papel con la dirección en el otro.
“Todavía no estamos abiertos”.
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Joel se dio la vuelta y se encontró a un hombre con las sienes canosas y un bigote bien peinado detrás de él.
“No estoy aquí por mi cabello”, respondió el vigilante. “Estoy buscando a las personas que solían vivir aquí”.
“¿Te refieres a la familia de Ricardo?”, preguntó el hombre frunciendo el ceño.
“Si. Estoy buscando a Ricardo”.
“Ricardo... sí, ese era el nombre del hijo. Su madre era viuda y lo crio sola. Nunca se quejaba, aunque no debe haber sido fácil cuidar sola a un chico en silla de ruedas”.
“¿Ricardo está en silla de ruedas?”.
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“Desde que era un niño”, dijo el hombre estudiando a Joel con los ojos entrecerrados. “¿Por qué estás buscando a Ricardo? Eres un poco joven para haberlo conocido a él o a su mamá cuando vivían aquí”.
“No estoy buscando problemas. Quiero encontrarlo por esto”, dijo Joel entregándole el mensaje de la botella al hombre.
Este levantó las cejas mientras leía la nota. “¿De dónde sacaste esto?”.
“Estaba en la playa en una botella”.
“¿Ricardo envió un mensaje en una botella?”, dijo el hombre presionando una mano contra su pecho. “Eso es muy dulce y triste. Debe haber estado a la deriva en el océano durante años y años”.
“¿Por qué?”.
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“Bueno, él ahora es un anciano. Si aún quieres encontrarlo, escuché que estaba en el hogar de ancianos Serenity”.
Joel no podía creer lo que estaba escuchando. Finalmente, había encontrado a Ricardo, pero ya no era el chico que había imaginado. En cambio, era un hombre mayor.
¿Recordaría Ricardo el mensaje que había arrojado al océano hacía tantos años atrás? Debió haber perdido la esperanza de que alguien lo encontrara, razón de más para entregarle el mensaje ahora. Joel le agradeció al hombre y condujo hasta el hogar de ancianos.
Después de pedir ver a Ricardo, una enfermera llevó a Joel a una habitación iluminada por el sol donde un hombre mayor en silla de ruedas miraba por la ventana.
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“Tiene una visita, señor”, dijo la enfermera.
Ricardo se dio la vuelta y miró a Joel.
“¿Quién eres?”, le preguntó al vigilante.
Joel se presentó y le explicó por qué estaba allí. Luego le entregó el mensaje a Ricardo.
“Recuerdo haber escrito esto”, dijo el hombre mayor. “Nací con un defecto en la columna y era solitario ser el niño que no podía jugar como los demás. Pasé mucho tiempo leyendo y un día decidí probar un método inusual para encontrar un amigo”.
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Ricardo sonrió. “Un mensaje en una botella, como en las historias. Lamentablemente, no funcionó”.
“Sí funcionó. Puede haber tomado algunos años, pero encontré tu mensaje. Estoy aquí ahora y me gustaría ser tu amigo, Ricardo”.
El anciano le sonrió.
Después de eso, Joel comenzó a visitar a Ricardo todos los días. Descubrieron que les gustaban muchos de los mismos libros y películas, y compartían un sentido del humor similar.
Joel estaba agradecido de haber perseverado para encontrar a Ricardo, pero desafortunadamente, su tiempo como amigos sería breve.
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Un día, el vigilante llegó al asilo de ancianos y se enteró de que su amigo había fallecido la noche anterior. Joel estaba triste, pero lo estaba aún más al descubrir que Ricardo no tenía familia para llorarlo.
Él asistió al funeral y se sorprendió cuando un abogado se le acercó después y le dijo que Ricardo le había dejado medio millón de dólares.
“Te tenía en muy alta estima”, dijo el abogado, “porque no te rendiste al buscar a la persona que había enviado un mensaje buscando amigos”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No te rindas nunca: A pesar de lo difícil que era localizar a Ricardo, Joel nunca se dio por vencido porque sabía que él esperaba recibir una respuesta.
- La amistad puede cruzar todas las barreras: Aunque había una diferencia de edad significativa y no se conocían por mucho tiempo, Ricardo y Joel compartían intereses comunes que les permitieron construir una verdadera amistad.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.